Economía

Crónica de dos crisis: cualquier verano pasado fue mejor

Si echamos la vista atrás y comparamos este verano con el anterior estío en el que España atravesaba dificultades económicas, la conclusión a pie de calle tira de verso de Jorge Manrique: "Cualquier tiempo pasado fue mejor".

Los españoles apenas tienen un tímido y mal recuerdo de aquel verano de 1993, resacoso tras los acontecimientos internacionales de los que el país salió airoso el año anterior con la exitosa celebración de los Juegos Olímpicos en Barcelona y de la Exposición Universal en Sevilla.

Verano del 93

Entonces, España estaba lejos de ser la octava economía del mundo, aunque la caída de nuestro Producto Interior Bruto (PIB) era del 2,5% y, en los tres primeros meses de este año, la contracción alcanzó el 3%. Hasta junio la caída, según el dato adelantado se moderó hasta el 1%.

Los precios en aquel verano subían a un ritmo del 4,9%, frente a la caída del 1,4% que experimentaron este julio y, por encima de todo, hace 16 años el número de parados en España era de 3.510.200 y, hoy, los datos del INE ponen sobre la mesa la dura realidad de 4.137.500 personas sin empleo. Sin embargo, entonces la tasa de desocupados era del 22,17%, frente al 17, 92% actual.

Datos macroeconómicos aparte, los ciudadanos a día de hoy tienen claro a qué sustantivo va pareja la palabra crisis: parado. Es la principal preocupación de todos y cada uno de ellos. Algunos, lo viven en primera persona. Otros, son conscientes de que la suerte les sonríe por mantener su puesto de trabajo, pero miran con preocupación alrededor y han decidido cambiar sus hábitos en vacaciones por haber visto mermado su poder adquisitivo, por prudencia o por falta de confianza en lo que pueda pasar.

Ha sido un año duro, con mucho desgaste de coco por la incertidumbre, y el descanso es necesario, pero los excesos de las vacaciones son pocos los que se los pueden permitir. La mayoría optan por vacaciones baratas: tiran de casa familiar en la costa, en el pueblo, recorte de días en el extranjero, o bien, ofertas de última hora.

Las 'piezas' más débiles de la crisis

Isabel G. tiene 57 años y en la crisis del 93 se quedó en el paro. Trabajaba en una boutique que cerró, pero su visión de aquella recesión no es del todo negativa porque tardó poco tiempo en encontrar otro puesto de trabajo parecido. Ahora no trabaja. Dejó de hacerlo hace unos años por decisión propia.

La crisis de 2009 ha afectado a su hijo, que lleva siete meses en el paro y, en verano, directamente, ha dejado de buscar porque el mercado, dice, "también está parado". Isabel no deja de lado la autocrítica. "Se nos olvidó pronto aquella crisis y España ha sido un desmadre unos cuantos años", asegura cuestionando que hemos vivido por encima de nuestro nivel de vida, no sólo por la vivienda, también por los viajes de verano. "La gente no pensaba en lo que se gastaba", remarca y critica "la limpia" de las empresas.

No hay contratos

Lucía es colombiana y lleva ya ocho meses en el paro, después de trabajar como teleoperadora desde su llegada a España -hace ya ocho años-. Coincide con Isabel en que la principal diferencia de esta crisis, en lo que a ella le afecta, pasa porque antes "enganchaba" contratos y ahora no. "No tardaban más de una semana en llamarme", afirma lamentando que este año se queda seguro sin vacaciones. En cuanto a las dificultades económicas de 1993, confiesa que es la primera vez que oye hablar de esa crisis : "Me dicen que no como ésta no habían visto nada".

En los noventa, Virgilio Cobos, de 33 años, ya había empezado a trabajar. Tenía un "empleo estable" para su edad en un pueblo pequeño. Poco después, llegó a Madrid, donde ejerció de auxiliar administrativo, pero este agosto está "desmoralizado" porque no se le arregla encontrar nada después de más de un año parado. Uno más sin vacaciones...

La historia de Serafín López, de 43 años, es ejemplo del camino del medio. Mientras pasea con sus dos hijos, recuerda que su puesto laboral estaba en pleno apogeo en 1993. Es arquitecto. Pero, en la actualidad, su empleo está en el aire porque quien le da de comer, una empresa de ámbito nacional, ha presentado un Expediente de Regulación de Empleo que podría salpicarle. La consecuencia: "Recorte de vacaciones, por si...". "Todo gira en torno a si se tiene o no trabajo", remarca convencido de que su poder adquisitivo, de momento, no ha cambiado y de que la bajada de los precios aporta una nota positiva.

Los más optimistas

Los casos de Idoia, de 40 años, y de Raquel Cuevas, de 33, son diferentes. La primera recuerda que en el 93 trabajaba y que la crisis no le afectó mucho, más allá de algún capricho. Ahora es ella quien ha decidido dejar su puesto de trabajo para dedicarse a tiempo completo a su hija. "Yo no lo he notado mucho y no vamos a renunciar a las vacaciones", asegura satisfecha porque dice que, a día de hoy, con la hipoteca casi pagada pueden vivir con el sueldo sólo de su marido.

Raquel, estudiante en la anterior crisis, también está en el paro. Trabajaba en una multinacional de software, pero decidió acogerse a una reestructuración de plantilla y visita la Oficina de Servicios de Empleo para fichar. Es su segunda vez. Pero es optimista. "Es verdad que hay más paro, pero la crisis afecta más a las clases más bajas y no tanto a quienes hemos tenido la suerte de formarnos", asegura tranquila, porque ya empieza a respirar optimismo en su ambiente. Sin embargo, también lo ha notado en sus vacaciones de verano: este año, nadie le libra de los días de descanso en el pueblo, en vez de en la playa, y su habitual viaje exótico lo ha cambiado por un vuelo barato a Irlanda.

En 1993, Carmen Vázquez, que pasa los 30, también era estudiante. "No recuerdo aquella crisis, supongo que me daría igual", recalca. Ahora tampoco le ha tocado de cerca porque es funcionaria de una consejería y tiene su pan asegurado, pero, con todo, se acoge al grupo de ciudadanos prudentes que recurren a las vacaciones en el pueblo, donde "hasta la comida" es más barata. "Nuestra crisis es interna y más grave que la internacional, hemos crecido de mentirijillas", asevera. Se queda, sin embargo, con algo positivo: ¡le ha bajado la hipoteca!.

Los más veteranos

En el pequeño comercio, el verano de 2009 será recordado mucho peor que el de 1993. Luis R. supera los 50 años y lleva casi 40 trabajando en una ferretería, de las históricas de Madrid, fundada en 1924.

Es la tercera generación familiar y, en el 93, ya estaba detrás del mismo mostrador, pero confiesa que ni se acuerda porque, entonces, el pequeño comercio ya llevaba dos años inmerso en su particular crisis, la de un cambio de modelo por la generalización de los centros comerciales y las primeras tiendas de los chinos. "Tengo un recuerdo suave de aquel verano, sin embargo, esta crisis es como ninguna. Es como si no se rompiera nada... he notado unas caídas del 40%", apunta.

El caso de Mercedes Sánchez, de 49 años, es parecido. Tiene una tienda de ropa que abrió hace seis años y nunca se ha visto tan agobiada para cerrar el mes por la reticencia de la gente a gastar. También revela una caída de las ventas del 40%. "Cuesta un montón vender, en el 93 trabajaba en otra tienda, que no era mía, pero aunque hubo quejas, el verano fue mejor", recuerda.

Mateo García, de 68 años, es contundente tras la barra de su bar: "Lo malo de las crisis son los parados, aquí se nota, facturamos un 20% menos, pero no nos podemos quejar, como tampoco pudimos hacerlo en 1993, al fin y al cabo, teníamos trabajo".

Por su parte, María Rosa Navarrete tiene 77 años y recuerda sus tiempos de funcionaria con cariño. En el 93 la crisis pasó de largo por su economía familiar. Sin embargo, ahora tiene claro que la clase media lo ha notado más porque "con el euro las cosas han subido mucho y los precios de los pisos han alcanzado precios desorbitados". Además, esta jubilada es también de la opinión de que "hemos vivido bien y ahora estamos pagando el pato".

Daniel González, también pensionista, hace hincapié en que "ahora estamos otra vez ni arriba ni abajo". A sus 71 años, este ex trabajador de la banca aporta una visión optimista: "Los que tenemos ingresos y tuvimos trabajo en su momento, incluida la crisis del 93, no nos podemos quejar".

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