Energía

La región que flota en petróleo se queda sin un líquido mucho más valioso: el fracking y la demografía tienen la culpa

  • La población de Texas se ha disparado un 50% en los últimos 24 años
  • El consumo de agua de la población va a superar incluso al de la agricultura
  • Sin cambios, el déficit de agua puede afectar a cientos de miles de hogares muy pronto

Hay una región al otro lado del Atlántico que presume de flotar sobre un 'mar subterráneo' de petróleo. Si fuera un país, estaría entre los cinco mayores productores del mundo de crudo de forma holgada. Sin embargo, pese a la abundancia de este preciado líquido negro, su futuro está en peligro por otro líquido aún más valioso (es petróleo da dinero, pero este otro líquido permite la vida) y que allí parece ser totalmente escaso: el agua. En medio de un auge económico sostenido y una población creciente, uno de los estados más importantes de América se enfrenta a esta amenaza silenciosa, pero letal. Sin agua, Texas no podrá seguir protagonizando el impresionante ciclo de crecimiento económico que está convirtiendo a esta región en una de las más ricas del país y del mundo entero.

No solo en términos de petróleo, hablando de PIB, si Texas fuera un país, sería la octava economía más grande del mundo, por encima de Italia o España. Ahora, esta región se enfrenta a un riesgo cada vez mayor, sobre todo si el cambio climático continúa agudizando las sequías y la amplitud térmica. Según advierten Ethan Dixon, Robert Leigh y Pia Orrenius en un informe de la Fed de Dallas, "sin una inversión significativa, el estado podría enfrentar escasez de agua durante futuras sequías". Es una paradoja: bajo sus pies se esconde el motor energético de Estados Unidos, pero sin agua, el engranaje puede detenerse.

La población está disparada

No hay agua para tantos habitantes. La demografía se ha convertido en un gran problema. Por un lado, el fuerte crecimiento económico de Texas ha hecho de este Estado en un auténtico imán para la población de todo EEUU y de fuera. Si en el año 2000 Texas tenía 20 millones de habitantes, en la actualidad la población alcanza ya los 31 millones. Pero ha sido este éxito lo que está convirtiendo al rey del petróleo en EEUU en una de las zonas con más problemas para abastecer de agua a sus ciudadanos y campos.

Como en las bodas de Caná, donde según la Biblia Jesús convirtió el agua en vino, no faltará algún dirigente, político o personalidad en Texas que desearía poder obrar el milagro inverso: transformar parte del petróleo en agua. En un estado que bombea unos 6 millones de barriles de crudo al día, pero donde los embalses se vacían y los acuíferos se agotan, la paradoja es evidente. Texas nada en hidrocarburos, pero se seca en lo esencial. Lo que darían por poder cambiar un poco de oro negro por agua clara.

El problema no es nuevo, pero se agrava con la intensidad de las sequías y el agotamiento de fuentes clave como el acuífero Ogallala. El State Water Plan, hoja de ruta oficial para la gestión hídrica, prevé un déficit que podría dejar a cientos de miles de hogares sin agua para 2030. Ciudades como Brownsville y Corpus Christi ya han limitado el riego y cerrando piscinas municipales. "La ciudad de Mission (unos 87.000 habitantes) ha considerado una moratoria sobre nuevas construcciones", advierten los autores. El crecimiento urbano del estado pone aún más presión sobre unos recursos ya limitados. De mantenerse la tendencia, el consumo urbano superará al agrícola antes de 2060, con un aumento del 63% en la demanda municipal de aquí a 2070.

El fracking consume mucha agua

El sector agrícola, tradicionalmente el mayor consumidor de agua, está cediendo terreno. "El uso agrícola de agua disminuirá un 20% hasta 2070", señala el informe, debido tanto a la escasez como a una mayor eficiencia y a la venta de derechos de agua por parte de los agricultores. También crece la demanda de industrias intensivas en agua, como los centros de datos, las refinerías o el fracking, este último en zonas áridas como el oeste del estado.

El agua también se utiliza en menor medida para la industria manufacturera, la generación de energía y la minería. Se proyecta que la demanda de agua de la industria crecerá un 14% durante el próximo medio siglo. Esta actividad se concentra a lo largo de la Costa del Golfo, especialmente en refinerías de petróleo y plantas petroquímicas.

Ante esta situación, Texas ha adoptado múltiples estrategias para aumentar su suministro. La conservación representa el 29% del volumen de gestión hídrica previsto; la reutilización, otro 14%. Pero los embalses siguen siendo la solución estrella. El nuevo embalse Arbuckle, en construcción al suroeste de Houston parece ser una buena solución por su gran capacidad. Sin embargo, su alto coste, la pérdida por evaporación y los largos plazos regulatorios complican su expansión.

La falta de agua en el Valle del Río Grande, donde México no ha cumplido su parte del tratado de 1944, agrava aún más la situación. En esta región, el cierre del último molino azucarero en 2024 refleja un problema mayor: "La pérdida de todo el riego agrícola podría reducir el PIB regional en casi 1.000 millones de dólares y destruir 8.400 empleos", según investigadores de Texas A&M.

Los derechos de agua como parche

Frente a la escasez, algunos gobiernos locales optan por comprar derechos de agua. El Paso ha invertido más de 220 millones de dólares en adquirir terrenos ricos en agua. Dallas y San Antonio ya transportan agua por tuberías de más de 150 millas desde fuentes lejanas. Pero esta solución puede ser ilusoria: "El efecto rebote", advierte la Fed de Dallas, hace que los consumidores, al ver embalses llenos, se despreocupen y gasten más.

Finalmente, los economistas del informe insisten en una solución clave: mercados de agua. "El agua se ofrece gratis o por debajo de su valor real, lo que lleva al sobreconsumo", escriben los autores. Texas tiene mercados limitados, como el del acuífero Edwards, pero estos no reflejan aún la escasez real. Ampliarlos permitiría que los precios asignaran el recurso de forma más eficiente. Sin embargo, la legislación actual penaliza los intercambios entre cuencas, dificultando este modelo.

De este modo, lo que está claro es que Texas debe poner remedio a este problema para mantener con vida su ciclo económico. Para ello, sus gobernantes y ciudadanos tienen que invertir en un futuro en el que el crecimiento está basado en una mejor gestión del agua. Con una población que alcanzará los 51,5 millones en 2070, la combinación de inversión, innovación y regulación inteligente será tan crucial como el petróleo lo fue en el pasado. Porque en Texas, donde sobra energía, el verdadero oro líquido es el agua.

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