
La falta de mantenimiento de las carreteras se revela como una peligrosa amenaza para los coches autónomos, como ha quedado de manifiesto esta semana en Estados Unidos.
El consejero delegado de Volvo para Norteamérica, Lex Kerssemakers, perdió la calma este jueves durante una exhibición a la prensa del prototipo de coche autónomo de la firma sueca cuando este, durante unos momentos, se negó a seguir circulando. "¡No puede encontrar las marcas del carril!", se quejó Kerssemakers al alcalde Eric Garcetti, quien estaba al volante. "¡Tenéis que pintar las malditas carreteras aquí!, exclamó el CEO en mitad del evento celebrado en el marco del Salón del Automóvil de Los Ángeles.
Las infraestructuras de mala calidad se han convertido en un obstáculo para el desarrollo de los coches autónomos, irritando a los ingenieros y sumando costes al proyecto. Unas marcas viales pobres y suna eñalización desigual sobre los 3 millones de millas de carreteras pavimentadas en Estados Unidos están obligando a los fabricantes de automóviles a desarrollar sensores más sofisticados y mapas para compensar, según aseguran ejecutivos de la industria.
El CEO de Tesla, Elon Musk, ha calificado recientemente la cuestión de las marcas de carril desteñidas como "de locos", quejándose de que confunden a sus coches semiautónomos.
Se estima que un 65 por ciento de las carreteras de Estados Unidos están en mal estado, según el Departamento de Transporte de EEUU, con un sistema de infraestructuras de transporte que se queda en un discreto 12º clasificado en el Informe de Competitividad Global 2014-2015 del Foro Económico Mundial.
Los problemas de una infraestructura deficiente
Tesla, Volvo, Mercedes, Audi y muchos otros fabricantes ya trabajan en vehículos que son capaces de circular, cambiar de carril y aparcar sin ayuda humana. Pero sus ingenieros denuncian que son fácilmente confundidos por las marcas de carril descoloridas, las señales o luces dañadas o las distintas peculiaridades de cada infraestructura vial en función del territorio en que se circule.
En otros países desarrollados, una mayor estandarización de las señales y las marcas viales hace que sea más fácil conducir a los coches robot. En EEUU, sin embargo, los semáforos se pueden alinear verticalmente, en horizontal, en dos columnas... Por otra parte, las marcas viales utilizan pintura con diferentes grados de reflectividad o no existen en absoluto.
En una buena carretera a la luz del día, las cámaras instaladas alrededor de un coche son suficientes para distinguir las líneas de tráfico, semáforos y señales. Pero sin las marcas de carril, el coche necesita más tecnología para asegurar su posición. "Si el carril se desvanece, el infierno se desata", asegura Christoph Mertz, científico de investigación en la Universidad Carnegie Mellon. "Pero los coches tienen que manejar estas circunstancias extrañas y tienen tres formas diferentes de hacer las cosas por si uno falla".
Más sensores, más caro el coche
Para compensar las aberraciones de las malas carreteras, los fabricantes de automóviles y sus proveedores están incorporando múltiples sensores, mapas y datos en sus coches, pero todo ello aumenta significativamente su coste.
Mercedes dice que su piloto automático, recientemente dado a conocer en la presentación de su nuevo Clase E, funciona incluso sin las marcas del carril. El sistema ,que incorpora sensores 23,tiene en cuenta los guardarraíles, las barreras y otros vehículos para mantener los coches en sus carriles a velocidades de hasta 135 km/h, en "circunstancias adecuadas."
La consultora Boston Consulting Group estima que solo el equipamiento de los coches semiautónomos que ya empiezan a asomar al mercado suman alrededor de 4.000 dólares al precio de venta. Se estima que los fabricantes de automóviles tendrán que gastar más de 1.000 millones de dólares durante la próxima década en inversión en investigación para funciones autónomas aún más sofisticadas.
Una gran cantidad de compañías, incluyendo empresas de Silicon Valley o proveedores europeos como Valeo, están compitiendo para reducir el coste y el tamaño de los caros radares que, por ejemplo, utiliza el coche completamente autónomo de Google, valorados en alrededor de 75.000 dólares.