
Aislado pero bien pertrechado, Gordon Brown demostró este viernes una vez más la gran influencia que todo primer ministro de Reino Unido tiene sobre sus homólogos de la UE. Máxime porque en el debate sobre el sector financiero, era el representante de la primera plaza del Viejo continente: la City de Londres donde, según esgrimía la diplomacia británica, operan unos 600 bancos, 400 de ellos europeos.
Brown salió este viernes de la cumbre europea con lo que quería: un proyecto de integración de la supervisión y la reglamentación financiera en Europa menos ambicioso del planteado en febrero.
También es cierto que quedaron intactas casi todas las grandes líneas del plan concebido por Jacques de Larosière, ex director gerente del Fondo Monetario Internacional y ex gobernador del banco de Francia.
Ahora llega el turno para que la Comisión Europea traduzca las ideas en propuestas legislativas concretas que debería presentar a inicios de este otoño, para que los ministros de Economía y Finanzas de los 27 países de la UE las renegocien. El objetivo es que la nueva arquitectura eche a volar plenamente a lo largo de 2010.
Alertas rápidas
La reforma alumbrará un organismo responsable de vigilar de manera global el sector financiero (macro supervisión). Su misión será detectar desequilibrios sistémicos y, cuando sea necesario, emitir alertas rápidas que contribuyan a prevenir crisis de la virulencia de la actual.
Brown logró evitar que la presidencia de este mecanismo recaiga de manera sistemática en el presidente del Banco Central Europeo, cargo que en la actualidad ocupa el francés Jean-Claude Trichet. Como país ajeno a Eurolandia -el grupo de 16 Estados que comparten el euro como moneda única-, Reino Unido intenta evitar toda subordinación a la máxima autoridad de política monetaria de la zona euro.
El acuerdo ayer alcanzado por los dirigentes de los Veintisiete es que el presidente de esta institución será elegido por los gobernadores de los bancos centrales nacionales del conjunto de países de la UE. Así que no está descartado que termine siendo Trichet.
Pero la gran batalla ha sido en el terreno de la regulación y la supervisión microprudencial: los reguladores y los supervisores nacionales seguirán siendo los responsables de controlar las entidades financieras. Desde el principio se descartó la idea de acuñar un eurosupervisor único.
Más poderes
El avance en este terreno es que los foros en los que actualmente dialogan los supervisores nacionales de, respectivamente, banca, seguros y bolsas obtendrán poderes para armonizar la interpretación y la aplicación de la legislación europea. Y mediarán cuando haya una disputa entre varios supervisores nacionales que vigilan una misma entidad con operaciones en sus respectivos Estados.
La Comisión Europea proponía que la decisión del mediador fuera vinculante, pero que no pudiera tener "efectos directos" sobre los presupuestos de los Estados. Por ejemplo: no podrían imponer a las Haciendas públicas una solución consistente en reflotar con el dinero de sus contribuyentes bancos en apuros.
Brown ha logrado que las decisiones de estos mediadores foráneos no tengan "ningún tipo de efecto" sobre los presupuestos de un Estado. Este límite podría suponer que sus dictámenes fueran sólo consultivos, porque toda decisión de este tipo, si es errónea, puede obligar a que las autoridades de un país salgan al quite para evitar, entre otros supuestos, una quiebra.