Economía

Manuel Pizarro, el nuevo número dos del PP, pondrá orden en el 'sudoku' de Costa

El Partido Popular ya tiene un líder de primera división como alternativa económica ante el PSOE. Manuel Pizarro supone la apuesta del partido por la eficiencia y la eficacia de un gestor empresarial de primer orden, frente a la gestión de carácter más funcionarial de Pedro Solbes. Pero antes de todo ello, el ex presidente de Endesa tiene un cometido primordial: poner orden en el jeroglífico económico en que se ha convertido el planteamiento económico del PP para las próximas elecciones, cuyos trabajos ha liderado Juan Costa.

Los anuncios aislados sobre la reforma del Impuesto sobre la Renta -cuyos detalles nadie del PP ha conseguido aún explicar-, la dudosa ayuda a las mujeres trabajadoras o las medidas costosas en gasto social poco comunes en los planteamientos presupuestarios austeros del PP no habían convencido a todos en el partido. Si esa gran reforma económica y fiscal para ciudadanos y empresas se reorienta con una mano gestora como la de Pizarro, cuyos planteamientos son netamente liberales, el plan económico del PP tendrá más adeptos y podrá venderse con mejor cara a la opinión pública.

Las condiciones de Pizarro

Pero para llegar a este desenlace el propio Pizarro puso sus condiciones. A finales de la semana pasada sólo esperaba estrenar su flamante puesto de consejero de Telefónica y daba por descartada la opción política. Ha sido durante el fin de semana cuando la llamada mágica de Rajoy le convenció al plegarse a su única exigencia: ir en las listas por Madrid, y no por Teruel o Zaragoza, como le había propuesto el líder del PP inicialmente. Y no sólo eso, Pizarro irá de número dos, por detrás únicamente de quien puede ser presidente del Gobierno y antes que otros notables del partido que pelean por ir en esas listas de la capital. Eso sí, entre una decisión y otra, el ex empresario tuvo tiempo de consultar a un buen amigo que de esto de la política económica del PP sabe mucho: Rodrigo Rato. La aquiescencia del ex director gerente del FMI y nuevo asesor de Emilio Botín también fue clave para que Pizarro diera el sí a Rajoy y se sumara al equipo que intentará ganar las elecciones de marzo.

Economía, Justicia o Interior

La opción más probable es que Pizarro sea vicepresidente en caso de que el PP salga victorioso. Desde ese lugar puede supervisar el trabajo de varios ministerios y no incurrir en ningún tipo de incompatibilidad. Si fuera ministro de Economía, podría tener que echarse a un lado a la hora de abordar cuestiones que afecten directamente a Endesa. Así lo dice el artículo 7 de la Ley de Incompatibilidades, que apunta que los altos cargos "están obligados a inhibirse del conocimiento de los asuntos (...) que interesen a empresas, entidades o sociedades en cuya dirección, asesoramiento o administración hubiesen tenido alguna parte". Pero ese no parece que vaya a ser el caso. Más al contrario, puestos en la tesitura de ser ministro, Pizarro ha mostrado su interés por carteras como la de Justica o Interior, antes quela de Economía.

Pizarro es abogado del Estado desde los 29 años -hoy tiene 56- y siempre ha estado cerca del poder (con el PP en el Gobierno) y de su vocación de servicio público no se puede dudar, sobre todo si tenemos en cuenta que renuncia a un contrato millonario como consejero de Telefónica y que no necesita trabajar todos los días para llevar un sueldo a casa.

No hay que olvidar, además, el golpe de efecto que Rajoy ha dado con este candidato y la buena imagen que tiene entre el más de un millón de accionistas de Endesa que han ganado dinero con su gestión. Hoy son accionistas, pero mañana pueden ser votos. Y el cariño que los pequeños propietarios de la eléctrica dieron en el pasado más reciente a Pizarro está fuera de duda.

Por el contrario, entre las grandes empresas energéticas españolas, con las que Pizarro se ha manejado en los últimos días, hay división de opiniones. Por un lado están quienes, desde España o Italia, no quieren hacer comentarios. Del lado gasista y petrolero se confía en el perfil gestor de Pizarro y su vocación de servicio público, algo que no le debiera llevar a tomar decisiones contrarias al interés general. Otra cosa es el ámbito eléctrico, donde no se ve como éticamente correcto que quien se ha dedicado tanto tiempo a lidiar en el mercado eléctrico para ganar dinero pueda decidir en un futuro lo que se hace con las tarifas y el dinero que deben llevarse compañías que durante años han sido sus competidores.

En el sector eléctrico se reconoce el nerviosismo que impera en algunos despachos ante la posibilidad de que Pizarro tenga el Boletín Oficial del Estado (BOE) al alcance de su mano. En todo caso, no se oculta tampoco que en las altas esferas todos son caballeros y que las formas, pase lo que pase, se mantendrán, aunque los misiles se lancen por debajo de la mesa.

Además, quienes conocen a Pizarro resaltan su honestidad y defienden que en toda su vida profesional ha sido un garante de la legalidad, por lo que dudan de que aproveche su eventual acceso al poder para adoptar una actitud revanchista con algunas de las empresas con las que se ha enfrentado en los últimos tiempos.

Malestar en el PP

Pero no sólo ayer fue un día de análisis en el mundo empresarial. El debate político se levantó también encendido por la decisión de Rajoy de incorporar a Pizarro a sus filas. Y las tensiones no sólo recorrieron la sede socialista de Ferraz, sino que en la popular calle Génova, a despacho cerrado, no todo eran precisamente sonrisas.

En público nadie osó poner ni un solo pero a la incorporación de Pizarro a las listas del Partido Popular, y menos en un momento en el que el empresario aragonés ya se ha garantizado su futuro político, mientras el de buena parte de los actuales parlamentarios del PP sigue pendiendo de la voluntad de un Rajoy que sobre este asunto está mostrando el más férreo de los hermetismos.

El día que los comités provinciales del PP tuvieron que comunicar a la sede central sus propuestas de cabeza de lista, tenían una orden tajante: no se puede hacer público ningún nombre, algo que, por cierto, se saltó el PP valenciano, que anunció que Federico Trillo (Alicante), Esteban González-Pons (Valencia) y Juan Costa (Castellón) serán sus números uno en esas provincias.

Precisamente el que la oferta a Pizarro ha dejado en una peor situación es al coordinador del programa electoral del PP, a quien hasta hace unos días muchos situaban como el futuro inquilino del Ministerio de Economía y Hacienda. En público Costa celebró la llegada de Pizarro al equipo de Rajoy, pero la procesión va por dentro. ¿Las razones? En primer lugar, que el ex presidente de Endesa va a poner orden en un trabajo realizado por Costa que no ha convencido a la cúpula de Génova. En segundo término, que el que fuera considerado el delfín de Rodrigo Rato ve cómo se esfuman sus aspiraciones de ser vicepresidente económico.

Pero no todos son malas caras en Génova. Las venganzas en política se sirven frías y hay quienes no ocultan una velada sonrisa al comprobar ahora como el futuro político de Costa no es tan prometedor como se presumía. La forma en que irrumpió en Génova para elaborar el programa electoral molestó a muchos de esos dirigentes que se habían quedado al lado deRajoy tras el giro electoral de 2004.

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