Economía

Así funciona el cerebro de los billonarios: su visión del riesgo, narcisismo…

  • Nuevos análisis tratan de trazar si existe alguna correlación genética en la riqueza

Elon Musk y Jeff Bezos insertos en la carrera espacial, Bill Gates intentando acabar con todas las enfermedades del mundo, millonarios que tienen obsesión por llegar donde nunca nadie jamás ha llegado…

¿De dónde vienen esos comportamientos aparentemente similares entre algunas de las personas más ricas del mundo?

Y luego están sus excentricidades aún más inexplicables, como de las que hace gala Elon Musk cada vez que se enzarza en una discusión con cierto caracter que parece el de un niño pequeño con rabietas.

¿Qué hace que una persona con la inteligencia necesaria para amasar una fortuna tan espectacular sea tan errática? ¿O es que alguien con la creatividad y el talento necesario para amasar tanta fortuna tiene más probabilidades de ser una persona un poco extraña?

Estas son preguntas que han dejado perplejos a científicos de diversas disciplinas durante muchos años; después de todo, los ricos de hoy en día (que en su mayoría son hombres) no son los primeros en mostrar un comportamiento desconcertante, que a veces parece inclinarse hacia la inestabilidad mental.

Se sabe que Howard Hughes acumulaba su orina; Michael Jackson se gastó millones en traer jirafas, caimanes, un oso, elefantes y simios a vivir a su rancho y zoo privado (por no hablar de su cambio de tono de piel); y Steve Jobs no comió más que zanahorias y manzanas durante semanas, a pesar de que su piel se volvía naranja, ni siguió los conejos médicos para curar su cáncer. Y todo sin citar las excentricidades de los mayores ricos de la antiguad: la realeza.

Cuando se cumple el dicho de que "el dinero no da la felicidad"

A lo largo de la historia de la psicología se ha intentado trazar este tipo de comportamiento, hasta dar lugar a una disciplina propia, la neuroeconomía.

En parte, porque en muchos de estos supermillonarios se cumple el dicho de que "el dinero no da la felicidad".

Parte del problema, según explicaron multimillonarios infelices a investigadores del Centro de Riqueza y Filantropía del Boston College en un estudio psicológico de 2011, es la sensación de que ninguna cantidad de riqueza parece suficiente. Nunca hay un punto en el que uno pueda dejar de desear más.

Los 1.000 encuestados del estudio, cada uno con un patrimonio de al menos 25 millones de dólares, describieron sentimientos de ansiedad, insatisfacción y, curiosamente, inseguridad financiera.

Un encuestado dijo a los investigadores que no se sentiría seguro hasta que hubiera amasado mil millones de dólares, planteando la hipótesis de que "al igual que el cuerpo humano no evolucionó para lidiar bien con el fácil acceso actual a la grasa y los azúcares abundantes, y anhelará una hamburguesa con queso extra cuando no debería, la mente humana, al parecer, no evolucionó para lidiar con el exceso de dinero, y deseará más mucho después de que la riqueza se haya convertido en una carga en lugar de una comodidad".

Estos testimonios personales ponen de relieve el problema, pero dejan sin respuesta la pregunta central: ¿Por qué tantas personas extremadamente ricas son desgraciadas y por qué actúan de forma tan extraña?

En busca del gen de la riqueza

Últimamente ha surgido otro género académico, la genoeconomía, que intenta responder a esta pregunta utilizando el caudal de información genética disponible desde finales del siglo pasado, cuando se cartografió por primera vez el genoma humano. Los científicos de este nuevo campo -cuyo nombre se acuñó en 2007- sugieren que algunas personas nacen con propensión al éxito financiero, y han estado buscando un "gen de la riqueza" que separe a los multimillonarios del resto de nosotros.

Han hecho algunos progresos, pero aquí está el problema: resulta que esa propensión genética a menudo va unida a la probabilidad de que aparezcan rasgos de personalidad desordenados.

Las investigaciones han demostrado cierta correlación entre el nivel educativo (considerado un indicador de la probabilidad de enriquecerse) y la predisposición a la esquizofrenia, el autismo, los trastornos de ansiedad y otras afecciones.

Resulta que no existe un "gen de la riqueza", afirma Daniel Benjamin, profesor de la Anderson School of Management de la UCLA y de la David Geffen School of Medicine a la revista Fortune, que lleva dos décadas trabajando en este campo.

En los estudios de Benjamin sobre el nivel educativo, en lugar de una única aguja genética en el pajar genómico, él y sus colegas han identificado hasta 3.952 que incurren en este tipo de personalidades, pero todas parecen tener algo en común: estar dispuesto a aceptar ideas nuevas y extrañas.

Algo tan útil como para inventar algo disruptivo o tener una visión del riesgo menor, como para creerse una teoría de la conspiración.

"No me sorprendería que un efecto secundario fuera ser especialmente flexible intelectualmente, buscar muchos tipos diferentes de opiniones", dice a Fortune. "Estas son probablemente características útiles para tener éxito en el mundo de los negocios... Cuando lo aplicas en el contexto de las vacunas o lo que sea empieza a parecer teorías conspirativas".

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