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Toni García: "La escuela de hoy cae en el error de que los alumnos se diviertan antes de que aprendan"

  • La plataforma Educa lo ha nombrado mejor profesor de Primaria de España en 2018
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Toni García ha sido seleccionado como el mejor profesor de Primaria de España en 2018, un galardón al que se presentan candidatos propuestos tanto por alumnos como padres. La plataforma encargada de otorgarle este premio es Educa, integrada por educadores de todo el país. Toni ha escrito cinco poemarios, cuatro libros sobre divulgación educativa y una novela. Además, participa en espacios televisivos como "La aventura del saber". Este gallego de nacimiento llegó a la región de Murcia hace 24 años y en la actualidad es director y maestro del colegio público Joaquín Carrión, de San Javier.

Ha sido nombrado recientemente como el mejor docente de España tras un baremo que evalúa la experiencia, formación, producción divulgativa, innovación, etc, ¿cómo recibe este premio después de tantos años dedicados a la educación?

La verdad es que estoy muy emocionado y agradecido. Este premio supone para mí un reconocimiento a todos estos años de dedicación en favor de una educación de calidad. Muchas veces, todo el trabajo que conlleva la labor docente no se aprecia. Son muchos cursos de formación, muchos proyectos de innovación, muchas horas frente al ordenador… Además, teniendo en cuenta el riguroso baremo que se utiliza para otorgar este premio, la satisfacción es todavía aún mayor. El hecho de que sean los propios alumnos y los padres los que te nominen, tiene además un componente emotivo muy alto, ya que son ellos los que reciben directamente tu labor.

Tras más de 20 años en el mundo de la enseñanza, ¿cómo valoraría la evolución que está teniendo la educación?

En España nos encanta dar bandazos. Parece que es algo propio de nuestro carácter. En el ámbito educativo, en apenas 20 años hemos pasado de una escuela tradicional en la que había un respeto enorme al profesor y donde el aprendizaje era principalmente memorístico al colegeo entre alumno y maestro y el destierro de toda la pedagogía tradicional, incluso la que era válida. Es cierto que se ha mejorado en muchos aspectos, como la introducción de metodologías más activas o la gamificación, pero también es cierto que, a veces, la escuela de hoy cae en el error de que los alumnos se diviertan antes de que los alumnos aprendan. Hay que tener en cuenta que los niños de ahora tienen cientos de distracciones mucho mejores que aprenderse las tablas de multiplicar, y la escuela quiere competir equivocadamente con una sociedad diseñada para el ocio. Por otro lado, antes estudiar era sinónimo de un buen empleo y un buen sueldo. Hoy en día, la educación ha perdido ese valor.

¿Cómo se definiría como profesor?

Como estudiante, yo suspendía cuatro o cinco asignaturas por curso, aprobándolas todas en el último momento. Sin embargo, siempre he tenido la impresión de que la escuela no valoraba adecuadamente mis cualidades. Yo era muy buen deportista y dibujaba muy bien, incluso ganaba torneos y premios en esos campos fuera del colegio, pero como suspendía lengua, matemáticas y ciencias, en esas áreas creo que siempre me ponían una nota mucho más baja de la que merecía. Tal vez por ello, como profesor siempre procuro valorar a cada uno de mis alumnos por sus talentos particulares e intento ayudarles en lo que peor se les da. Por otro lado, soy bastante gracioso y los alumnos se lo pasan muy bien en mis clases y con mis explicaciones. Eso me dicen. Además, nunca elevo la voz y procuro ir más allá de lo puramente académico para atender a los aspectos emocionales de cada uno de mis alumnos.

¿Qué cualidades considera que debe tener un buen docente en la actualidad?

Antiguamente, un buen docente debía tener muchos conocimientos para poder enseñárselos a sus alumnos. Era lógico: el docente del siglo pasado era el Google de la época. Hoy en día, toda esa información está a un clic. Los docentes de hoy en día son más guías que enciclopedias. Obviamente, tenemos que seguir manteniendo un amplio conocimiento de todos los contenidos que damos en clase, pero priman más otros aspectos, como el uso de estrategias de aprendizaje adaptadas a las necesidades de los alumnos, el componente emocional, la atención a las dificultades de aprendizaje,... Antes el alumno debía adaptarse a una escuela inmóvil y ahora son los docentes los que deben adaptarse a los alumnos para sacar lo máximo posible de cada uno de ellos.

¿Qué cree que está fallando en la formación del docente? ¿Y en la educación?

Hasta hace poco, la carrera de magisterio duraba tres años, lo que la convertía en una carrera menor. Eso también hacía que la labor docente fuese considerada como un oficio más que como una verdadera profesión. Aquello hizo que los maestros, con su diplomatura, no pudiesen ser profesores universitarios, y la formación docente de los nuevos profesores quedó en manos de pedagogos, sociólogos y psicólogos que –poco a poco, anclados en sus despachos- perdieron de vista la realidad de las aulas. Eso propició que lo que se daba en la carrera y lo que sucedía en los colegios no tuviese nada que ver. Hoy en día, ese aspecto se está corrigiendo, aunque creo que a la carrera de magisterio le falta mucha realidad educativa.

En cuanto a la educación, está fallando por un lado las instituciones y por otro, los padres. En cuanto a las instituciones, han invadido las escuelas de burocracia que no mejora en nada la educación. En cuanto a los padres –obviamente no todos- cada vez delegan más la educación de sus hijos en el colegio. La escuela de hoy tiene que corregir hábitos y actitudes que deberían venir educadas de casa. Yo, en mis charlas, a veces digo bromeando que si soy yo el que enseña a un niño educación sexual, el que le enseña a alimentarse adecuadamente, el que le enseña a montar en bicicleta, el que le enseña a usar bien el teléfono móvil, el que le enseña a cepillarse los dientes y el que le enseña a alejarse de las drogas, el día de la boda el padrino debo ser yo.

Desde su punto de vista, ¿qué debe incluir una Ley de Educación para que sea efectiva?

Las leyes de educación en nuestro país son un desastre. En el ámbito legislativo, existen dos problemas fundamentales. Por un lado, la falta de continuidad. En España, desde el año 1990, llevamos 4 leyes de educación diferentes, con un total desacuerdo entre los partidos políticos, lo que lleva a los docentes a renegar de una ley que no saben cuánto va a durar.

Por otro lado, las leyes educativas en España no cuentan con la participación del profesorado, especialmente de primaria. En Canadá, el gran éxito en los últimos años de su mejora del sistema educativo se ha basado en dar a los centros la responsabilidad de elaborar su propio currículo. En nuestro país, las leyes las elaboran personas que pueden tener cierto renombre en distintos ámbitos de la enseñanza pero que no han visto a un niño desde hace años. Eso hace que el profesorado tampoco sienta las leyes como propias.

Además de todo lo anterior, para que exista una buena ley educativa debemos modificar con urgencia los contenidos que se trabajan en el aula, muchos de los cuales se mantienen por tradición, pero que han quedado obsoletos. Hay que empezar a debatir si es importante la realización perfecta de una raíz cuadrada con diez años o que los alumnos sepan lo que son las mitocondrias con 8.

¿Existiría un aula sin profesores en el futuro?

Yo puedo descargarme un manual de medicina de Internet y leérmelo, pero difícilmente me convertiré en un buen médico. Los alumnos, en cualquier etapa, pueden acceder a los conocimientos, pero eso no quiere decir que adquieran los aprendizajes. Para esa labor, está el docente. Los profesores ayudan a comprender, a resolver dudas, a mejorar estrategias de aprendizaje, a explicar aquello que la experiencia nos enseña. Además, el componente emocional y motivacional en el aprendizaje es fundamental, y el docente es el mayor potenciador de esos componentes. En ese sentido, un aula sin profesor sería algo así como un equipo sin entrenador.

¿Qué papel le da a la tecnología en sus clases?

Aunque se habla equivocadamente de nativos digitales, los niños de hoy en día utilizan la tecnología solo como ocio, pero no como herramienta de creación. En mis clases, siempre incorporo las nuevas tecnologías tanto para realizar proyectos como para búsqueda de información, al tiempo que procuro formarlos en un uso responsable de las mismas. Te digo más: hace 20 años yo incorporé a mis clases el uso de los procesadores de texto y la edición de imágenes. Un inspector de educación se reunió conmigo y me dijo que aquello no estaba dentro del currículo y que debía dejar de hacerlo. Evidentemente, continué incorporando aquel aprendizaje para mis alumnos porque imaginaba que aquello, más tarde o más temprano, sería fundamental para su formación.

¿Por dónde pasa el futuro de la educación?

Actualmente, hay una corriente pedagógica que enarbola el eslogan de "una nueva escuela es posible". Muchos de los abanderados de esa nueva corriente, que además se enriquecen dando charlas con un mensaje cuanto menos cuestionable, no han dado clase en su vida. O han dado dos años y se han sumado al carro de los conferenciantes. Sin embargo, la escuela de hoy no está tan mal. No es aquella de "la letra con sangre entra" que nos quieren hacer creer. El futuro de la escuela pasa por cambiar un par de aspectos fundamentales. Por un lado, la mejora de los entornos de aprendizaje para que la escuela pueda detectar y fomentar el talento de los niños. Por otro lado, la escuela debe formar habilidades, ya que hoy lo importante no es la acumulación de conocimiento, sino saber qué hacer con todo ese conocimiento. Y, por último, desterrar de una vez por todas esa evaluación determinista que etiqueta a los alumnos ya desde pequeños entre los que valen y los que no valen.

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