
Novelista, dramaturgo y Doctor Cum Laude en Filología Hispánica. Ha sido profesor de Secundaria y Bachillerato en la enseñanza pública y en la actualidad se dedica exclusivamente a la escritura narrativa y teatral. Nando López fue finalista al Premio Nadal 2010 con "La edad de la ira" y a lo largo de su trayectoria destacan diferentes títulos como "Cuando todo era fácil" o "El sonido de los cuerpos". La adolescencia es una etapa complicada que debe tratarse con sumo respeto y cuidado. A partir de sus dos últimas novelas, "En las redes del miedo" y "Nadie nos oye", López reflexiona sobre el valor identitario de la literatura y la necesidad de la mirada adolescente.
Sus dos últimas novelas ponen el foco en una de las etapas más sensibles para los jóvenes: la adolescencia. ¿Con qué mensaje principal se dirige a los adolescentes?
Realmente no creo la literatura con un mensaje explícito ni destinado a los adolescentes. Considero que la literatura no debe aleccionar, sino que debe emocionar, contar historias y provocar interrogantes. Lo que quiero que se plantee en "Nadie nos oye" y "En las redes del miedo" es, por un lado, que todos somos responsables de lo que sucede a nuestro alrededor y, por otra parte, que piensen sobre el silencio y cómo puede hacernos daño a nosotros mismos y a quienes nos rodean. Son novelas que hablan mucho sobre una sociedad hiperconectada, pero que, sin embargo, no se sabe comunicar. También quiero que reflexionen sobre la importancia de asumir nuestra propia identidad y cómo el hecho de negarnos quiénes somos puede provocar heridas de las que cuesta mucho reponerse.
¿Qué considera que se debería de mejorar en los institutos en relación a esta etapa?
Creo que en los institutos se hace una gran labor con la adolescencia, ya que se trabaja desde la implicación y se intenta aportar herramientas educativas, culturales y personales con las que nuestros adolescentes puedan conducirse y entenderse. Lo que creo es que necesitamos más medios, más recursos, mucho más profesorado y más orientadores. El sistema educativo no permite siempre que se haga lo que realmente se necesita en el aula. Creo que tenemos un sistema en el que importan demasiado las pruebas externas, donde se cuestiona muchísimo la labor del profesorado o en donde los adolescentes no pueden desarrollar siempre su potencial. No obstante, existe un profesorado muy implicado y nuestras aulas funcionan mucho mejor de lo que se nos quiere hacer creer.
¿Cree que el número de jóvenes aficionados a leer ha decaído?
Este es un mito que se ha mantenido siempre a lo largo del tiempo. Es verdad que cada vez hay más formas de entretenimiento y ahora la literatura compite con las series, con los videojuegos, con el cine o con las plataformas de streaming, pero también es verdad que hay una juventud muy lectora. Hay muchísimos adolescentes que leen, escriben, comparten sus textos e incluso que comparten los libros que leen. La mayor parte de los blogueros que hablan de literatura en redes son adolescentes o gente muy joven y eso me parece muy positivo.
En mi caso, tengo la suerte de ser leído por muchos jóvenes, lo que quiere decir que es verdad que la sociedad actual lee menos. Sin embargo, considero que no es un problema de la juventud, creo que es un problema global, más allá de las edades. Es cierto que existe una población adolescente que no sólo lee, sino que, como decía, comparte lo que lee y que presume de lo que lee y esto me parece un gran cambio en comparación con los adolescentes de los años 90, por ejemplo.
¿Cómo se les puede transmitir a los adolescentes el gusto por la lectura? ¿Qué consejos les daría a las familias de adolescentes para estimular este interés?
Para poder transmitir el gusto por la lectura es fundamental leer. No se puede fomentar algo que no se practica, así como no se puede fomentar un amor que no se tiene. Creo que el amor por la lectura es importante compartirlo y no sólo desde la adolescencia, también desde la infancia. Además, le doy relevancia a insistir en que el hecho de que no te guste un libro no significa que no te guste leer, simplemente es que no te ha gustado ese libro. Para ello, es necesario buscar libros que sí te gusten, presentar todos los géneros posibles, ya que leer no es sólo leer novela, leer también es dedicarle tiempo a la lectura de un ensayo, de teatro, poesía, biografías, etc. De alguna manera considero que fomentar la lectura es ampliar ese abanico y, por supuesto, no censurarla. Es decir, muchas veces queremos que los jóvenes lean lo que a nosotros nos gusta y tenemos que incentivarles para que sean ellos y ellas los que busquen qué es lo que quieren leer. Por otra parte, creo que el hecho de acercarlos a la literatura contemporánea, a textos que hablan de su realidad es un modo de engancharlos.
¿Cómo cree que está afectando el uso de las tecnologías en el crecimiento de los jóvenes españoles?
Hay que partir de la base de que las tecnologías nos están afectando a todos. Creo que es muy difícil evaluar cómo nos influyen porque es una realidad nueva para adultos y para jóvenes y, en este sentido, todos hemos vuelto a ser adolescentes. Es decir, todos estamos en una experiencia para la que no estábamos preparados. Evidentemente, afecta a cosas positivas, como el hecho de que puedan tener una comunicación más directa y más rápida. Además, a gente que antes se sentía muy sola, de repente las redes les abren un mundo, porque pueden encontrar a más personas con sus aficiones, con sus inquietudes. Creo que ese lado es muy positivo. ¿Cómo afecta al lado negativo? En "Las redes del miedo" hablo de ello, es decir, te puedes crear una realidad paralela que te distancie de la realidad física hasta el punto de perderte un poco entre ambas. Además, fomentan cuestiones como el ciberbullying, o el ciberacoso, de manera que el acoso escolar ya no se vive sólo dentro del aula, sino que te lo llevas contigo a casa. Por otro lado, otra cosa que ha cambiado es su educación sexual: el porno entra en los adolescentes de una manera muy abrupta, de manera muy temprana a través del móvil y esto provoca unos roles de género peligrosos y complicados que precisan de una gran labor educativa. No se trata de prohibir el móvil ni las tecnologías, se trata de educar en su uso. Cada vez que prohibimos algo así, lo que estamos haciendo es condenar a la oscuridad y a la ignorancia y no asumir que nuestra realidad es una realidad tecnológica y hay que educar en ella, no a espaldas de ella.
¿Cuál de todas sus obras literarias le ha marcado más?
Sin duda de todas mis obras la que más me ha marcado ha sido "La edad de la ira". Es el libro que cambió mi vida, es el que hizo que yo empezara a vivir de la escritura, es un libro que ha llegado a miles de lectores, que ha tenido mucha repercusión en muchas vidas de las que a veces he sido testigo a través de correos electrónicos de los lectores que me han contado cómo les ha impactado, de qué forma les ha ayudado. Además, de todas mis novelas fue la primera en llegar al teatro y que no deja de reeditarse: cumplirá 10 años en febrero de 2020. Esta historia no sólo me marcó como escritor, sino que también como persona e incluso, en su momento, como profesor.
¿Considera que la conexión entre educación y literatura está bien extendida en nuestro país?
Creo que esta conexión es algo que hay que seguir fomentando porque la literatura y el amor por la literatura no sólo parte de la asignatura de Lengua y Literatura, donde también, no sólo educamos en el fomento al lector, sino que también en el conocimiento de la lengua, en el conocimiento de los clásicos. El fomento del lector debe partir de cualquier materia, es decir, todas deben de recomendar libros que vayan desde la divulgación científica al pensamiento, a la ficción y creo que quizá el sistema exige demasiada memoria, mucho aprendizaje de nombres, de títulos y de movimientos históricos literarios y no permite profundizar en las obras y en el debate.
En este sentido, creo que hay herramientas como los exámenes de lectura que son muy perniciosas, porque convertir un libro en un objeto de examen al final mata el placer por la lectura de esa obra. Hay otras maneras de acercarse a él y de evaluarlos de forma más creativa, dialogando, con más participación. En este sentido, sí que es verdad que hay muchos docentes que están cambiando esto y yo,que visito muchos centros, veo abundantes propuestas que me parecen fascinantes de las que aprendo como escritor y como profesor.
Cambiando al mundo del teatro, ¿cómo cree que influye esta disciplina en la adolescencia?
Creo que esta disciplina en la adolescencia es maravillosa porque permite que desarrollen su empatía, que se pongan en la piel de otros, que entiendan mejor otras situaciones, otros contextos. El teatro es una herramienta muy válida para trabajar situaciones de discriminación, de acoso, de machismo, de homofobia, de racismo, pero es que además, el teatro les enseña a hablar en público, a controlar su cuerpo, a relacionarse, a trabajar en equipo, a responsabilizarse de un proyecto, genera ilusión, entusiasmo. Es una disciplina que, vivida en la adolescencia, te puede marcar para bien. En mi caso, se llegó a convertir en algo profesional, ya que yo vivo del teatro, de la novela, de lo que escribo, gracias a que en mi instituto me animaron mucho a escribir tanto prosa como teatro.
¿Cómo definirías la situación del teatro en España? ¿Qué tipo de medidas se deberían tomar?
Creo que ahora mismo hay un momento de ebullición creativa, en el que hay muchos nuevos autores jóvenes trabajando con propuestas novedosas, muchos intérpretes, directores, nuevas compañías, etc. El problema es que es muy difícil poner en pie un espectáculo y que tenga una larga vida, porque normalmente es complicado que tenga una programación estable en un teatro y que llegue a muchos lugares. Se trata de un género que, por un lado, creo que está viviendo un resurgir en la creación y, por otro lado, es un género que sigue viviendo una precariedad profesional que no le beneficia. Todavía falta por entender que el teatro forma parte de la industria cultural, que es una forma de crear pensamiento crítico y riqueza. No obstante, necesita una mayor inversión y una mayor apuesta cultural para poder acercarlo a los jóvenes, porque necesitamos que sean ellos los espectadores no sólo del mañana, sino también del ahora.