¿La han ofrecido alguna vez, al llegar al guardarropa de un 'cocktail', una bolsa para dejar el calzado? Es lo que hacen en los hoteles de cinco estrellas donde se celebran los 'saraos' que animan el Foro Económico Mundial de Davos.
No es que entremos descalzos, me explico. A 1.540 metros de altitud, Davos es una estación de esquí en la que a estas alturas del año está todo nevado. Y entre que hace mucho frío como para ir vestido de punta en blanco; que andar por la nieve no está a la altura de todos los calzados; y que la élite económica y política mundial gusta de darse un aire relajado y cool, en Davos se impone como estilo de vestir el smart casual al riguroso traje de chaqueta y corbata.
Pero volvamos a la bolsa para dejar los zapatos en el guardarropa. Los hombres andamos, en general, con botas de montaña más o menos aparatosas. Y las mujeres, con las peludas, calentitas y mullidas botas de après-ski. Ninguna se arriesga a calzarse tacones ante la amenaza de la nieve y las placas de hielo, ni aunque el chófer la deje a dos metros de la puerta de la fiesta. Pero una vez delante del guardarropa, sí hay quien se saca un par de zapatos de tacón del bolso, y mete sus botas en la bolsa que los empleados del hotel amablemente facilitan para dejarlas junto a sus abrigos.
Ya va abundando la gente que llega al trabajo en zapatillas de deporte y una vez allí se calza algo más formal. En Bruselas, cuyas calles están llenas de adoquines que dificultan sobremanera andar con tacones sin torcerse un tobillo o cargarse los zapatos, es relativamente frecuente. Lo gracioso de la elitista Davos es lo preparados que están los hoteles para quienes desean dar el cambiazo del smart casual al business suit, aunque ambos estén admitidos por el dress code que desde el principio deja claro la organización.
