
Los nuevos propietarios del Chelsea han metido el primer gol por la escuadra en el mercado de invierno de fichajes. El club se ha gastado más de 670 millones de euros, más que toda la inversión conjunta de las ligas de Francia, España, Alemania e Italia. La estrategia está basada en la manera que tienen la firma de capital privado Clearlake y Todd Boehly de gestionar las finanzas y que les permite adaptarse al fair play de la UEFA.
Mijailo Mudryk ya es historia. Está entre los pocos jugadores por los que han pagado 100 millones de euros. Es verdad, que la prensa deportiva sitúa la compra del Chelsea en 70 millones y otros 30 millones. Pero salvo que seas Maldini, con sus parabólicas futboleras, pocos mortales conocían a este extremo ucraniano. En cualquier caso, el fichaje suena raro, muy raro. Cifras astronómicas por un futbolista sin consagrar, por mucho que digan los entendidos y las barras de los bares, que hay talento y potencial; no deja de sorprender.
En el puñado de jugadores que ha incorporado el Chelsea, en esta ventana de fichajes, el más mayor no supera 23 años y casi seguro son cuasi desconocidos para el futbolero medio. Precisamente, el más conocido y veterano es Joao Félix, y es cedido. La nueva estrategia de Todd Boehly y Clearlake pasa por fichar a jóvenes talentos, pero a diferencia del modelo del Real Madrid, con Endrick o en su día Vinicius o Rodrygo, los contratos son muy a largo plazo, de ocho años, y parece que los dueños californianos no regatean mucho en el precio.
Todd Boehly viene del mundo de los fondos de capital privado, como su socio, la firma Clearlake, y están especializados en detectar activos infravalorados, apostar por ellos y obtener un retorno rápido. No llegan a ser tan agresivos como el capital riesgo, pero tienen un perfil de Monchi, el director deportivo del Sevilla, de comprar barato y vender caro, cuando los futbolistas han explotado.
Todd Boehly y Clearlake han llegado a la Premier para codearse con los petrodolares y con los clubs estado, con la fuerza que les da la sabiduría de Wall Street. Si hay algo que les gustan a los tiburones de la Gran Manzana es exprimir los negocios en el margen del sistema. Las astutas firmas financieras de EEUU son especialistas en provocar burbujas, donde nadie las ve. Pasó con las hipotecas subprime, pasó con las puntocom, recientemente, ha pasado con las SPAC. Los fichajes del Chelsea huelen a eso a ingeniería financiera de Wall Street, mientras la UEFA y la FIFA comienza a estrujar los balances de los equipos en fútbol, para que la financiación del más insospechado inversor no se convierta en una ventaja deportiva.
El pelotazo en Los Dodgers
El truco de Boehly and company para cumplir con el fair play financiero de la UEFA está en realizar contratos de larga duración, como nunca se ha visto, por jugadores muy jóvenes, con gran potencial, pero aún por explotar. Boehly no es un millonario cualquiera o más bien Boehly no ve a los clubs deportivos como el último capricho de un jeque. Es un respetado inversor que se formó en la gestora familiar Guggenheim Investments, con más de 200.000 millones de dólares en activos bajo gestión. En 2015, abandonó la firma para fundar Eldridge, especializada en emisión e inversión en deuda corporativa. También estuvo metido en la resurrección del equipo de beisbol angelino de Los Dodgers, junto a uno de sus mentores en Guggenheim, Mark Walter, y la leyenda del baloncesto Magic Johnson. Boehly ayudó a diseñar un pelotazo de más 8.000 millones en acuerdos televisivos con Time Warner Cable, para salvar al club.
Los socios de Boehly son José Feliciano y Behdad Eghbali, dueños de Clearlake, que posee el 61% de las acciones de Chelsea. Ambos son veteranos operadores de Wall Street y a sus espaldas ya llevan operaciones mil millonarias bajo la firma de equity, como ha sido la venta de la empresa de software Dude por 1.800 millones de dólares y la venta de ProVation Medical por 1.400 millones de dólares.
La fórmula que ha encontrado el Chelsea es muy parecida a la que utilizan las firmas de inversión con el gasto de una compra o una fusión, alargando el coste durante varios años. No es ilegal, pero es una forma de flexibilizar el impacto de una operación. Comprar a plazos, pero sin que se note. Así el club del famoso barrio londinense ha fichado a seis jovenzuelos más, con contratos hasta por lo menos 2030. Lo que se veía habitualmente era contrato de cuatro, o como mucho cinco años, incluso para promesas casi adolescentes. Si el jugador cuajaba, ya se encargaba el club de turno de ampliar el contrato con una mejora de ficha.
La estrategia del Chelsea no es nueva, el Barcelona la ha utilizado los últimos años para adelgazar la masa salarial de veteranos con renovaciones a largo plazo. En la última etapa de Bartomeu se renovó a Messi, Busquet, Jordi Alba o Piqué por menos sueldo, pero con más años de contrato. Cada fichaje de un equipo, cuenta en el balance anual como el coste dividido por la duración del contrato, más la nómina del jugador cada temporada.
El enjuague del Chelsea es fácil. Si la joven promesa Mudryk ha valido cien millones y ha firmado por ocho temporadas. El coste del fichaje se trocea en ocho y se le suma una ficha baja. En principio, las operaciones del Chelsea encajan dentro de las normas del fair play financiero de la UEFA. Los clubs europeos no pueden gastar más del 90% de los ingresos anuales en fichajes y salarios. Este límite irá bajando, hasta que llegue al 70% para 2025.
No está claro que la apuesta de Boehly será considerada como legal, por parte de las autoridades deportivas o, sin embargo, han abierto la veda para que el precio de los jugadores siga creciendo exponencialmente, y solo se lo puedan permitir los clubes con financiación ilimitada. Tampoco si la UEFA moverá ficha para que no se repita. Lo único cierto es que los lobos de Wall Street suelen jugar a una sola carta. Se lo llevan todo o las pérdidas lo arrastran todo.
El riesgo suele ser el primer apellido de muchos inversores estadounidenses. "Nadie sabe si puede funcionar desde el punto de vista financiero o deportivo", reflexiona Dan Jones, ex jefe de negocios deportivos de la consultora Deloitte, para Bloomberg, pero el club asume mucho riesgo. Si el jugador no responde a las expectativas, las pérdidas están aseguradas y si triunfa está claro que habrá que mejorar la ficha o venderle, "parece solo una simple ampliación de los plazos".
La jugada no deja ser astuta. Distribuir los costos de transferencia durante un período más largo genera por lo menos dudas sobre si se cumple o no las reglas de la UEFA. Los dueños del Chelsea tienen el perfil de explorar los límites de las regulaciones financieras, para sacar provecho. Boehly tomó los mandos el pasado mes de mayo tras pagar casi 5.000 millones de euros. En declaraciones a Bloomberg en 2019, Boehly no ocultó su deseo de poseer un club de la Premier League. "Es difícil comprar calidad y además no pagar de más", dijo. La invasión rusa a Ucrania propició la oportunidad desea, al verse obligado Roman Abramovich a desprenderse del club. "Es una cuestión de si puedes continuar construyendo sobre lo que has adquirido a ese precio. No creo que debas esperar tasas de rentabilidad del 30 %, pero también creo que pueden ser muy estables". Wall Street asume el riesgo, el balón de fútbol decidirá si está siendo una buena inversión.