Con una reforma a medio hacer y con toda la comunidad universitaria en contra. Manuel Castells dice ahora adiós al Ministerio de Universidades con pocas intervenciones y menos soluciones. Se convirtió en el ministro fantasma durante el estricto confinamiento del año 2020, dejando solos a más de un millón y medio de estudiantes que se enfrentaron a su curso más complicado. Esto demostró que su actividad y predisposición, más que sumar, restaba.
Su sustituto será el catedrático de Ciencia Política y experto en políticas públicas Joan Subirats, que fue hasta hace unos meses concejal de Cultura y Educación de la corporación municipal. Además de su experiencia en el Ayuntamiento de Barcelona, estuvo en el nacimiento de En Comú Podem y participó en diversos movimientos sociales.
Castells entró en el Ejecutivo impulsado por Ada Colau, aunque mantenía buena relación con el presidente del Gobierno. Llegó al Ministerio desde el ámbito académico internacional, en el que se centró principalmente en llevar a cabo investigaciones sobre sociología urbana, movimientos sociales y tecnologías de la información.
Su huida deja a medio hacer el proyecto más relevante de su Departamento, la Ley Orgánica del Sistema Universitario (LOSU). El proyecto ha cosechado lo menos deseado en un momento tan crítico para el sector como el actual: la negativa de rectores, docentes y estudiantes. El panorama al que se enfrentaba Castells era tan desolador, que tuvo que rebajar sus intenciones iniciales y retirar algunas de sus propuestas más cuestionadas, como que los rectores pudieran ser elegidos mediante un comité.
La Conferencia de Rectores de las Universidades define esta norma como "poco innovadora y alejada de las demandas actuales". En esta misma línea, el Pleno del Consejo de Estudiantes Universitarios del Estado emitió un informe desfavorable. "No supone ningún avance", sostiene. Fue precisamente por la falta de apoyos por lo que Castells no pudo llevar la LOSU al Congreso.