
El pasado miércoles, el presidente, Barack Obama, y el secretario del Tesoro, Tim Geithner, presentaron una serie de medidas para frenar los extravagantes sueldos de los altos ejecutivos de Wall Street y devolver el sentido común a la industria financiera. Sin embargo, si se analizan los nuevos límites salariales éstos atienden más a una regulación meramente política y simbólica, que busca quedar bien de cara a la galería en lugar de encontrar una solución eficaz a la crisis.
Al fin y al cabo, como reconocía la analista de Oppenheimer & Co, Meredith Whitney, "nadie acude a Wall Street a salvar el mundo" sin cobrar nada a cambio. "Las compensaciones son el factor fundamental de la industria financiera".
La letra pequeña del plan orquestado por Obama y Geithner pone de manifiesto que esta regulación no es más que una sonora fanfarria cuya melodía podría comenzar a desafinar en cualquier momento.
No es retroactiva
El límite salarial de 500.000 dólares anuales (386.000 euros) a los ejecutivos de empresas que hayan recibido dinero público para superar la crisis no afectará, por ahora, a ninguna de las compañías que ya han pasado el sombrero al Gobierno federal, porque la medida no es retroactiva, sino que se aplicará sobre aquellas nuevas compañías que acudan al rescate.
"No están proponiendo ir a rescatar los 18.400 millones de dólares que se entregaron el año pasado en bonus", explica a elEconomista, Barbara Mathews, directora de BCM International Regulatory Analytics. De hecho, "están dando el beso de la muerte a entidades bancarias que, a partir de ahora, se lo pensarán mucho antes de pedir más dinero y eso podría suponer un peligro enorme para muchas compañías".
Así, bancos como Bank of America o Citigroup, que han requerido en más de una ocasión dinero del fondo de rescate, no tendrán que someterse a estas restricciones a no ser que soliciten nuevas ayudas. Aun así, en casos como el de Bank of America, cada vez suena con más fuerza la palabra nacionalización.
El recorte no es para tanto
Las medidas de Obama establecen que si la compañía quiere retribuir a sus ejecutivos por encima del medio billón de dólares anuales podrá hacerlo a través de acciones que sólo se podrán cobrar cuando la empresa haya devuelto el dinero al Gobierno.
Pero esta iniciativa es un arma de doble filo, ya que entonces la compensación al ejecutivo podría doblarse o incluso triplicarse: "Si la compañía en cuestión consigue devolver todo el dinero al Gobierno, sus acciones subirán como la espuma", asegura Graef Crystal a la agencia Bloomberg. Además, aunque las condiciones sobre la entrega de estas acciones deberán ser determinadas por las autoridades, el Tesoro de EEUU no especifica cómo se hará.
Banco bueno, banco malo
Las nuevas leyes provocan un cisma dentro del sector financiero. Por un lado, entidades saneadas como Goldman Sachs, JP Morgan o Wells Fargo sólo han solicitado en una ocasión y de manera limitada ayudas federales, por lo que podrán mantener sus incentivos y devolverán, más o menos pronto, sus préstamos al Gobierno sin tener que acogerse a las restricciones salariales.
Sin embargo, lo más probable es que otras entidades como Bank of America, Citigroup o AIG, tengan que volver a solicitar fondos dada la delicada situación de las mismas. Estas tres compañías han pasado por caja en más de una ocasión en los últimos meses y, aun así, su situación no termina de mejorar, de hecho empeora por momentos. Citi está siendo desmantelada por partes y la palabra nacionalización no deja de sonar en Bank of America.
Bajo estas circunstancias, las restricciones salariales serán un elemento más que pondrá en evidencia la mala situación de ciertas compañías.
Mala estrategia
Todo apunta a que estas medidas provocarán una estampida en Wall Street. Los talentos de esta industria no trabajarán gratis y preferirán irse a entidades como Goldman o JP Morgan, que seguirán ofreciendo suculentos incentivos.
Kathryn Wilde, de la organización Partnership for New York, señala también los efectos que tendrá la huida de cerebros en la economía: "Sin el talento de Wall Street, nuestra economía seguirá deteriorándose" y acabaría con el esplendor de ciudades como Nueva York, donde "el año pasado el 20% de los impuestos vinieron de Wall Street", añade.