
Mónica Rodríguez ha sido galardonada con el premio Gran Angular 2018 por su novela "Biografía de un cuerpo", que narra la historia de un adolescente que hace danza clásica dede pequeño y que se replantea su vida, rebelándose contra su padre, su destino y su cuerpo.
¿Cómo surge la idea de esta novela?
Llevaba tiempo queriendo escribir sobre los adolescentes que, como mi hija Marta, dedican muchas horas diarias a disciplinas tan exigentes como la danza. Quería ahondar en sus sueños, sus miedos, su realidad para comprenderlos mejor y acercarme más a su mundo. También necesitaba indagar sobre nuestra relación madre-hija pero me resultaba complejo abordar todo esto. Finalmente descubrí que podía hacerlo separándome de mi experiencia a través de un chico y su padre. Me atrajo poderosamente la idea de transformarme en un adolescente y sentir su cuerpo. Me convenía también para poder hacer un paralelismo e introducir la biografía de Nijinsky, el gran bailarín del siglo XX, que fue considerado el dios de la danza y que terminó encerrado en psiquiátricos los últimos 31 años de su vida. Aún así, tardé en aventurarme con esta historia porque no encontraba la música que debía acompañarla, el estilo, la forma en que relatar todas las inquietudes de un adolescente que está escribiendo su biografía con el cuerpo.
¿Qué ha supuesto para ti el premio que has ganado de SM?
Es un sueño cumplido. Me había presentado en cinco ocasiones y en tres quedé finalista. Pensaba que nunca lo conseguiría, pero la tenacidad tiene su recompensa. Un premio como este es todo un impulso en una carrera de escritor. Pone además un foco sobre el libro que permite que llegue a más lectores. Por otra parte, la cuantía del premio, en mi caso, se transforma en tiempo para dedicarme a jornada completa a esta pasión que es la literatura sin volver a mi trabajo anterior. Y ese es el mejor de los regalos.
¿Cómo valoras la literatura juvenil en España?
Creo que en España tenemos grandes autores de literatura juvenil que escriben libros que son en verdad literatura y que rompen la etiqueta de juvenil para interesar a todos los públicos. Pero estos autores, más bien estos libros, conviven con muchos otros más comerciales, clasificados como juveniles, que pueden tener su interés, pero que no creo que puedan ser considerados literatura. Muchas veces son estos últimos libros los que más repercusión tienen en los medios. Creo que esto también sucede en la literatura de adultos. Esos productos comerciales son más vendibles porque son más fáciles de digerir. Como una hamburguesa del MacDonald's.
¿Qué tendrían que hacer los padres para fomentar la lectura entre sus hijos?
En primer lugar, leer, amar los libros. Que los chicos vean a sus padres leyendo es una de las mejores formas de contagio. Que les hablen de los libros, que les ofrezcan lecturas variadas, que les dejen decidir, que valoren su opinión sobre esos libros... Y cuando son más pequeños (y no tanto) leerles en voz alta. La lectura solo se fomenta por contagio y para eso hay que tener el virus.
¿Cómo los adolescentes pueden descubrir quiénes son?
Haciendo lo que hacen los adolescentes, rebelándose, cuestionando todo lo que hasta ahora era seguro, probando nuevos caminos, cayendo, levantándose... y, por supuesto, leyendo.
¿Cómo valoras el sector de las editoriales de libros hoy?
A raíz de la crisis se han reducido mucho los libros editados al año y las tiradas y, por consiguiente, también los adelantos de derechos de autor. En el sector editorial de la LIJ existen algunas grandes editoriales que copan gran parte del mercado y muchas editoriales pequeñas con una gran calidad que tienen una distribución menor. Estas pequeñas editoriales hacen un gran esfuerzo por sobrevivir. La mayoría de las editoriales han de hacer un equilibrio entre la venta de libros comerciales, que a veces poco tienen que ver con literatura, pero que aportan grandes beneficios y la apuesta por libros con mayor calidad, o más arriesgados literariamente, que no saben si se venderán bien o no.
¿Los libros en papel morirán?
No, no lo creo. Al menos estamos lejos. Los lectores de libros electrónicos (e-readers) tienen que mejorar mucho para poder desbancar por completo a los libros. Son estupendos para viajar, por ejemplo, pero en otras circunstancias el libro en papel gana. Creo, además, que un libro en papel con ilustraciones es en sí mismo una obra de arte y ese tipo de libros siempre existirá aunque los e-readers mejoren.
¿Cuál ha sido el momento más difícil de estos años?
En octubre de 2009 vendimos la casa familiar y con ese dinero decidí apostar por mi sueño de escribir. Cogí una excedencia en mi trabajo para estar dos años escribiendo que era el tiempo que me permitía ese dinero. Llevo ocho años y medio y con seguridad estaré otros dos. En este tiempo hubo muchos momentos en los que pensaba que debía volver a mi trabajo anterior porque es muy difícil vivir de lo que se escribe. Esos momentos son complicados. También cuando tienes rechazos en las editoriales. Por fortuna, en mi caso, siempre acababa llegando un premio que me permitía estirar mi excedencia unos meses más. Ese es el motivo por el que yo me presento a premios literarios, para recibir ese adelanto que es la cuantía de los premios y poder sobrevivir unos meses más dedicada por completo a mi gran pasión.
¿Cómo percibes a los lectores, antes, durante y después del proceso creativo?
Cuando escribo me enfrento al papel por una necesidad de búsqueda, de indagación en un tema. Evidentemente hay una vocación comunicadora y ahí está ese lector imaginario, que normalmente soy yo, en distintas edades. Pienso a qué grupo de edad le interesaría esa indagación mía y me pongo a escribir, siempre considerándolo como un límite por debajo y no por encima. Es decir, que si estoy abordando una obra infantil pongo todo mi empeño para que también los adultos puedan disfrutar de ella. Durante el proceso la edad del lector puede cambiar. A veces al escribir tengo algún otro lector, una persona conocida, en la cabeza y trato de averiguar qué supondría para él/ella lo que estoy escribiendo. Después es la editorial la que define la edad recomendada. Los escritores de literatura infantil y juvenil hacemos encuentros en colegios, institutos y bibliotecas y tenemos la suerte de tener un contacto muy directo con los lectores, lectores además, en este caso, sinceros y entusiastas. Es un verdadero placer poder hablar con los chavales de tus libros, de la literatura en general, y cuando ves que les han llegado, compensa todo el trabajo en soledad de este oficio apasionante y exigente que es el de escribir.
¿Cómo se relacionan tus hijas Marta, Paula y Lucía con tus libros, con tu trabajo de escritora?
Mis hijas suelen leer muchos de los libros que escribo, a veces cuando están en proceso y necesito su ayuda, su visión de los textos. Otras veces cuando termino para testearlos y otras, cuando ya están publicados. Les gusta que sea escritora, quizás más cuando eran más pequeñas e iba a sus clases porque habían leído un libro mío. Ahora lo consideran normal, puede que incluso algo molesto cuando les pido que lean todo lo que escribo, je.
¿El secreto de Mónica Rodríguez es...?
El trabajo, la constancia. Creo que para este oficio es necesario leer mucho, escribir mucho y corregir mucho. Y eso necesita una buena dosis de trabajo. Y de constancia.