La economía alemana crece, pero su población baja. Esta simple ecuación tiene como resultado que la locomotora económica europea vaya a necesitar trabajadores extranjeros durante los próximos años si quiere mantener su ritmo de crecimiento.
Los economistas Johann Fuchs y Gerd Zika, del Instituto para la investigación del Mercado de Trabajo y el Empleo (IAB), pintan un panorama negro para el futuro de la economía de Alemania si no se le pone un rápido remedio al pobre desarrollo demográfico que sufre el país: "Conforme las generaciones con una mayor tasa de natalidad se acerquen a la edad de jubilación, la población trabajadora irá envejeciendo".
"Ello, unido al decreciente número de trabajadores jóvenes y de licenciados y profesionales con títulos superiores, podría desembocar pronto en una alarmante falta de especialistas y trabajadores cualificados", señalan.
Los socialdemócratas y el Partido Verde ya intentaron poner freno a esta tendencia, prolongando de forma paulatina la edad de jubilación de los 65 a los 67 años. Pero, tal y como apuntan los expertos del IAB, la medida es insuficiente.
En algunas regiones del Este de Alemania se da la curiosa situación de que, a pesar de existir tasas de desempleo que superan el 10 por ciento -la actual tasa de paro en la antigua Alemania Oriental es del 12,7 por ciento-, el mercado laboral no es capaz de absorber a buena parte de esos parados debido a su insuficiente cualificación. La solución a largo plazo es la inversión en educación. Pero, a corto plazo, a Alemania no le queda más opción que echar mano de especialistas extranjeros.
Matemáticos, ingenieros...
Recientemente, el Instituto de la Economía Alemana de Colonia (IW) alertaba de que la demanda de profesionales del sector MINT -concepto que el instituto utiliza para denominar a matemáticos, ingenieros, informáticos y profesiones técnicas en general- había aumentado durante el pasado febrero en 21.000 puestos vacantes.
Los empresarios del sector fueron incapaces de cubrir 117.000 plazas de trabajo, algo fatal para el modelo productivo alemán. "Esta tendencia podría mantenerse durante los próximos años sólo debido al desarrollo demográfico de Alemania", insiste el informe del IW, que reclamaba al Gobierno de Angela Merkel la agilización de los procesos de homologación de los títulos de licenciados extranjeros.
Justo dos días después de la publicación de este estudio del IW, la ministra de Educación de Merkel, Annete Schavan (CDU), presentaba el proyecto de ley aprobado por el Consejo de Ministros. Con la denominada Anerkennungsgesetz, Berlín pretende responder a las demandas de los empresarios: el Ministerio de Educación establecerá un cauce legal para la convalidación de parte de los títulos superiores emitidos en terceros países. Según Schavan, de tres millones de extranjeros, unos 300.000 podrían acogerse a la ley.
'Dumping' salarial
Pero no es oro todo lo que reluce en el mercado laboral alemán. La inexistencia de un sueldo mínimo interprofesional permite a los empresarios de ciertos sectores pagar sueldos muy bajos, lo que, junto a la tácita congelación de los salarios durante la última década, ha sido considerado en algunos países de la UE, como Francia, como una práctica de dumping salarial.
Según un estudio del Instituto para el Trabajo y la Cualificación (IAQ) de la Universidad de Duisburgo-Essen, más de un 20 por ciento de los trabajadores alemanes -alrededor de seis millones y medio de personas- trabaja por sueldos inferiores a los 10 euros la hora en Alemania occidental y a los 7 euros en el Este del país. Los sindicatos exigen desde hace tiempo el establecimiento de un salario mínimo interprofesional de 8,50 euros la hora.
Pero, a partir del próximo 1 de mayo, la situación dará un vuelco con la entrada en vigor de la libertad de movimiento y de trabajo para los ciudadanos de ocho países de Europa del Este, miembros de pleno de la UE desde 2004. Es decir, los ciudadanos de países como Polonia, Hungría o República Checa, por poner algunos ejemplos, ya no necesitarán de un permiso para trabajar en Alemania.
Ello ha puesto en guardia a políticos, sindicatos e institutos económicos: la inexistencia de un sueldo mínimo podría ser un arma de doble filo, ya que los nuevos trabajadores menos cualificados estarían dispuestos a cobrar sueldos ínfimos. Ello supondría una presión añadida sobre aquellos salarios ya de por sí bajos que cobran alrededor de uno de cada cinco trabajadores alemanes. El país mira de reojo sus fronteras con los países del Este: se esperan 100.000 nuevos visitantes que necesitan trabajar en las condiciones que sean.