Economia verde

La banca, clave en el reto de un mundo limpio

Las entidades, además de poner en marcha medidas para reducir sus emisiones en la operativa, se comprometen cada vez más a financiar proyectos sostenibles con el planeta

El cambio climático se ha convertido en un asunto de primer orden para el sector bancario. En los últimos años y, a pesar de la crisis, ha escalado posiciones en la agenda de las entidades, no sólo desde el punto de vista del análisis de los proyectos a los que apoyan con financiación, sino desde el punto de vista operativo, con la reducción de gases contaminantes y el mayor uso de las energías limpias.

El sector ha tomado nota de las conclusiones de un informe elaborado en 2008 por CME Group y Storm Exchange y han incentivado políticas de sostenibilidad. El estudio señalaba que el 82% de los gerentes financieros y de riesgos consideraba que el medio ambiente iba a requerir modificaciones en sus modelos de negocio.

Las entidades son clave para el avance de un mundo más limpio por su capacidad para decidir qué proyectos o actividades pueden contar con fondos para que puedan ser llevados a cabo. Según el Libro Verde de la Responsabilidad Corporativa en el sector de 2015, elaborado por la patronal de cajas de ahorros, CECA, la banca tiene, como en otros campos económicos, "una posición de liderazgo".

Por eso desde hace tiempo se ha unido a una serie de iniciativas internacionales, como los Principios de Ecuador, el programa de Naciones Unidas para el medio ambiente o el Pacto Mundial. Por ejemplo, la adhesión a los Principios de Ecuador supone el compromiso de adoptar unos criterios mínimos medioambientales a la hora de financiar grandes operaciones. La primera entidad española que se sumó a estos principios fue BBVA, en 2014. Después se han ido incorporando otras tantas, entre las que destacan las más relevantes por volumen de activos gestionados.

Según el libro verde de la CECA, el 94% de los bancos y un 93% de las cajas están comprometidos con una financiación sostenible. La presencia de éstas es mayor en energías renovables que sus competidores, que dominan en proyectos de tecnología limpia.

Otro segmento que está desarrollando activamente el sector es la comercialización, cada vez más numerosa, de productos de inversión vinculados a las emisiones de gases de efecto invernadero y las energías renovables, destacando la intermediación en el mercado de intercambio de irradiación de CO2 y los incentivos financieros para que las compañías implementen tecnologías de eficiencia energética, es decir, que sean menos intensivas en la utilización de carbón.

Entre los productos lanzados en los últimos ejercicios se encuentran fondos de energías renovables, así como líneas de crédito para su generación, sobre todo relacionados con firmas eólicas y solares, aunque las entidades también han promocionado a través de estos instrumentos las plantas de cogeneración y de biomasa.

Asesoramiento

Pero el compromiso del sistema financiero también se desarrolla a través de otras palancas que tienen relevancia. Con el fin de que sus clientes mejoren la gestión del riesgo ambiental, ofrecen asesoramiento tanto para el cálculo de sus emisiones como para la incorporación de buenas prácticas.

Hay, asimismo, instituciones que han generado plataformas de investigación y análisis sobre riesgos asociados a la financiación de proyectos generadores de emisiones de carbono, a partir del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, organismo que se ocupa de la evaluación del impacto de las actividades humanas en la climatología. Esta institución está conformada por más de 2.000 científicos de un centenar de países.

En el caso de las cajas de ahorros, sus fundaciones impulsan también proyectos de investigación encaminados a un mundo más sostenible mediante los recursos que se destinan a través de la Obra Social. Así, en el último decenio estas organizaciones han apoyado la descontaminación de suelos o la realización de estudios sobre la reutilización de aguas residuales. En 2007, por ejemplo, las cajas de ahorros ya destinaban más de 94 millones al fomento de la I+D+i, dinero en el que se engloba el dirigido al medio ambiente y cambio climático.

Otro campo que ha explorado la banca es el respaldo a las instituciones públicas en su batalla por la mejora de la eficiencia energética, principalmente en todas las instalaciones estatales y de control autonómico y municipal. Por ejemplo, financian proyectos para la sustitución de los vehículos del transporte público que usan combustibles limpios o la puesta en marcha de plantas de tratamientos de residuos respetuosas con el medio ambiente.

Además de todas estas medidas para intentar luchar contra el calentamiento del planeta, la banca dispone de otra herramienta vital para cumplir con los objetivos previstos a nivel internacional. Las entidades financian a los clientes particulares para la adquisición de coches ecológicos, emiten tarjetas de crédito que compensan el CO2 que generan con las compras que se realizan con las mismas y la rehabilitación de viviendas en las que se incorporan energías más limpias para una mayor eficiencia, tales como la instalación de paneles solares.

En su operativa, el sector bancario también es consciente del papel que puede jugar y desde hace tiempo está incrementando el uso de tecnología más respetuosa para la gestión y administración de sus actividades, con un menor consumo de papel o la sustitución de los suministradores.

En todos los casos han diseñados planes para limitar la contaminación en su operativa. El proceso de digitalización de servicios y procesos ayudará a dar pasos de gigante en sus compromisos, ya que muchas de las contrataciones de productos por parte de sus clientes se realizará a distancia, principalmente con el teléfono móvil, con lo que no se necesitará documentación física.

Huella ambiental

Para la medición del impacto de todas la medidas que han adoptado, algunas entidades ya utilizan la huella ambiental y otras tantas están en disposición para su implantación próximamente.

El Santander, con ese propósito, realiza desde 2009 una medición, cálculo y control de su huella, es decir, de los consumos, residuos y emisiones derivadas de las instalaciones del grupo en todo el mundo. El banco explica que, gracias a ello, conoce cuál es su efecto real en el medio ambiente y detecta las necesidades de minimización.

En 2014, el banco cántabro instaló la herramienta Green Building, de Archibus, para mejorar la gestión y tratamiento de los indicadores ambientales.

Dos años antes, el grupo que preside Ana Botín puso en marcha su primer plan de eficiencia energética, que culminó en 2015, con el objetivo de reducir el 20% del consumo energético y el 20% de emisiones de CO2.

En 2016, una vez finalizado el proyecto, ha lanzado uno nuevo, también trienal, que fue aprobado en el comité de Sostenibilidad. La intención del Santander es poner en marcha más de 200 iniciativas encaminadas a reducir en el periodo el consumo eléctrico de los edificios en un 9%, disminuir el uso de papel un 4%, rebajar la emisión de gases de efecto invernadero un 9% y lograr una mayor concienciación y sensibilización sobre temas ambientales de todos.

Por su parte, el Popular cuenta con un plan director con horizonte 2020, en el que incluye medidas similares a las del conjunto del sector para ser menos contaminante, al igual que BBVA, Sabadell, Bankia y CaixaBank, que han elaborado proyectos concretos que van en la misma dirección.

Desde hace tiempo, en el sector financiero han surgido entidades que defienden las inversiones éticas y responsables. El ejemplo más claro en Europa es Triodos Bank, que opera, entre otros países, en España. Toda su operativa va encaminada y dirigida a fomentar el cuidado del medioambiente de manera exclusiva. En los últimos años, este modelo ha ido creciendo como una alternativa consolidada frente a la banca tradicional, aunque su espacio es aún pequeño.

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