Fue hace exactamente 53 años. Un grupo de jóvenes radicales vascos -Madariaga, Uribe, Txillardegui, Aguirre, Gallástegui y Ormaechevarría, entre otros- decidían abandonar Egi (Eusko Gaztedi), las juventudes del PNV, e iniciar por su cuenta la lucha armada contra el régimen franquista. Siga en directo las reacciones al anuncio de ETA.
No era la primera vez que lo intentaban. En 1952 habían creado ya otra organización parecida, EKIN ("actuar" en vasco), pero les parecía demasiado blanda, y tras una etapa de huelgas, represión y enfrentamiento continuo con la cúpula del partido nacionalista y, en especial, con sus sectores más conservadores, estaban dispuestos a iniciar de forma definitiva la lucha armada.
Nacía así ATA (Aberri Ta Askatasuna, "Patria y Libertad), el primer nombre que tuvo ETA. De los nueve miembros fundadores de EKIN se pasó pronto al medio centenar de activistas dispuesto a coger las armas e iniciar una trayectoria de sangrienta de muerte y dolor. Tras cinco décadas de atentados, 829 víctimas mortales, miles de heridos, decenas de secuestrados, permanente extorsión a los empresarios e instauración de un régimen del terror, la organización anunció ayer el cese definitivo de su actividad, que no su disolución, en el peor momento de su historia.
Acorralada policialmente y con su brazo político ilegalizado durante los últimos años -los abertzales han vuelto ahora a los ayuntamientos vascos gracias a la coalición Bildu-, ETA está sufriendo una sangría económica que ha dejado sus finanzas muy tocadas. "Esa es una de las razones que les ha llevado a anunciar el cese definitivo de la violencia. Se han dado cuenta de que pueden obtener muchos más ingresos por la vía política, en los ayuntamientos, que manteniendo el terrorismo", aseguran las fuentes consultadas por este periódico.
Si durante los años noventa, ETA llegó a manejar cerca de 25 millones de euros al año, en la actualidad esa cantidad, aunque sigue siendo considerable, se ha reducido sustancialmente, a tan sólo poco más de 8 millones en el último año, según distintas estimaciones, como las de Mikel Buesa, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, autor del libro ETA, S.A. y de informes periódicos sobre la actividad terrorista y sus finanzas.
ETA está ingresando actualmente alrededor de 3 millones de euros gracias a los negocios propios de la banda, como el tráfico de armas o drogas y, sobre todo, de las donaciones que recibe de las herriko tabernas (tabernas del pueblo). A esa cantidad hay que sumar la extorsión al mundo empresarial a través del mal llamado impuesto revolucionario.
Sin subvenciones políticas
De acuerdo con los datos de los últimos informes realizados por Buesa, la aprobación de la Ley de Partidos jugó a partir de 2002 un papel fundamental, que permitió ahogar a la banda económicamente. En los sumarios judiciales de la ilegalización de Batasuna y sus organizaciones afines, quedó demostrado que el dinero que recibían estas organizaciones, como ANV, el PCTV-EHAK, D3M, EH o la propia Batasuna iba a parar finalmente a las arcas de la banda.
La desaparición de las subvenciones del Estado y el Gobierno vasco -entre 1992 y 2008, el total recibido por los partidos políticos vinculados a ETA, tanto para su funcionamiento ordinario como por razones electorales sumaron cerca de cuarenta y cinco millones de euros- ha obligado al mundo abertzale así incrementar la extorsión.
En 2006 ingresaban tan sólo 1,3 millones por este concepto -la media de los últimos años es de 3,9 millones- y en el último ejercicio alcanzaban ya los 5,1 millones de euros. Pero ese dinero no es suficiente para mantener operativos los distintos comandos y prorrogar la lucha armada, en un momento de especial debilidad, ya no económica, sino también política y social.
Necesidad de fondos
Según explica Buesa, al margen de la ilegalización de su entorno, "en el mismo sentido ha operado el cambio político que ha tenido lugar en el Gobierno Vasco con el acceso al poder del PSE-PSOE, apoyado por el Partido Popular".
Para el responsable de la Cátedra de Economía del terrorismo, "este factor de carácter institucional ha obligado a ETA a intensificar las amenazas a los empresarios para recaudar fondos". Por primera vez en su historia, en los últimos años se llegaron a detectar donaciones y extorsiones en el País Vasco francés a pequeñas y medianas empresas galas. No es de extrañar así que la primera petición de los empresarios vascos tras conocer en enero el comunicado por el que se declaraba el alto el fuego permanente, general y verificable, fuera el de reclamar a la banda terrorista que cesara el chantaje al que los tiene sometidos, al menos hasta ahora, desde hace décadas.
La organización ha aprovechado las últimas treguas para intentar rearmarse tanto logística como económicamente, intentando para ello rebajar la presión policial, algo que en ningún caso ha conseguido. Eso, al margen de intentar, a toda costa volver a las instituciones.
Impacto en la economía vasca
Más allá de su situación financiera, lo cierto es que la organización terrorista ha causado además un gran daño económico tanto al País Vasco como a Navarra. Y eso a pesar de que ambas figuran como dos de las comunidades autónomas que mejor están reaccionando ante la actual coyuntura de crisis y amenaza de nuevo de otra recesión.
De acuerdo con el informe de la Cátedra de Terrorismo de Buesa, la actividad de ETA y su entorno tiene un doble costo para la economía vasca: por un lado en pérdidas y por el otro por la menor generación de riqueza.
Las pérdidas por daños materiales y personales rondan nada menos que los 680 millones de euros al año, pero a eso hay que sumar que por la vía de menor producción está teniendo un impacto equivalente al 20 por ciento del PIB vasco. Otro dato igualmente revelador es que en 15 años se han perdido cerca de 150.000 millones de euros de producción, íntimamente ligada a las inversiones, que en algunos casos se trasladaron a otras Comunidades Autónomas, y en otras, nunca se llegaron a realizar.
Desde las organizaciones empresariales y las instituciones se acuñó así una frase que lo resume todo: "la paz es la mejor inversión para Euskadi".
Efectos sobre el turismo vasco
No se puede perder de vista que de la actividad turística vasca -vacacional y de negocios- depende más de un 5 por ciento del PIB autonómico y que, pese a todo, es además un sector en alza. Durante la tregua de 1998, la cifra de visitantes aumentó nada menos que un 27 por ciento; mientras que en la tregua que se produjo entre 2006 y 2007 lo hizo en un 15 por ciento acumulado.
El problema es que además del terrorismo, en el turismo también afecta la denominada violencia callejera. Gracias a que desde 2008 la presión policial y judicial sobre los grupos de apoyo a ETA ha propiciado una bajada muy fuerte de este tipo de ataques y este año está en sus niveles más bajos. La traslación directa de ambos factores queda patente en lo que va a ser uno de los mejores ejercicios para el turismo vasco, en el que se batirán todos los récords.
Pero las repercursiones económicas no se circunscriben exclusivamente al País Vasco o Navarra, ya que muchos de los daños e indemnizaciones que ha habido que costear se ha hecho con cargo a los Presupuestos Generales del Estado y la Seguridad Social. El fin del terrorismo es también por eso una buena noticia.