La decisión del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez, de proponer al actual jefe de Estado Mayor de la Defensa (Jemad), general Félix Sanz Roldán, como candidato a presidir el Comité Militar de la OTAN, llega en un momento en el que corren aires renovados de guerra fría en el seno de la Alianza Atlántica. "Estados Unidos quiere un 'halcón' al frente de la mayor organización militar del mundo porque los tiempos que se avecinan no van a ser nada fáciles", afirman mandos militares españoles en activo
A ello se suma la desconfianza de los militares de Washington hacia el español.
Los militares estadounidenses critican esta candidatura, que compite con un general polaco y otro italiano, con tres argumentos: "España es el país, de los grandes de la OTAN, que tradicionalmente menos tropas aporta a las misiones. En concreto, el 2,3 por ciento (apenas 3.000 militares) de unas Fuerzas Armadas integradas por 120.000 cuadros de mando y soldados. La escasa implicación española no sería proporcional a ocupar un cargo de esta relevancia", puntualizan.
En segundo lugar, la retirada de Irak, a efectos militares, sigue pesando como una losa. Sobre todo porque, subrayan, ha generado "pérdida de confianza" hacia uno de sus aliados más estrechos. De ahí que el candidato polaco goce, a priori, de cierta simpatía producto del apoyo de Polonia a la guerra de Irak.
En tercer lugar, una cuestión como las simpatías de José Luis Rodríguez Zapatero hacia el presidente venezolano Hugo Chávez, aunque las relaciones se hayan enfriado en el último año por las propias presiones norteamericanas, constituyen una obsesión para el ala más dura del Pentágono.
De esta forma Sanz Roldán tendría que lidiar con Estados Unidos y con los antiguos satélites soviéticos, integrados hoy en la OTAN, que -como buenos "conversos" (pertenecieron al Pacto de Varsovia hasta la caída de la URSS)- se han convertido en acérrimos defensores de las tesis de Washington con el objetivo de frenar la recuperación militar de la Rusia de Putin.
Plantar cara a Moscú
Dicho de otra forma: el candidato que sea elegido en votación secreta por los 26 jefes de Estado Mayor de la Defensa de los países miembros de la OTAN tendrá que desempolvar viejos planes de la guerra fría y plantar cara a Moscú, una vez que el jefe del Kremlin ha decidido reanudar los vuelos de patrulla de los bombarderos nucleares estratégicos por las fronteras exteriores de la Federación Rusia, lo que no ocurría desde la caída de la URSS en 1991.
Además, la flota rusa vuelve a surcar el Mediterráneo con su dotación de armamento nuclear al completo, y Putin amenaza con apuntar sus misiles hacia ciudades europeas. Medidas espectaculares como respuesta a los planes norteamericanos de instalar una estación de radar en la República Checa y una base de misiles balísticos en Polonia con la pretensión de crear un escudo antimisiles que proteja a Europa de un eventual ataque de misiles iraníes, pero que Rusia interpreta como una agresión y un intento de crear alrededor de sus fronteras un "cordón sanitario" que la aísle internacionalmente.
En este enrarecido clima, el futuro presidente del Comité Militar, que será elegido en noviembre y ocupará su puesto en la próxima primavera, tendrá, además, que tomar posición ante dos asuntos clave para la estabilidad mundial y la credibilidad de la nueva OTAN, en los cuales Estados Unidos "va a echar toda la carne en el asador", a juicio de los citados mandos militares españoles. Se trata de la guerra en Afganistán y un previsible "raid aéreo" del presidente Bush contra las instalaciones nucleares iraníes antes de que termine su mandato en noviembre de 2008.
Salida de Afganistán
Un sector de la OTAN, en el que se integra España junto con Francia y Alemania, es partidario de retirarse de Afganistán al considerar la misión en el país asiático un "embarque" de Estados Unidos que obedece a sus intereses estratégicos.
Washington viene presionando a los órganos de decisión, tanto políticos como militares, de la OTAN para evitar dicha retirada. Asimismo, en los despachos de la Alianza Atlántica se considera que el ataque norteamericano a Irán es sólo una cuestión de tiempo. Y Washington quiere un compromiso de la OTAN porque sabe cómo empezar, pero no cómo acabaría, una decisión de tal envergadura en un Oriente Medio encendido por las guerras de Irak y Líbano y una tensión creciente en la zona.
Así pues, Washington quiere asegurarse en estos críticos momentos un presidente del Comité Militar -el puesto más alto al que puede optar un militar europeo- un halcón que sintonice con sus directrices. Y ello, a pesar de que desde 1948, fecha de constitución del Tratado Atlántico, el máximo jefe militar es un general norteamericano. Imposición que, si tuvo sentido durante la guerra fría, carece de él desde la caída del Muro de Berlín.