
¿Encontrarán los bancos europeos financiación privada? Tras lo de Loterías del Estado, hay dudas.
Después de las noticias acaecidas en las últimas semanas relativas a la crisis de la deuda soberana de los países periféricos de la eurozona y su impacto sobre el futuro de la moneda única, es casi obligado plantearse qué ocurrirá a partir de ahora tras los últimos movimientos realizados por los líderes europeos.
Los últimos acuerdos alcanzados, a los que posteriormente nos referiremos, suscitan una importante pregunta: ¿será el principio del fin de la crisis soberana en la eurozona? La respuesta no es fácil, pero la hoja de ruta diseñada podría ayudar a estabilizar el área euro con cierto orden, aunque con sacrificio y no libre de incertidumbre. Y esa incertidumbre precisamente es la que, a su vez, origina el planteamiento de una segunda pregunta: ¿será el principio del fin de la crisis soberana en la eurozona? o ¿será la crisis soberana la que provoque el principio del fin de la eurozona? Todo dependerá del cumplimiento de esa hoja de ruta.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Tras el inicio de la crisis financiera internacional y la consecuente restricción masiva del crédito, los países con mayores niveles y/o tasas de crecimiento de la deuda pública comienzan a encontrar serias dificultades para financiar sus pagos a través de los mercados privados tradicionales. Consecuencia de ello, se dispara la prima de riesgo de estos países, llamados PIIGS o periféricos, especialmente en Grecia, Irlanda y Portugal, que finalmente tienen que ser rescatados por el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea. Sin embargo, la situación, lejos de solucionarse, se va agravando según va pasando el tiempo.
Mal sistémico
Se produce un efecto contagio hacia el resto de la eurozona y hacia un importante sector de la banca europea que posee en sus activos bonos de países con alto riesgo de impago. Es cuando el mal se convierte en sistémico. El FMI ofreció una cifra escalofriante: la exposición europea a la deuda soberana periférica es de unos 300.000 millones de euros.
¿En qué situación nos encontramos ahora? La eurozona reinicia un proceso de ralentización de la actividad económica, con previsiones de que se contraiga uno o dos trimestres a finales de este año o principios del que viene. La razón subyace en que la Europa que tiraba del carro (léase Alemania) comienza a mostrar síntomas de desaceleración y la Europa que estaba paralizada (los PIIGS) no mejora.
Si centramos el foco de atención en el mayor problema que tiene el área euro a corto plazo, todas las miras se dirigen hacia Grecia. Su último dato de PIB real cae más de un 5 por ciento, su tasa de paro asciende al 16 por ciento, su déficit corriente es del orden del 10 por ciento del PIB y su deuda pública es superior al 140 por ciento del PIB. Pero lo peor es que los indicadores adelantados de actividad muestran una tendencia a la baja, por lo que la recaudación impositiva se resiente, lo que, junto con el crecimiento de la prima de riesgo, impide la reducción del déficit y deuda. Grecia tarde o temprano está condenada al 'default', algo que los mercados ya han descontado, y algo que la Unión Europea por fin ya ha asumido y desea demorar mientras la banca se prepara para el 'shock'.
¿Qué hacer entonces? Recientemente este mismo diario publicaba una hoja de ruta para estabilizar la situación del euro. Las principales medidas consistían en ampliar el fondo de rescate y recapitalizar el sector bancario para incrementar la cohesión europea, reducir el riesgo de contagio a otros países periféricos e impedir que Grecia abandone el euro. En definitiva, para evitar escenarios dramáticos.
Terreno preparado
¿Y qué ha hecho la UE? Asumido que Grecia no pagará en algún momento, la UE está preparando el terreno. Primero, ha aprobado recientemente el incremento del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) hasta los 440.000 millones de euros, con la posibilidad de ser utilizado no sólo para ayudar a los países con insostenibilidad de deuda sino a los bancos que estén sobreexpuestos al problema. Y segundo, va a imponer un aumento del coeficiente de solvencia, muy probablemente cercano al 9 por ciento para fortalecer la capacidad de absorber el esperado impago de Grecia. Esto es, se deberá producir una recapitalización del sistema bancario europeo incrementando las reservas propias. Pero habrá que esperar al 23 de octubre para conocer los nuevos requisitos de capital.
No obstante, el proceso de recapitalización bancaria tendrá que seguir los siguientes pasos: primero, los bancos deberán buscar financiación en fondos privados; si esta posibilidad fallara, se debería acudir a los Gobiernos nacionales y, si estos no pueden asumir la financiación, entonces, se tendría acceso a los préstamos del fondo de rescate recientemente ampliado, pero al parecer se contemplaría con quitas. Éstas serían del estilo a las incluidas en el segundo paquete de rescate a Grecia, donde inicialmente se barajaban porcentajes del 21 por ciento y, posteriormente, incluso del 30 hasta el 50 por ciento. Pero lo de los porcentajes está por confirmar.
¿Cuáles podrían ser las consecuencias? Si la banca europea se recapitaliza adecuadamente antes del default de Grecia y los paquetes de ajuste presupuestario y de reformas estructurales se aplican en tiempo y forma, el compromiso de la Unión Europea por solucionar los problemas de la deuda soberana calmarían las tensiones en los mercados financieros. Sin embargo, quizá sea demasiado pedir. Primero, se debe desatascar el segundo rescate a Grecia para ganar tiempo.
Segundo, ¿encontrarán los bancos europeos financiación privada para recapitalizar sus balances? Después de ver lo de Loterías y Apuestas del Estado en España, derecho a duda se tiene. Tercero, y en el caso de que el punto dos no sea posible, ¿están los Estados de la eurozona en disposición de prestar a los bancos potencialmente sistémicos? Vistas las cifras de déficit, deuda y crecimiento del PIB, el derecho a duda se mantiene. Además, llevaría consigo una carga al contribuyente injusta y nociva para la recuperación del sector real.
Cuarto, y en el caso de que el punto tres no sea posible, ¿cuál sería el efecto de la recapitalización vía fondo de rescate? De entrada, un aumento de la incertidumbre, porque llevaría asociado renunciar al 30 ó 50 por ciento de la devolución de la deuda. Por lo que, ¿quién le volvería a prestar a Grecia a un precio razonable? Además, el fondo tiene un límite. ¿Sería suficiente para financiar a los países y bancos europeos con dificultades? Si el problema se traslada de Grecia al resto de periféricos, desde luego, no. Y quinto, los aumentos de reservas propias para mejorar la solvencia están muy bien, aunque si estos no están acompañados por una correcta medición del riesgo de los activos, estamos en las mismas. Y algo ya pasó con las pruebas de estrés.
En definitiva, el incremento del fondo de rescate y la recapitalización bancaria traza la hoja de ruta para estabilizar el euro, pero si no va acompañado de los ajustes presupuestarios y aplicación de las reformas estructurales pertinentes, no será el principio del fin de la crisis soberana sino todo lo contrario.
(Carlos Pozas es Prof. Macroeconomía. U. Nebrija)