Economía

El alza de los precios acorrala las perspectivas de crecimiento de la UE

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La economía europea se encontró con múltiples obstáculos inesperados en los últimos años. Una repentina pandemia paralizó la actividad de los Veintisiete y obligó a tomar medidas extremas para minimizar los altos ratios de mortalidad. Hubo quien auguró que el impacto sobre la economía sería devastador. Y la UE puso en marcha un inédito plan de Recuperación que se basaría en la primera emisión de deuda conjunta de los Estados miembro. Un hito que supuso un antes y un después para los conocidos como países frugales y que aspira a aupar una economía herida.

Fue cuando el desventurado episodio pandémico empezaba a tocar su fin, que la invasión militar de Rusia en Ucrania ponía en jaque a la UE con una guerra a sus puertas. Los altos precios del suministro energético, desprovisto de toda seguridad por el chantaje ruso, han obligado a Bruselas a cambiar de estrategia y buscar nuevos aliados para alejarse de Moscú. Y la sombra de una recesión técnica ha empañado las perspectivas de crecimiento del bloque comunitario en los últimos meses del pasado ejercicio.

El aciago conflicto militar parece haber salpicado a la economía europea pero no tanto como se preveía en un principio. La contracción económica en el último trimestre del 2022 fue menor de la esperada. Y la desaceleración del crecimiento se quedó en eso, en una bajada de ritmo. No se llegó a resolver en la recesión prevista para el arranque del año. El Producto Interior Bruto (PIB) de la eurozona experimentó un ligero crecimiento del 0,1% en el primer trimestre del 2023, según los últimos datos de la oficina europea de estadística, Eurostat. Unas cifras que reflejan un avance del 0,2% para los países de la UE en el mismo periodo.

Antes de lo que preveían las instituciones comunitarias, la economía de la zona euro y de los Veintisiete remontó. Lo que ha supuesto un cambio significativo en las estimaciones de crecimiento para el presente ejercicio. Las proyecciones de primavera de la Comisión Europea corrigen al alza los pronósticos realizados en invierno. Un análisis según el cual el PIB de los Veinte experimentará un repunte del 1,1% en 2023 y el de la UE del 1%. Para 2024, los cálculos de Bruselas apuntan a un rebote del 1,6% y del 1,7%, respectivamente.

La disposición de tales cifras configura, sin embargo, tan sólo el prólogo de la radiografía económica del bloque. Considera Bruselas que la crisis energética está todavía muy presente. Los mensajes llaman a no bajar la guardia en lo que al suministro energético respecta. Las acciones se enfocan en diversificar las rutas de abastecimiento, principalmente de gas y gas natural licuado. Y nuevos empeños han emergido del ingenio que aflora de la necesidad: las compras conjuntas de gas de gas a nivel de la UE se articulan como un intento de evitar picos de precios como los atestiguados el pasado agosto.

Tras reducir el consumo energético en los Veintisiete y aventurarse, por vez primera, en empresas quijotescas como la reforma del mercado eléctrico, la UE continúa resintiéndose de la espiral alcista que han dibujado los precios de la energía. Si el punto de partida ha sido la guerra en Ucrania y la instrumentalización por parte de Rusia del suministro de gas, las consecuencias continúan tiñendo los indicadores económicos de la UE. Salpica los precios de los alimentos, enturbia los costes de producción de las empresas, especialmente las electrointensivas y gas intensivas, sume la inflación en la retroalimentación y deja contra las cuerdas los bolsillos de los consumidores. .

Inflación

Lo que ha conseguido el Banco Central Europeo, con su reciente política de subida de tipos de interés es contener el empuje de la inflación y llevarla a niveles del 2%. No así las economías de los ciudadanos. El endurecimiento de la política monetaria ha conseguido contener una recesión en invierno que parecía inevitable. También aplacar la subida de precios, con unos niveles de inflación del 7% en abril en la eurozona, según Eurostat.

Pero el punto de inflexión lo marcó la inflación subyacente, que dibujó en el cuarto mes del año la primera bajada desde el pasado junio. Sin contar el efecto de los precios de la energía, los alimentos el alcohol y el tabaco, repuntó un 5,6%, una cifra que rompe con la tendencia al alza que viene marcando desde hace diez meses.

En todo caso, la Comisión Europea, en sus previsiones de primavera elevó su estimación para inflación para cierre de año al 5,8% en los países del euro y al 6,7% en los países de la UE. En la lista de justificaciones están los "desafíos persistentes" pero también el aumento de tres cuartos de punto porcentual de la inflación subyacente.

En tiempos en los que el BCE ha subido los tipos de interés en 375 puntos básicos en intento por controlar la inflación, uno de los riesgos escondidos es la divergencia con la política emprendida por la Reserva Federal estadounidense. Se proyectan nuevas alzas de tipos ante el temor de que la subida de la inflación subyacente se mantenga y Bruselas espera una contracción gradual de la misma a medida que los márgenes de beneficio absorban el aumento de los salarios y el endurecimiento de las condiciones de financiación enfríen la demanda.

Reglas fiscales

Y aparecerán en escena de nuevo, en 2024, las reglas fiscales. Fue, precisamente, la pandemia razón suficiente para suspender la aplicación del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que establece que el déficit sobre el PIB de los Estados miembro no debe superar el 3% y el 60% en el caso de la deuda sobre el PIB. Apremia esta cuenta atrás pues la UE se encuentra inmersa en la reforma de estas reglas fiscales. Tras la propuesta presentada este mes por la Comisión Europea, Alemania sigue mostrándose reacia a mantener la manga ancha.

La situación se antoja compleja para España, que, al ocupar la presidencia del Consejo de la UE, tendrá un rol de mediador para configurar los acercamientos de posturas entre países. Aceptado el contexto, la Comisión Europea prevé que el déficit de la zona euro se sitúe en el 3,1% en 2023 y en 2,4% en 2024, mientras que en el caso de la UE proyecta un 3,2% y un 2,4%, respectivamente.

En lo que respecta a la deuda, el Ejecutivo comunitario rebaja sus anteriores cálculos y apunta a un 90,8% en el presente ejercicio en la zona euro y un 89,9% el año que viene. Dos cifras que en los Veintisiete se proyectan en un 83,4% y un 83,6%, respectivamente.

Autonomía estratégica

Cuando Vladimir Putin emprendió su invasión militar de Ucrania, se encontró a una UE poco preparada para romper sus lazos con Moscú. Le apretaba su vínculo energético, que a golpe de sanciones ha ido confiriendo cierta independencia para el bloque comunitario. Ha sido esta coyuntura la que ha configurado un punto de inflexión para la estrategia comunitaria a largo plazo.

La resaca de la rotura de la cadena de suministro desde China, a causa de la pandemia, todavía golpeaba las sienes de la UE. La crisis de los fletes del transporte marítimo y la falta de microchips en las cadenas de producción evidenciaban un cambio táctico necesario: la autonomía estratégica. Y esto se aplica también al sector energético.

Acelerar la transición energética se ha convertido, por tanto, en mantra y guía de las políticas comunitarias. Se apoya en la idea de una UE cero emisiones, tal y como proyecta el Pacto Verde europeo en 2050 y se sostiene en estrategias para impulsar la industria. No en vano, los subsidios de la Administración Biden para la industria limpia y los vehículos eléctricos han suscitado tensiones entre la UE y Estados Unidos.

El resultado ha sido una nueva ley comunitaria Cero Emisiones que busca impulsar el sector de las renovables en el bloque. Que de paso también se inclina por traer la producción de tales tecnologías a los Veintisiete es innegable. Con la lección aprendida, en cierta forma, era menester. Más polémico, aunque en la misma línea, es la propuesta de extraer de nuevo materias primas en territorio comunitario. Y es que de nuevo se busca evitar dependencias arriesgadas para lograr los objetivos de un Pacto Verde, cuyo calendario arroja cada vez más dudas entre los Veintisiete.

Plan de recuperación

El plan de salida de la pandemia llegará en 2024 a su fase intermedia. Por lo pronto España continúa siendo el país más avanzado en lo que a desembolsos se refiere, tras el tercer pago de 6.000 millones de euros en el arranque del año. Si el Gobierno manifestó su voluntad de acceder también a todos los créditos asociados al plan, queda pendiente aún la presentación de la adenda para ello, algo que deberá realizar antes de finales de agosto. Son 84.000 millones de euros en préstamos, que se sumarán a los casi 2.600 millones del mecanismo REpowerEU además de los 94.300 millones de euros en fondos.

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