
Los responsables políticos europeos se ensañaban hace ahora un año emitiendo duros desmentidos contra toda información que anunciara el rescate de Grecia. La realidad les atropelló y el rescate se produjo en primavera. Antes de ayer volvieron a desmentir que estén estudiando una posible reestructuración de la deuda pública de Atenas. Pero desde ayer se vislumbra que buscan una estratagema para endulzar la operación, y que formalmente no se pueda llamar ni al pan pan, ni a una quita, quita.
Según confirmaron ayer fuentes comunitarias, en la negociación en curso para aumentar y flexibilizar el fondo de rescate de países del euro amenazados por la quiebra, una de las opciones es que este mecanismo conceda créditos a estos Estados para diversos fines. Por ejemplo: podrían utilizarlos para acudir al mercado y recomprar los bonos que ellos mismos hayan emitido, antes de que venzan. Como la posibilidad de que Grecia incurra en un impago ha depreciado su papel, para recomprarlo pagaría menos de lo prometido al emitirlo.
El programa de recompra sería voluntario, como no podía serlo de otra manera salvo que Europa renegara del libre mercado. Los titulares de la deuda podrían vender sus títulos en las rebajas y salir inmediatamente de la incertidumbre. O manternerlos hasta su vencimiento con la esperanza de cobrar hasta el último euro que les deba Atenas, siempre que no haya una reestructuración formal y, en el peor de los casos, una bancarrota sin orden ni concierto.
Mientras no haya un acuerdo entre los países del euro para flexibilizarlo, el fondo de rescate sólo puede intervenir como último recurso cuando la quiebra de un Estado del club es inminente, y para resucitarlo se precisa una inyección astronómica de créditos y un plan radical de reformas económicas y ajustes presupuestarios.
La intención ahora es posibilitar actuaciones preventivas y menos dramáticas. Aquí se enmarca la posible recompra de deuda pública.