
Nada más poner el pie en Toronto, los líderes de esa veintena de países que juegan un papel crucial para la economía mundial no hacían más que hablar de recorte de déficits a la mitad en 2013. Todo un logro que se contradice directamente con el costoso esfuerzo que conlleva organizar cumbres de estas caracterÌsticas.
La buena reputación del primer ministro canadiense, Stephen Harper, quien es conocido por la buena gestión ejercida sobre las cuentas del país se ha visto ensombrecida por la opulencia a la hora de organizar las citas del G8 y el G20: al fin y al cabo el coste de la cumbre alcanza alrededor de los 1.170 millones de dólares.
Esta descomunal factura, a cargo de los contribuyentes, se postula como una de las más caras y dista de la austeridad de la comitiva del pasado abril de 2009 en Londres, una cita que se solventó con tan sólo 30 millones de dólares.
Barra libre para negociar como reducir el déficit
Harper y las autoridades canadienses en general se han volcado en amabilidad y atención a los medios de comunicación, algo que se agradece especialmente tras el trato arisco de otros encuentros. No es extraño que la policía canadiense abra los bolsos y mochilas y bromee con un "no llevas una bomba dentro, ¿verdad?". El Direct Energy building, donde se hospeda la prensa internacional, cuenta con un curioso emplazamiento liderado por una barra donde se sirven bebidas gratuitas y un área de descanso con un lago artificial cuyo coste asciende a 57.000 dólares.
El área está coronada con una pantalla gigante con imagines idílicas del espectacular medioambiente canadiense y cómodos sillones de madera que invitan a relajarse en un ambiente puramente cargado de adrenalina.
En un primer momento, el gobierno canadiense había destinado 179 millones de dólares para organizar sendas cumbres del G8 y el G20. Poco después decidió dar luz verde al desenfreno y dedicar 1.170 millones de dólares, de los cuales casi 930 millones han sido destinados a seguridad. Las comparaciones son odiosas, pero en el encuentro del pasado septiembre el Pittsburgh, el gasto en seguridad fue de 12'2 millones de dólares, un 1'5% del coste aquí en Toronto y Huntsville, donde se celebró el G8. En Londres, cumbre anteriormente mencionada, la factura de seguridad fue de 28'6 millones de dólares, según un estudio de la Universidad de Toronto.
De hecho, sólo la cumbre del G8 celebrada en Japón tras los atentados del 11 de Septiembre superó los 124 millones de dólares.
La crítica velada de Sarkozy
El propio presidente francés, Nicolas Sarkozy, se atrevía a afirmar que las próximas cumbres multilaterales que acogerá Francia, del G8 y del propio G20, tendrán un presupuesto mucho más austero que el canadiense. "Con respecto al G8 y G20 francés, aunque no puedo confirmar las cifras de las que hablan en Canadá, puedo decir que en Francia serán 10 veces menores", aseguró.
Desde la Universidad de Toronto, John Kirton, experto en cumbres de este tipo y director de la investigación del coste de la cumbre justificó el desembolso canadiense al afirmar que "por primera vez el G8 y el G20 se han celebrado a la vez, como cumbres gemelas". Además, en referencia a Pittsburgh y Londres, recordó que la inversión de Reino Unido y Estados Unidos en su ejército es mucho mayor si se compara con Canadá. "En EEUU hay bases militares en todos los sitios, los americanos pagan por ellas todos los dÌas, el Pentágono pasa la factura", explicó.