Superstición y negocio se mezclan en una fecha que muchos consideran que es la señalada por la Biblia. Ábrala, vaya al libro del Apocalipsis y lea el capítulo 13; versículos del 16 al 18.
Como verá, dice: "Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre. Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis".
Hoy podría ser el fin del mundo. O el principio del fin. Hoy es 6 de junio de 2006 y, al reducir la fecha a una sola cifra, aparece el dígito que la Biblia considera el número de la Bestia: 666. Hoy, como en el año 666 o en el 1006, el mundo no se ha acabado y parece evidente que en aquellas fechas no empezó tampoco el principio del fin. En el siglo VII o en el XI menudearon los falsos profetas. En el siglo XXI se prefiere sacar tajada económica de la superstición.
Por ejemplo, Hollywood estrena hoy mismo su nueva película sobre el advenimiento del anticristo (la original, La profecía de 1976, se estrenó otro 6 de junio... aunque de 1976) y hace unas semanas un número de teléfono compuesto únicamente por 6 se vendió en Qatar por 3,4 millones de euros.
Quedémonos en Hollywood y en aquella película de 1976 protagonizada por Gregory Peck. ¿Saben que fue el primer largometraje que gastó más en publicidad que en su producción? Costó 2,3 millones de dólares y dedicó 15 millones a promoción. Sólo en Estados Unidos recaudó 70 millones y dio pie a dos secuelas y, 30 años después, a un remake.
Ahora, las cifras de producción y publicidad de La profecía de 2006 son una incógnita, pero dejan en pañales a la de su antecesora. Sólo adelantar el estreno a un martes para hacerlo coincidir con la fecha mágica supone un sobre coste de publicidad para avisar al público. La cinta llegará a 2.500 cines, álgo sólo al alcance de las grandes superproducciones. No en vano, La profecía 666 aspira a tomar el testigo al frente de las taquillas de los mutantes de X-Men 3 y de otra película con trasfondo bíblico, El Código Da Vinci.
San Juan y el Apocalipsis
No hay que ser Dan Brown para saber que un secreto ancestral que data de la mismísima Biblia, unido a un número o un código indescifrable y una amenaza que puede trastocar la marcha del mundo occidental, vende. Y mucho. El número de la bestia -o del diablo, demonio, anticristo...- acumula tantas teorías como años lleva sin descodificarse.
Seguramente, cuando San Juan escribió el famoso versículo se refería a Nerón y a la campaña que había emprendido de crucifixiones en las afueras de Roma con los cristianos. La marca de la bestia, entonces, sería el culto al emperador y todo el que acataba el imperio, por lo tanto, estaba condenado. Un mensaje evidente de advertencia para los que se echaran atrás en su fe cristiana. Esto, al menos, es lo que defienden un buen número de estudiosos de la Biblia.
Otros, los que se resisten a admitir que San Juan no se limitara a convertir la realidad en una metáfora, prefieren jugar a adivinos y, como en el siglo VII, a profetas. Y en los últimos años, la clave económica de la cita bíblica ha cobrado protagonismo. Esa exigencia de tener la marca de la bestia para comprar y vender cualquier cosa es demasiado jugosa.
El código de barras...oculto
Una experta en apocalipsis varios, Mary Stewart Relfe, dedicó años y años a seguir el rastro a esa marca del diablo, para terminar encontrándola, nada menos, que en los códigos de barra. La deducción se cumplía en sus dos extremos: por un lado, todo objeto de consumo cuenta con un código de barras; y por el otro, en la numeración de cualquier código aparece el triple seis.
Hagan la prueba: cierren el periódico y miren la serie de barras y números de la última página. En el bloque principal comprobarán que una barra doble más larga que el resto abre la serie, la corta en su mitad y la cierra. Pues bien, la empresa informática que desarrolló el sistema asegura que esas barras tienen valor seis en la serie numérica que descifra el código. La triple barra se repite en todos y cada uno de los objetos que se compran y venden en el mundo...
Si hacemos caso a esta teoría, la humanidad al completo lleva décadas condenada y ni siquiera lo sabe. O quizás lleva algo menos de tiempo condenada, ya que otra de las grandes teorías de los adventistas del anticristo -por llamarlos de alguna forma- es que la marca de la bestia es la triple w que da acceso a cualquier página en Internet. ¿Y cómo se llega a pensar que una w equivale a 6?
Numerología maldita
Pues de la misma forma que hay quien dice que Bill Gates es el anticristo. La numerología da para mucho y hay quien usando el mismo sistema de asignación informática a cada letra logra sumar 666 con Bill Gates III. Como también Adolf Hitler o Josef Stalin sumaban 666 si a cada letra se le otorgaba el número que ocupa en el abecedario (en este caso, sólo en el abecedario anglosajón, ya que en el castellano, con la ñ de por medio, los dictadores se pasan de 666). A Ronald Wilson Reagan también se le acusó de anticristo por el mero hecho de que sus tres nombres suman seis letras.
Curiosamente, Estados Unidos es el país que teme más a la Bestia. El número 666 de la Quinta Avenida de Nueva York, propiedad de Citigroup, decidió cambiar en 2002 el enorme número que presidía el rascacielos por las letras de la firma financiera. La carretera 666, en Nuevo México, modificó hace un par de años su denominación por 491. La empresa de computadoras Intel eludió llamar a uno de sus productos Pentium 666, cuando ésa era la potencia del aparato. Se llamó finalmente Pentium 667... ¿Y sabían que el peso molecular de la Viagra es de 666,7 gramos?
Todas estas precacauciones, sin embargo, entran en el campo de la superstición. El número de la bestia está en todas las partes que se quiera buscar. Como el 999 o el 444. Lo demás, religión aparte, es negocio.