
En 2018 se destaparon una serie de escándalos que han cuestionado la reputación de la universidad española. Estos casos graves, aunque puntuales, exigen mecanismos de control y supervisión más eficaces además de un mayor compromiso ético de algunos profesores y responsables académicos. Sin embargo, no constituyen en absoluto un argumento de suficiente entidad como para invalidar el rigor, el prestigio y la enorme contribución social de la Universidad española en las últimas décadas. Como escribía Goethe en el poema Kläffer (1808), "ladran, luego cabalgamos…"
Actualmente, el sistema universitario español está integrado por 84 universidades, de las cuales 50 son carácter público y 34 de titularidad privada. Todas estas universidades se configuran en un solo sistema porque funcionan en marco legal único y tienen asignadas las mismas tareas fundamentales: docencia, investigación y transferencia de conocimiento.
Según datos de Fundación BBVA-IVIE, las universidades privadas están más especializadas en la docencia de grado y postgrado, mientras que las universidades públicas destacan por su actividad investigadora y de transferencia de conocimiento.
Por otra parte, el alumnado matriculado en Universidades españolas se ha cuadriplicado, pasando de los casi 400.000 estudiantes del curso 1994-95 a más de 1,4 millones del curso 2017-18. Durante este período, el número de universidades privadas –ubicadas mayoritariamente en las comunidades de Madrid, Cataluña y Valencia– se ha multiplicado por cinco, acogiendo a más del 16% de la población que cursa estudios universitarios en España.
En cualquier caso, y tal como señala la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), en un documento reciente de 2018, "en los últimos cuarenta años, la Universidad española ha sido uno de los principales motores del crecimiento económico, del desarrollo social y del progreso cultural de España". Esto se explica porque la educación, y por extensión la educación universitaria, se ha erigido con el tiempo en el ascensor social por excelencia de las sociedades modernas. El nivel educativo es uno de los factores más relevantes en el progreso profesional, puesto que mejora del nivel de bienestar y supone una protección efectiva contra el desempleo en períodos de incertidumbre y de recesión económica. En consecuencia, los millones de personas egresadas de la Universidad española han contribuido decisivamente a la profunda transformación social que ha experimentado el país.
A pesar de la excelencia académica de la universidad española, ninguna de nuestros instituciones, como ninguno de nuestros hospitales de referencia, ocupa el primer lugar en los rankings internacionales; pero como contrapartida, nuestro sistema universitario como nuestro sistema sanitario universal, destaca tanto por su nivel de equidad en el acceso como por ofrecer una formación de calidad, clave en el desempeño profesional posterior de nuestro alumnado.
Estos logros son todavía más reseñables si tenemos en cuenta la insuficiencia de recursos humanos y económicos de los que secularmente han adolecido las universidades públicas y privadas en España. Con todo, la universidad española debe afrontar una serie de retos que pasan claramente por a) la innovación y transferencia del conocimiento, b) la formación digital y la gestión de datos y c) la sostenibilidad y la dimensión ética y social de los estudios.
Elaborado por Joan Ripoll Alcon, decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universitat Abat Oliba CEU