Economía

Elena Salgado suspende: de la recesión a la economía de supervivencia

Imagen: Luis Grañena

De ministra melómana a vicepresidenta del desconcierto. Este cronista ha tenido que remontarse en la memoria hasta los tiempos del vicepresidente Fernando Abril Martorell (Fernando el Caótico, para la historia doméstica) para significar la penosa sensación de navegar a la deriva, de estar sometido a todos los vientos.

Cierto es que fue azaroso hasta su aterrizaje en las responsabilidades máximas de una economía endiabladamente deteriorada por el disimulo político y las indisimuladas diferencias de criterio entre Pedro Solbes y José Luis Rodríguez Zapatero, que el ex ministro ha querido despachar galanamente diciendo que eran "generacionales".

Elena Salgado (Orense, 1949) fue lanzada en paracaídas sobre un pantano (es encomiable su espíritu de servicio) y no ha sabido salir de él, más bien, al contrario.  De una persona de su temperamento se esperaba, al menos, que no pusiera pie en pared ante algunas de las extravagantes ocurrencias del titular de facto de Economía, Rodríguez Zapatero, pero, enseguida ha comprobado que, como Solbes, se plegó a la errática y providencialista política económica tamizada por la Moncloa.

Su nota como ministra: 1'92

La calificación que ha merecido por parte de la Redacción de elEconomista es un 3,14 sobre 10. Sin embargo, los 2.936 lectores que han calificado a la ministra a través de la web de eleconomista.es han sido mucho más rigurosos y mayoritariamente le han suspendido con la máxima rotundidad: 1'92.

Este año largo de mandato se inició en la recesión y concluye con la economía reptando por el fondo. Los más benévolos pueden decir que bajo su batuta algo se ha mejorado. Dejémoslo así, por el momento. Elena Salgado se dejó llevar por lo que la moda, siempre fugaz, consideró el regreso del keynesianismo, celebrado con alborozo y propaganda por el Gobierno.

En su primera comparecencia como vicepresidenta segunda, Elena Salgado proponía, el 20 de mayo de 2009, aplicar un importante impulso a la política fiscal a corto plazo. "Tan perjudicial es no utilizar el margen presupuestario disponible para contribuir a mantener la demanda como excederse entrando en una senda insostenible", dijo. Desde luego, dotes adivinatorias no le faltaban a la titular de Economía y Hacienda. Ce por be cumplió sus designios.

"Bajar impuestos es de izquierdas"

Pocos meses más tarde, ante el Parlamento Europeo, en la comparecencia con motivo de la inauguración de la traslúcida presidencia española, decía Salgado: "Tenemos que ir más allá de la mera reducción de déficit para asegurarnos de que los planes de estabilidad presupuestaria tengan el requisito de la estabilidad a largo plazo". Esos mismos días teníamos que aceptar que España había acumulado un déficit del 11,3% en 2009, cifra sin parangón en los anales de Hacienda.

Casi sin querer hemos topado con la Presidencia española de la Unión Europea, en la que queda inscrita la más penosa peripecia de la vicepresidenta segunda y ministra de Economía y Hacienda, como miembro destacado del Gobierno. La titular del Consejo Europeo del ramo, la jefa del Ecofin, recibe en Bruselas un varapalo tras otro. El crédito internacional de España pasa por sus horas más bajas en el momento en el que más necesita la financiación extranjera.

La apelación a la "perversa" actuación de los especuladores internacionales es una clara señal de impotencia. La propuesta de unos pactos económicos de Estado (el nonato pacto de Zurbano) descarrila y la fulgurante estrella de la Ley de Economía Sostenible, pregonada por toda la trompetería gubernamental, se queda en poco más que un acuerdo bilateral para salvar a la mitad "del mejor sistema financiero del mundo" de una debacle cierta.

Y aunque "bajar impuestos es de izquierdas", como dijo el presidente del Gobierno, no ha tenido inconveniente en llevarle la contraria en eso y los ha subido con fruición.

Salgado ha sucumbido a la política económica compasiva y rodiezma de Rodríguez Zapatero; ha cambiado 180 grados su discurso y participa de la misma perplejidad e improvisación que denota todo el Ejecutivo socialista.

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