Economía

Las dos caras de Nicolas Sarkozy

Nicolás Sarkozy ganó las elecciones presidenciales el pasado domingo frente a la socialista Ségolène Royal. Foto: Archivo
"Juntos todo es posible" era el eslogan de campaña de Nicolas Sarkozy, y en muchos de sus carteles, las manos de sus detractores añadieron: "Hasta lo peor".

Con la legitimidad que le otorga su cómoda victoria del domingo, el nuevo presidente francés podrá mostrar sin inhibiciones su doble perfil: más pragmático y liberal en Francia y proteccionista fuera de ella.

Sarkozy es sin duda el líder más afín a la economía de mercado que ha conocido el país galo en mucho tiempo, y su programa para revitalizar la economía tiene puntos en común con el que defendió Margaret Thatcher a partir de 1979. Pero de ahí a describirlo como "una Thatcher, sin las faldas" o a calificarlo de "ultraliberal" como hacen sus oponentes, hay un buen trecho.

A partir del 16 de mayo, día en que se ha fijado el traspaso de poderes, el nuevo jefe del Estado ha prometido organizar varias conferencias sobre las reformas económicas y sociales más urgentes. El objetivo de la primera es establecer un sistema de "flexi-seguridad" en el mercado laboral, con un tipo de contrato único que facilite el despido sin perjuicio de la protección del trabajador.

Su reforma laboral

Sarkozy se propone endurecer las condiciones para beneficiarse de subsidios de desempleo -no podrán rechazarse más de dos ofertas de trabajo- y hacer más eficaces las oficinas de empleo estatales. Otra de las conferencias tratará de los derechos sindicales: el presidente quiere establecer servicios mínimos en los transportes e imponer votaciones después de ocho días de huelga.

También pretende reducir el número de funcionarios y la deuda pública por debajo del 60 por ciento del PIB, y en julio tendrá listo su arsenal de medidas fiscales: exonerar de impuestos y cotizaciones las horas extras, suprimir el 95 por ciento de los derechos de sucesión y ampliar el "escudo fiscal", de forma que nadie pague más de la mitad de lo que gana en impuestos directos.

Como un insulto

No hay que olvidar, sin embargo, que Francia sigue siendo un país donde "liberal" es prácticamente un insulto y el antecesor de Sarkozy en el Elíseo -por muy conservador que haya sido- afirmaba recientemente que "el liberalismo ha causado tantas víctimas como el comunismo". Sarkozy es muy consciente de ello, y aunque abogue por la "ruptura" con el pasado, es también heredero de la tradición bonapartista y neogaullista de fuerte intervención del Estado.

El sucesor de Jacques Chirac exhibirá su perfil menos liberal en Europa, y aunque era el candidato favorito de la mayoría de los gobernantes europeos -que ayer le felicitaron calurosamente, incluido José Luis Rodríguez Zapatero- su llegada conlleva tantas promesas de avance como riesgos de crisis.

Fin al letargo francés

El nuevo presidente francés ha asegurado que "Francia está de vuelta en Europa", después del largo paréntesis abierto en 2005 por el rechazo de su país a la Constitución europea y prolongado por la campaña electoral. Pero Sarkozy defiende también una fuerte política industrial y la protección de "campeones" nacionales. Desde hace meses, preconiza la "preferencia comunitaria", critica la competencia "desleal" de los países del Este y China y acusa al comisario europeo de Comercio, Peter Mandelson, de sacrificar los intereses europeos en las negociaciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

"Llamo a nuestros socios europeos a no hacer oídos sordos a la ira de los pueblos que perciben la UE no como una protección, sino como el caballo de Troya de todas las amenazas que llevan consigo las transformaciones del mundo", aseguró el domingo en su primera declaración tras la victoria electoral.

Proteccionismo

El proteccionismo al que insta Sarkozy va a contrapelo de la mayoría de los países europeos, con Alemania en cabeza, que son favorables a un ambicioso acuerdo de liberalización del comercio. También han inquietado sus críticas al Banco Central Europeo (BCE) y a su política de tipos de cambio, a la que acusa de penalizar las exportaciones y favorecer las deslocalizaciones.

Ya no pone en entredicho la independencia del BCE, aunque sigue siendo partidario de un mayor papel de los Estados y con él podría relanzarse el "eurogrupo". Su voluntad de interrumpir las negociaciones sobre el ingreso de Turquía en la UE divide también a los 27.

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