Artemio Artigas
Madrid, 15 ene (EFECOM).- El 4,2 por ciento de inflación anual alcanzada en España en 2007 permite muchas lecturas, desde el peso de la dependencia energética que soporta el país hasta el estancamiento de un sector turístico que ve cómo los viajeros de Europa se van cada vez más lejos.
Una economía menos dependiente de las importaciones energéticas es más estable en precios, argumentan con vigor muchos analistas, que comparan el caso español al francés, donde la existencia de una importante producción eléctrica nuclear permite una menor dependencia de las importaciones de crudos y gas.
Lo cierto es que los precios en España vienen creciendo en numeros redondos un punto más que el resto de Zona Euro.
"España es un país caro". Esta frase, antaño ilógica, es habitual hoy entre los habitantes de Centroeuropa, que otrora encontraban en la Península Ibérica un paraíso de playas despejadas y precios accesibles y hoy hallan barreras de cemento y carestía.
En este sentido, el balance que acaba de presentar Exceltur peca de optimista al valorar que "el clima turístico empresarial del año 2007 se cierra con un balance positivo" para el sector, cuando los ingresos que revierten a España por cada turista extranjero aumentan sólo un 1,1 por ciento en términos nominales, lo que significa un descenso real, mientras la demanda turística española se desacelera.
Tal vez hayan crecido los márgenes empresariales, pero a costa de un encarecimiento de precios, en línea con ejercicios precedentes, con lo que en realidad se daña a medio y largo plazo el dinamismo del sector.
Con datos de enero-noviembre (los últimos de Eurostat) el crecimiento de precios del epígrafe de hoteles y restaurantes era en España 2,1 puntos superior al de Alemania e Italia y 2,2 más que en Francia. No es extraño pues que los clientes europeos busquen otros destinos.
El último barómetro de la Organización Mundial del Turismo mostraba que los flujos internacionales turísticos estaban creciendo a un ritmo del 5,6 por ciento en todo el mundo (datos de 8 meses de 2007), pero los destinos que mas crecían eran los mercados emergentes de Asia y el Pacífico, África y Oriente Medio, que son los nuevos paraísos que eligen los viajeros.
Pero de momento parece que no hay en la sociedad española una excesiva preocupación por la inflación, aunque el tema económico ha entrado de lleno ya en la refriega electoral.
En los medios económicos se confía en que la desaceleración de Estados Unidos frene la demanda petrolera. Esto, unido al final del invierno, hará que caiga la presión inflacionista energética.
En cuanto a los alimentos, Dentro de pocas semanas empezarán a aparecer productos de primavera en los mercados y si las nuevas cosechas vienen en condiciones normales también estabilizarán los precios.
¿Dónde está el temor? En los salarios.
Ya tenemos una inflación del 4,2 por ciento; si ahora, en las mesas negociadoras de renovación de convenios, se establece un encarecimiento de la mano de obra de otro 4,2 por ciento, estaremos ante una indudable tendencia inflacionista y será una utopía pensar -como se dice ahora- que en 2008 se cerrará el año con un crecimiento de precios del 3 por ciento como máximo.
El peligro es real y por ello recientemente el Banco de España alertó de que las cláusulas de revisión salarial pueden hacer que la elevada inflación actual persista más de lo debido, cuando su aumento es de "naturaleza transitoria" y provocado por el encarecimiento del crudo. EFECOM
tad-mam
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