
La situación en Venezuela es crítica. Las elecciones en el país han abierto una etapa de alta inestabilidad tanto en el interior del país como fuera de él. El Comité Nacional Electoral (CNE) ha reconocido a Maduro como el ganador de los comicios mientras que la oposición se declara vencedora. Esta última lo hace en base a los 24.532 copias de las actas que han recogido durante las elecciones mientras que el gobierno no ha publicado ningún acta o prueba con la que justificar la reelección. Esto ha llevado a que diversos países de todo el mundo reconozcan como ilegítimos los resultados del CNE y proclamen al candidato opositor, Edmundo González, como presidente electo, mientras las calles se movilizan contra el ejecutivo.
En este contexto Maduro ha lanzado una serie de amenazas tanto contra su población como contra el exterior ante el 'ataque' que se estaría produciendo. Entre estas medidas una ha llamado la atención por encima de las demás. Maduro ha afirmado que ya están estudiando la opción de expropiar los proyectos petroleros de EEUU en el país y cedérselos a países aliados como China, Rusia, India o Brasil. El mandatario latinoamericano extendió también esta amenaza a todos los aliados del país norteamericano que también estan apoyando a la oposición, como los países de la UE.
"Esta gente de allá del norte y sus asociados en mundo comentes el error de su vida, entonces esos bloques de petróleo y gas que ya estaban firmados pasarán a nuestros aliados de los BRICS" defendía el líder chavista el pasado martes en un discurso desde el Palacio de Miraflores, sede del gobierno del país.
Aunque aún no se han dado detalles, esta amenaza encierra un verdadero problema para el gran proyecto de Maduro, lograr el despertar de una industria petrolera hundida por años de hiperinflación, mala gestión de su petrolera estatal, baja inversión, una infraestructura en mal estado y sanciones. Sin embargo, el golpe podría ir más allá del simple sueño petrolero y podría sacudir a arriba a abajo la economía del país latinoamericano destando de nuevo el terror de la inflación. Debido, especialmente, a la alta dependencia de este país con el dólar y sus escasas vías para abastecerse de esta moneda.
Una empresa que domina el despertar venezolano
En noviembre de 2022, el mismo año que comenzó la guerra de Ucrania y con el mercado mundial del crudo atrapado en una espiral de caos, EEUU firmó un histórico acuerdo con Venezuela al emitir la 'licencia 41' un permiso con el que se permitiría a Chevron continuar con las operaciones que habían quedado totalmente paralizadas con las sanciones en el país caribeño. Este apaciguamiento siguió en 2023 con la firma de una suspensión temporal de todas las sanciones a cambio de negociar con la oposición la negociación de una puesta en marcha de unas elecciones libres y transparentes.
EEUU tuvo que dar marcha atrás a esta última medida, después de que la CNE prohibiese presentarse a dos candidatos como son Corina Machado y Corina Yoris. Además afirmaron que el país tampoco había cumplido ninguna garantía para asegurar la limpieza de los comicios en ninguno de los otros frentes. Sin embargo, a pesar de que las sanciones volvían, EEUU dejó una puerta abierta, la licencia 41 seguía vigente y de hecho, el permiso para operar se ha expandido a otras empresas como Repsol, Maurel & Prom y Eni.
Sin embargo, la clave está en Chevron. La firma tiene cinco proyectos repartidos en Venezuela, en particular es importante en que se sitúa en la Faja del Orinoco. La empresa, que opera conjuntamente con PDVSA ha pasado de no producir nada, a 100.000 barriles diarios en enero de este año a una ya relevante cifra de 200.000 barriles diarios según los últimos datos de junio. Solo los proyectos de esta empresa suponen más de una quinta parte de todo lo que se extrae en el país. Según los últimos datos oficiales, todos los pozos venezolanos dieron lugar a una producción total de 922.000 barriles diarios. Según las previsiones de IPD Latin America, los proyectos operados por las otras tres empresas Occidentales podrían producir cerca de 50.000 barriles para finales de 2024.
Los expertos señalan que estas empresas occidentales son la clave del éxito para un cierto despertar petrolero del país. La nación caribeña era un auténtico titán del crudo, con cerca de 3,3 millones de barriles diarios producidos en su época dorada (1998). En sus entrañas están las mayores reservas del mundo con el 24% del total. ¿Por qué entonces es tan difícil elevar su producción?
El motivo es que la propia naturaleza de su petróleo, ultrapesado, tiene una parte de culpa pues requiere un complejo sistema de refinería. Al mismo tiempo que depende una potente y refinada tecnología de refino que no posee la propia infraestructura del país está destrozada por una crisis económica que ha dejado a su petrolera estatal, que operaba el 100% del crudo del país en una situación de bancarrota y sin recursos para abrir otros pozos o invertir en reparar sus gasoductos, extractores… etc.
"La industria petrolera del país es totalmente dependiente de las inversiones y decisiones que toma Chevron" comenta Francisco Monaldi director del Programa de Latinoamérica del Instituto Baker de Políticas Públicas de la Universidad Rice en Houston. El experto considera que esta amenaza es "poco creíble" dado que pasar toda esta industria que ha crecido en estas condiciones a otras manos es una camino cargado de riesgos y que, además, ve prácticamente seguro que el crecimiento que se ha ido dando los últimos dos años se frenaría por completo. "Ahora mismo Chevron representa cerca de una cuarta parte de la producción pero es que supone entre un 80% y 90% del incremento que se ha dado de la misma". En definitiva, "si Maduro toma esas medidas Venezuela sería la gran perjudicada por lo que es muy improbable que tomen este camino". No es solo que la inversión sería menor sino que el mismo hecho de entregar estas operaciones a firmas de otros países "generaría una gran dificultad".
Ahí es donde entran las empresas occidentales pues estas aportan el capital para abrir estos proyectos sin necesidad de que el gobierno ponga de su parte. Una inversión que es totalmente esencial para que se cumpla el plan de Maduro, por el que quiere volver a bombear 2 millones de barriles para 2025. Un escenario que parece totalmente imposible para los analistas del sector explican que hace falta un gran periodo de tiempo (y años de tranquilidad geopolítica) para ir rehabilitando la infraestructura petrolera del país. En cualquier caso una expansión importante sería un auténtico balón de oxígeno para un país que ha tenido que sobrevivir a unos agresivos recortes de gasto para frenar una inflación del 130.000% al 337% de 2023 y la destrucción del PIB (con tres cuartas partes del mismo destruido). Al tiempo que dolarizó su economía para que un peso destrozado no siga lastrando la economía. Esto ha llevado a situaciones extremas como un salario mínimo estancado en 130 bolívares al mes (3,5 dólares). Para entender la magnitud de esta situación, según datos de la Federación Venezolana de Maestros, un kilo de arroz en el país se vende a 1,17 dólares.
En ese sentido una 'nacionalización' y posterior traspaso a empresas chinas, rusas, indias o brasileñas entraña un gran riesgo. Un país que necesita los dólares para mantener a raya la inflación perdería uno de sus grandes motores de entrada para esta divisa. "Chevron es una fuente muy importante de dólares en el mercado, que ha ayudado a evitar la devaluación del bolívar. El gobierno ha hecho un esfuerzo muy grande para evitar esta devaluación".
¿Por qué los BRICS no invertirían más?
Sin embargo, una pregunta clara a este respecto es ¿por qué una empresa de los BRICS no puede hacer la misma labor que está haciendo Chevron y en menor medida Repsol o Maurel & Prom. La explicación ya se ve en la propia composición de la producción de crudo venezolana. Actualmente estas industrias de países 'aliados' ya están presentes en los campos venezolanos y, por diferentes motivos, han detenido sus nuevos proyectos. Algo que para los expertos genera dudas de si incluso querrían entrar en los proyectos existentes, pero que deja pocas esperanzas a que se conviertan en los líderes de una Venezuela llegando a los dos millones de barriles gracias a nuevos proyectos.
El caso más claro es China y Rusia. Estos dos países, conjuntamente, producen cerca de las cifras de Chevron, pero con mucho más tiempo en el terreno. En el caso del gigante asiático Monaldi comenta que "ha paralizado totalmente sus inversiones en el crudo venezolano debido a que Venezuela todavía les debe una cantidad enorme de dinero (unos 20.000 millones)". En resumen, las experiencias de impagos, proyectos que no fueron finalmente tan rentables han generado que "la experiencia de china ha sido negativa". Por lo tanto esperan que "el crecimiento en nuevas inversiones será casi nulo". El caso ruso, donde sí ha habido una apuesta más decidida, tiene el gran problema de una guerra que ha provocado que tenga que desplegar una enorme cantidad de recursos no solo en el campo de batalla, sino en mantener su propia producción ante sanciones y ataques de drones por lo que "no tienen capacidad de inversión".
El caso de India y Brasil es complicado pues Maduro ya tomó esta decisión con estos países. En ambos casos el gobierno venezolano les otorgó a empresas de ambas naciones diversos proyectos que antes operaban Total, Equinor y Conoco y que tuvieron que ser abandonadas en 2019 con las sanciones que impuso Donald Trump. Sin embargo, el hecho de no tener una licencia internacional y tener que vender en el mercado negro, algo que también pasaría esta vez, limitó entonces su capacidad de crecimiento.