
No deja ser una paradoja. El avestruz, el ave más grande del mundo, no puede volar. Tiene alas, pero su alto peso le impide despegarse del suelo. Lo compensa con una velocidad en carrera que puede llegar a los 70 kilómetros por hora. Por aquello de comparar, en 100 metros casi le sacaría 50 al atleta jamaicano Usain Bolt.
La economía mundial se mira ahora en el espejo de esta peculiar ave, que no vuela pero sí corre. Porque la locomotora global quiere recuperar tracción. Pero, ¿lo logrará? Es más, ¿ganará velocidad de forma continua o, análogamente a la leyenda que envuelve a los avestruces, meterá y sacará la cabeza de la recesión hasta afianzar la recuperación?
Por el momento, estas preguntas encuentran una respuesta que, sin ser definitiva, sí se ha convertido en la máxima a la que se aferran varios de los protagonistas de la economía mundial. "Lo peor de la crisis ha pasado", expresan, a modo de mantra, para recomponer la moral. Lo invocan los organismos internacionales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE); los líderes políticos, como el presidente de EEUU, Barack Obama; los banqueros centrales, con el máximo representante de la Reserva Federal (Fed), Ben Bernanke, a la cabeza ; y los analistas y economistas de las firmas de inversión.
Buenos, regulares... y malos
Esa afirmación contiene un punto de optimismo... moderado. Porque a estas alturas de crisis hay dos cosas claras: nada es definitivo y todo sigue sometido a una alta dosis de interinidad. Y ambas, a su vez, se plasman en tres premisas que definen el prisma con el que enfocar la situación.
La primera, que los síntomas de recuperación no impiden que pueda haber recaídas y retornos a nuevas etapas recesivas. "El riesgo de un nuevo deterioro nunca se puede descartar", admite José Luis Martínez, estratega jefe en España de Citi. La segunda, que aún hay problemas por resolver, como la necesidad de apuntalar el sector bancario. Y la tercera, que las tasas de crecimiento no volverán a ser las de antes. Al menos, durante la próxima década. Es más, si regresan a los niveles vistos entre 2003 y 2007 con celeridad... será a través de nuevas burbujas que, más pronto que tarde, provocarán una nueva crisis.
Por el momento, las previsiones responden a este esquema. Así, la Fed pronostica que el crecimiento estadounidense podría oscilar entre el 2,1 y el 3,3% en 2010. Más comedido se muestra el Banco Central Europeo (BCE), que contempla una horquilla situada entre el -0,5 y el +0,9%. Y desde una perspectiva global, el FMI considera que la economía mundial podría pasar de contraerse en 2009 a crecer un 2,5% en 2010.
Pero son eso, previsiones, y por ahora las estadísticas confirman la fragilidad aún vigente. Unas son buenas e incluso mejoran; otras se estabilizan dentro de la gravedad; y un tercer bloque... sigue con la cabeza de lleno en la recesión.
Arranca el sistema financiero
Entre las primeras, destacan los datos de actividad empresarial. El índice manufacturero estadounidense superó en agosto los 50 puntos, un dato que dibuja la posibilidad de que la primera economía mundial vuelva a crecer. Aunque el avance más notable proviene del lado financiero. Y es bueno que sea así, porque fue el epicentro de las turbulencias.
Desde marzo la mejoría es manifiesta: las bolsas han rebotado entre un 50 y un 75%; la volatilidad, que mide la inestabilidad en los parqués, ha vuelto a las cotas previas a la quiebra del banco Lehman Brothers; y los mercados de crédito se han reabierto, con el consiguiente impulso para que las empresas y los bancos accedan a nueva financiación.
Todo ello, además de consecuencia, es causa del moderado optimismo actual. "La mejora de las condiciones financieras ha sido clave para superar lo peor de la crisis. Me refiero al efecto riqueza de los mercados en las familias y precios/liquidez para bancos y empresas", sostiene José Luis Martínez.
Junto a estas variables conviven otras cifras que, aunque han interrumpido su caída libre, todavía se encuentran en un terreno negativo. Es el caso de los precios de la vivienda. Tomando la referencia estadounidense, el índice Case/Shiller, que toma el pulso a los precios en las 20 ciudades más importantes, acumula 30 meses de caídas interanuales, aunque los descensos se han apaciguado desde abril.
Del consumo al empleo
Algo similar ocurre con el consumo privado. En la zona euro, el descenso interanual se moderó hasta el 1,7% el mes pasado, y pese a que fue la menor caída en 2009, permanece en negativo. En EEUU, repuntó un 2,7% en agosto, el mejor registro en tres años, pero se trata de un dato puntual que debe pasar la reválida de los próximos meses.
Porque el consumo, sin duda, resulta clave para afianzar la reacción. "Por el momento, la pieza del puzzle que falta por encajar para dotar de mayor consistencia al proceso de despegue económico, el consumo, no ha hecho acto de presencia, lo que deja en manos de la recuperación de la actividad industrial casi todo el peso del probable crecimiento en el segundo semestre de este año en la práctica totalidad de las economías desarrolladas", aseguran los expertos de Banif.
Aunque, por encima incluso de los europeos y los estadounidenses, el mundo necesita que sea China quien convierta las tasas de ahorro de los hogares, que han pasado del 27,5 al 37,5% entre 2000 y 2008, en consumo. Además de aportar combustible a la economía global, una mayor demanda interna del gigante asiático ayudaría a reajustar los desequilibrios comerciales globales, otro de los problemas pendiente de resolución.
El letargo del consumo responde a la fragilidad del que posiblemente será el último apartado que sacará la cabeza de la recesión: el desempleo, una variable que actúa con retardo. Es decir, del mismo modo que el paro repunta cuando la crisis lleva meses sobre la mesa... también desciende con retraso. De ahí que Bernanke haya afirmado que, "técnicamente", EEUU ha dejado atrás la recesión, pero que aún habrá que esperar tiempo para que se vuelva a crear empleo. De nuevo los datos hablan: pese a la percepción de mejoría, la primera economía mundial lleva 20 meses destruyendo empleo.
La fotografía que ofrecen los datos refleja, por tanto, un mejor aspecto que se centra en los mercados y en una actividad empresarial que repunta por la necesidad de recomponer unos inventarios ya gastados. Pero estos elementos son insuficientes mientras el consumo y el empleo no levanten cabeza . Es decir, hasta que la reactivación se transmita con más nitidez a la economía real.
"La recuperación será muy lenta", reconoce Stephen Roach, presidente de Morgan Stanley Asia. Coincide el último Premio Nobel de Economía, Paul Krugman, quien vaticina un proceso largo hasta que el crecimiento se asiente. Esta sensación, imperante en estos momentos, alimenta la prudencia y provoca que, a la hora de ponerle forma a la recuperación, los expertos se inclinen por una que adopte un semblante similar a la W. Es decir, una que no esté libre de recaídas. Otra posibilidad pasa por una recuperación en V asimétrica, en la que la remontada sea mucho más débil y prolongada que la recesión.
¿Fuera los estímulos?
En este sentido, la recuperación afrontará dos pruebas fundamentales en los próximos meses. En la medida en que las supere con éxito, la reactivación se acelerará. Consisten en la recapitalización de los bancos y en la retirada de los estímulos por parte de los Gobiernos y los bancos centrales.
Los primeros aún deben reforzar más sus balances para protegerse de los riesgos asumidos en el pasado y reanudar la concesión de préstamos. La incógnita reside en ver si esos recursos vendrán de los mercados y los inversores privados, algo que confirmaría la mejoría, o si esa labor recaerá en los Estados, algo que agravaría los déficits públicos y confirmaría que el mercado aún es incapaz de valerse por sí mismo.
Algo similar ocurrirá con las extraordinarias medidas anticrisis de los bancos centrales y las autoridades gubernamentales. Lo que está claro es que no durarán siempre y que, en algún momento, deberán desmantelarlas. La cuestión reside en cuándo y cuánto.
El FMI ha pedido que se mantengan durante más tiempo para no erosionar la recuperación y, en todo caso, ha solicitado que la estrategia de salida de las políticas actuales sea clara y anticipada para que no pille a nadie por sorpresa. Pero, al mismo tiempo, el economista jefe del BCE, Jürgen Stark, ha advertido del riesgo de la formación de burbujas de activos financieros si los tipos de interés permanecen bajos durante más tiempo del debido. El dilema está servido, y su resolución será determinante para que la economía levante cabeza de una vez por todas.