
Las nubes que amenazaban tormenta no acabaron por tronar en 2019. El cúmulo de episodios geopolíticos que incluyen desde un Brexit abrupto y sin acuerdo hasta una escalada total de las tensiones comerciales con China o un posible conflicto directo con Irán se han disipado, al menos momentáneamente, en los últimos compases del año. Una situación que ha devuelto cierta sensación de calma, que mira a la estabilización de la economía global en 2020.
"Si bien los riesgos de caída han aumentado este año, creemos que el crecimiento mundial debería hacer gala de resistencia en 2020. En nuestra opinión, el año que viene el crecimiento mundial se caracterizará por una menor ralentización", señala Ken Leech, director de inversiones de Western Asset, filial de Legg Mason.
A su juicio, la actual solidez del consumo a escala mundial y el ingente volumen de estímulo monetario proporcionado por los bancos centrales tanto en mercados desarrollados como en emergentes siguen pareciéndonos factores alentadores. "El efecto combinado de estas dos fuerzas debería poner punto final a los riesgos de caída para el crecimiento a medida que nos acercamos a 2020", aclara.
En estos momentos, el Fondo Monetario Internacional proyecta que la economía global debería avanzar un 3,4% en 2020, sobre todo asumiendo una mejora en el desempeño de una serie de mercados emergentes en América Latina, Oriente Medio y Europa que han experimentado una importante presión durante el año que estamos a punto de culminar. Dicho esto, no todos observan tan sugerente repunte.
Los economistas de Citi coinciden en atisbar una estabilización en el crecimiento global, pero éste será de alrededor del 2,7%, impulsado por una inversión constante, pero una ligera moderación en el consumo.
Aún así, Catherine L. Mann, su economista a nivel global, advierte de que "el equilibrio se inclinará a la baja ya que los diversos riesgos que han estado afectando las perspectivas globales no se han disipado y existe una probabilidad no pequeña de que se intensifiquen en 2020", avisa. De hecho recuerda que "la probabilidad de una escalada comercial sigue siendo alta".
Es importante tener en cuenta que la Fase 1 del acuerdo comercial entre Estados Unidos y China aún debe firmarse y los aranceles no se reducirán hasta que esto ocurra. Al mismo tiempo, ambos países deben continuar adelante con sucesivas fases para frenar las tensiones, sobre todo en el sector tecnológico, mientras Washington mantiene frentes comerciales abiertos, especialmente con la Unión Europea.
"Es probable que la guerra comercial pase a una nueva fase el próximo año en la que el enfoque se aleje de los aranceles y se dirija a un conjunto más amplio de temas como la tecnología, la política industrial y la seguridad", apunta Neil Shearing, economista jefe de Capital Economics. Según su punto de vista es probable que esto tenga menos consecuencias inmediatas para la actividad económica. Sin embargo, el desacoplamiento entre Washington y Pekín continuará poniendo de manifiesto que la globalización ha tocado techo.
No obstante, explica Shearing, la economía mundial tocará fondo alrededor del primer trimestre de 2020 y el crecimiento se recuperará a partir de entonces. Sin embargo, el ritmo de esta recuperación será relativamente lento y, quizás lo más importante, se extenderá de manera desigual entre distintas regiones.
EEUU liderará el crecimiento entre los mercados desarrollados, gracias al efecto de unas condiciones financieras más flexibles. El reciente repunte en el consumo y la incipiente mejora de los datos de producción hacen pensar que esta dinámica continuará sin grandes sobresaltos, a medida que no existen señales para un repunte brusco de la inflación que fuerce la mano de la Reserva Federal, que no tiene previsto mover ficha a medio plazo.
En el extremo contrario, la zona euro podría quedar rezagada con respecto a otras economías avanzadas. De esta forma, el crecimiento se recuperará de forma modesta, con una aceleración en la economía alemana y un repunte del crecimiento en Italia derivado de la reducción del ruido político. Otros países de la zona euro de gran envergadura podrían ralentizarse ligeramente, pero probablemente logren crecer apuntalados por las políticas monetarias y presupuestarias de corte acomodaticio aplicadas en todo el continente.
Es probable que el crecimiento repunte también en varios mercados emergentes, incluidos India, Brasil y Turquía. De todas formas, la economía de China se desacelerará en 2020, ya que una modesta mejora en la demanda externa está más que compensada por los vientos en contra internos de un sector inmobiliario más débil, según indican desde Capital Economics. Las cifras más recientes dadas a conocer por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) estiman que el crecimiento de la segunda mayor economía de mundo caerá hasta el 5,7% en 2020.
Para algunos economistas el cambio de modelo de crecimiento de China es un problema estructural grave, porque un gigante asiático impulsado por el consumo es hostil a los mercados emergentes. Ello se deja notar en la disminución de las tasas de crecimiento potencial de muchos países, que aunque puede reanimarse con una política fiscal más flexible, también llega en un momento en que los niveles de deuda pública comienzan a ser elevados en algunas regiones.