
Viajar o enviar mercancías a Estados Unidos le convierte a uno en presunto terrorista. Quienes han cruzado el charco después de los trágicos atentados del 11-S en Nueva York saben lo desagradable que es sentirse maltratado en las aduanas norteamericanas. Para los europeos tiene su punto positivo, si se mira como una merecida cura de humildad. En el Viejo Continente tratamos peor a nuestros inmigrantes, pese a que ellos sí tienen razones tan imperativas para viajar como huir de la miseria o de la guerra.
El último fruto de la paranoia americana, como adelantaba elEconomista el 3 de agosto de 2007, es que los extranjeros que deseen viajar a EE UU deberán fichar en Internet al menos con 48 horas de antelación, como ya ocurre con quienes van a Australia. Y cruzar los dedos si ya han comprado el billete, para que el permiso no les sea denegado. Los europeos también, pero nos queda el alivio de que seguimos sin necesitar un visado para estancias cortas.
Todo bajo supervisión
Si en lugar de ir personalmente, enviamos contenedores de mercancías, las cosas también se complican. Washington va a exigir que uno por uno, todos los contenedores exportados con rumbo a su país sean escaneados en el puerto en el que son embarcados. No vayan a llevar las armas de destrucción masiva que los sagaces marines siguen sin encontrar en Irak.
Los costes y los retrasos que esta idea convertida en ley provocarán al comercio serán millonarios. Los responsables de la política comercial y aduanera de la UE temen que los puertos europeos deban emprender costosas reestructuraciones para cumplir las nuevas exigencias. No falta en Bruselas quien ironiza diciendo que es lo único que se les ha ocurrido a los americanos para frenar su desbocado déficit exterior.
Donde las dan, las toman
La Comisión Europea ha advertido a nuestros amigos estadounidenses, con los que a todas luces reina la confianza, que se reserva el derecho de imponerles las mismas zancadillas. Si se atreve y reúne el apoyo de los Gobiernos de los 27 países de la UE, será más bien por fastidiar. Porque Bruselas ya las ha calificado de "innecesarias".
Pero la Comisión Europea aún no tira la toalla y espera encontrar soluciones más productivas. La legislación recién aprobada por el Congreso y firmada por el propio presidente George W. Bush parece contemplar posibles exenciones. Además, su puesta en marcha depende de reglamentos de aplicación que aún deben ser elaborados. De manera que Bruselas confía en que sus gestiones sirvan para que las mercancías y los viajeros europeos se vean lo menos importunados que sea posible.
Hace un lustro que las autoridades estadounidenses, para prevenir nuevos atentados, fichan a cuanto viajero llega a sus aeropuertos. Las aerolíneas, si no quieren perder su derecho a volar al Imperio, están obligadas a suministrar datos de sus pasajeros tan personales como el origen racial o étnico, la ideología política, las creencias religiosas y la orientación sexual.
Violación de datos privados
Esta práctica, una flagrante violación de la normativa europea de protección de datos, ha terminado por encontrar cobertura legal tras las negociaciones entre ambas orillas del Atlántico. Es más, la Comisión Europea estudia copiar la idea. Quizás también para fastidiar como en el caso de la petición vía Internet de permisos de viaje.
También ha logrado Estados Unidos que la UE dé cobertura legal a su espionaje bancario, tras prometer autocontención y que sólo lo usará para luchar contra el terrorismo, no para espionaje industrial. Sus servicios de seguridad pinchan los canales por los que se transmiten las transferencias internacionales: no les interesa el dinero, sí la información que lo acompaña: emisor, cantidad, destinatario, etcétera.