
El azote laboral que supuso la pandemia para muchos trabajadores se tradujo en una abrupta caída de los ingresos procedentes del empleo, que fue amortiguada en un 70% por las ayudas públicas, que salieron al rescate de quienes perdieron su trabajo. Lo que no consiguieron las medidas de estabilización fue vencer a la incertidumbre para activar el gasto.
La tesis se desprende del Boletín Económico 'Pérdidas de ingresos y de empleo durante la pandemia de COVID-19 y situación financiera de los hogares: evidencia de la Encuesta Financiera de las Familias (EFF)' que publica este martes el Banco de España y que analiza el impacto que la crisis sanitaria tuvo en el empleo en base a la evolución de los ingresos de quienes perdieron su empleo durante la pandemia.
Se trata de la prestación estándar por desempleo (el subsidio por desempleo ya existente antes del covid) y de la prestación por desempleo derivada de los ERTE habilitada a posteriori. El análisis indica que estos mecanismos, "especialmente revalentes durante el primer año de la pandemia", mitigaron la caída de ingresos entre quienes perdieron su empleo en un 70% mientras que sin ellas, el golpe habría sido, en mediana, de un 100%; es decir, las ayudas públicas amortiguaron el descenso de la renta mensual mediana hasta situarlo en el 30%. En el caso de quienes se vieron afectados pero mantuvieron su empleo no se observan cambios sustanciales.

En datos de la EFF 2020 en la que se basa el informe, un 28% de los individuos de entre 18 y 64 años y activos laboralmente experimentaron alguna pérdida o caída de los ingresos derivados del trabajo tras estallar la pandemia. Del total, la mitad experimentaron esa situación durante más de medio año, agravándose aún más su nivel de endeudamiento y anotando menores incrementos en su riqueza neta.
Es esta situación de pérdida de ingresos de larga duración la más sensible. Aproximadamente el 60% de las ayudas públicas que recibió este colectivo provinieron de ERTE, y en torno a un 40%, de subsidios de desempleo. De haber tenido que afrontar la situación sólo con el subsidio por desempleo, la caída de la renta laboral en los casos de mayor duración habría sido del 36,7% frente al 21% de aplicar todas las ayudas.
El motivo más común para la merma de los ingresos fue la situación de ERTE (44%), seguido de un 26% que sufrió pérdidas de empleo por despido o cierre. Estar afectado por una u otra de estas situaciones derivó en realidades diferentes.
Por un lado, quienes se quedaron sin empleo anotaron pérdidas en los ingresos superiores a seis meses mientras que las suspensiones temporales de los contratos se alargaron menos de seis meses de manera generalizada. Por otro, entre los individuos que perdieron el empleo por despido o cierre, la mediana de los ingresos laborales a finales de 2020 cayó un 100% con respecto a 2019, pero aquellos trabajadores que mantuvieron sus empleos (aunque con caídas temporales de ingresos) solo anotaron unos ingresos laborales mensuales un 3,44% inferiores a finales de ese año.

Si bien la caída de los ingresos fue heterogénea, el análisis desvela una evolución homogénea en la disminución del gasto. Estos mermaron en igual medida entre los despedidos y quienes se vieron afectados por la pandemia mantuvieron su empleo. Esta discrepancia se explicaría en el incremento de la incertidumbre derivada de tanto las pérdidas de empleo como de los ingresos, que afectaría igual a ambos grupos y les llevaría a reducir el gasto.