
300 años después de que el Tratado de Nystad, ciudad sueca, entonces, y noruega, hoy, fuera firmado en 1721, la región del Báltico se ha convertido, de nuevo, en fuente de amenazas a la estabilidad de Europa y del mundo.
Aquel pacto fue negociado entre el Imperio sueco y el Zar de Rusia, Pedro I el Grande, Pyotr Alekseyevich o Pyotr Veliky, en ruso, quien reinó, conjuntamente, con su hermanastro Iván V, entre 1682 y 1696, y, posteriormente, en solitario, desde 1696 a 1725, y quien, en 1721, había sido proclamado Imperator.
El pacto de Nystad fue un acuerdo de paz con el que concluyó la Gran Guerra del Norte, que duró desde 1700 a 1721, gracias a la cual Rusia desafió, con éxito, el dominio de Suecia en la región del Báltico, ganó vastos territorios y terminó por trasvasar el liderazgo de poder en esa región de Suecia a Rusia.
Más salidas marítimas
El objetivo de convertir a Rusia en una potencia marítima determinó la política exterior de Pedro I el Grande y, por ello, su estrategia naval estuvo siempre dirigida a mejorar la posición de su nación en los mares y a obtener más salidas marítimas para su país. Ese fue el caso de su ambición de acceder al Mar Negro, contra el Imperio Otomano, y al Mar Caspio, contra Persia, con la ayuda de los turcos.
El convenio de Nystad certificó el paso que Rusia dio entonces para convertirse en una de las mayores potencias de Europa. Desgraciadamente, en estos momentos, el Báltico se ha convertido en un caso de estudio sobre cómo convertir una región, que había sido pacífica durante los últimos 30 años, en el escenario potencial de confrontación militar del futuro más próximo.
En noviembre de 1990 se firmó, en París, el Tratado sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa, The Conventional Armed Forces in Europe (CFE) Treaty, entre los países respectivos de la OTAN, liderados por EEUU, y del Pacto de Varsovia, liderados por la URSS, estas dos últimas, hoy extintas.
El CFE estableció límites iguales a la cantidad de carros de combate, de vehículos blindados de combate, de piezas de artillería pesada, de aviones de combate y de helicópteros de ataque que la OTAN y el Pacto de Varsovia podían desplegar entre el Océano Atlántico y los Montes Urales, incluyendo el territorio del Distrito Militar del Báltico de la URSS.
En septiembre de 1991, la URSS concedió la independencia a los tres países bálticos –Estonia, Letonia y Lituania–, sin que se hubieran resuelto las negociaciones que estaban en marcha sobre el acceso mutuo a infraestructuras compartidas y sobre los derechos de la numerosa población ruso parlante en esos nuevos estados independientes.
Los firmantes del CFE decidieron excluir a esos nuevos países de ese Tratado y convirtieron a su territorio en una zona neutral, tras lo cual las tropas soviéticas se retiraron de dichos países y la URSS suprimió el Distrito Militar del Báltico.
Desde entonces, la OTAN aprobó en 1993, bajo la presidencia de EEUU de Clinton, su política de puertas abiertas, NATO Open Door Policy.
Aún en 1997, Rusia y la OTAN firmaron su Acta Fundacional de Relaciones Mutuas, Cooperación y Seguridad o Acta Fundacional OTAN-Rusia, por brevedad The NATO-Russia Founding Act on Mutual Relations, Cooperation and Security o NATO-Russia Founding Act. Sin embargo, en 2004, los tres países bálticos se incorporaron a la OTAN.
A partir de esa decisión, la Alianza Atlántica extendió su política aérea a aquella región, reforzó las infraestructuras portuarias y aeroportuarias de Estonia, Letonia y Lituania y comenzó a instalar brigadas de la OTAN en sus territorios, a sólo unos minutos de vuelo de San Petersburgo.
De forma adicional, durante los últimos años, EEUU ha convertido a Polonia en el centro europeo para su Fuerza Aérea, a Finlandia y a Suecia se les invitó a unirse a la OTAN en la cumbre OTAN 2022 y los tres países bálticos aceptaron la invitación de Alemania de sumarse a su escudo antimisiles.
Desde el comienzo de la guerra híbrida que EEUU lanzó contra Rusia en Ucrania, en febrero de 2022, y de acuerdo con las informaciones publicadas por el periodista estadounidense de investigación, Seymour Hersh, EEUU ha saboteado y destruido el gasoducto NordStream, con la complicidad, según la información de la que dice disponer Hersh, de Noruega y de Alemania. Asimismo, EEUU pretende trasladar armas nucleares a los tres países bálticos.
En definitiva, la región báltica ha pasado de ser un territorio de entendimiento entre el oeste y el este de Europa a convertirse en una zona de enfrentamiento potencial de naturaleza nuclear.