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Mª Jesús Álava: "La sobreprotección es uno de los errores más graves en la educación de los hijos"

  • Acoso escolar, tecnologías, miedo: educación de los niños de hoy en día

María Jesús Álava Reyes es la directora del Centro de Psicología Álava Reyes. Lleva más de 30 años dedicada a la rama de la psicología clínica, educativa y de empresas. Además, es especialista en coaching ejecutivo, recursos humanos, psicodiagnóstico y psicoterapia. Es autora de libros como "El No también ayuda a crecer" o "La Inutilidad del Sufrimiento".

Son muchas las voces que critican a la juventud de hoy; sin embargo, ¿hay realmente diferencias entre los niños de hoy día y los de antes, o ha cambiado la forma en la que han sido educados?

"La juventud de hoy ama el lujo. Es maleducada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores, y cotillea cuando debería trabajar. Los jóvenes ya no se ponen de pie cuando los mayores entran al cuarto. Contradicen a sus padres, fanfarronean en la sociedad, devoran en la mesa los postres, cruzan las pier-nas y tiranizan a sus maestros".

¿Qué nos parece tal descripción? Probablemente, no nos sorprenderíamos si la escucháramos hoy, en 2018, pero… ¿y si os dijera que esto lo afirmaba Só-crates en el siglo V a.C.?

Las comparaciones intergeneracionales son algo tradicional, y esperable en cualquier grupo humano, y sería no ya inútil, sino profundamente injusto, deci-dir si hay alguna generación "peor" que otra. Sin embargo, sí que es cierto que los niños y, sobre todo, los adolescentes de hoy día son menos felices de lo que lo fueron sus padres, y eso sí que es algo preocupante.

Ser niño, y ser joven ahora, es mucho más difícil que hace unos años. En el pasado, los niños se relacionaban con otros niños, con mejor o peor suerte, pero de un modo directo y natural. Hoy, sin embargo, los niños se encuentran en un contexto absolutamente adulto, con herramientas controladas y diseña-das por adultos, con fines comerciales en los que ellos son, en muchas ocasio-nes, el producto.

El término "redes sociales" me parece ciertamente acertado, no sólo por el concepto de "red de contactos" sino, más bien, por el de "red de pescar" en esa misma agua que mencionábamos antes, y si nos diéramos cuenta de esto, posiblemente todos tomaríamos más precauciones en ese entorno.

Ahora alguien podría pensar que la sociedad, aunque distinta, tiene sus peculiaridades y sus retos en cada generación. Y así es, pero en cada generación los niños han tenido figuras de referencia con criterios comunes y válidos en su entorno que les permitían desarrollar (y desarrollarse en) valores que les acompañarían toda la vida.

Los psicólogos sabemos que los niños aprenden por modelado; esto es, aprendiendo por observación y repitiendo comportamientos. La sociedad tiene esa doble función. Ejerce de modelo para los niños y les modela además para que encajen en lo que se espera de ellos, y eso es, sin lugar a dudas, terriblemente confuso para los más pequeños.

Ante esto, muchos padres pensarán que no lo están haciendo mal, que se esfuerzan por dar a sus hijos herramientas para que se defiendan del mundo "virtual" y de todo lo que hay fuera.

Paradójicamente, la sobreprotección es el error más común, y más grave, de los padres de hoy, pero no está funcionando, porque les estamos impidiendo a los niños que recorran el mismo camino que recorrimos nosotros y que aprendan a afrontar sus problemas por sí mismos.

¿Y qué podemos hacer entonces? ¿Qué podemos hacer para ayudarles más que a no ser infelices, a ser felices? Enseñarles a pensar –no enseñarles "qué pensar", sino "a pensar"–. Enseñarles a relacionarse consigo mismos y con los demás desde el respeto y los valores es, sin lugar a dudas, un estupendo comienzo para ayudarles a ser felices. A esa educación la llamamos en psicología "Educación Emocional" y será el pilar fundamental de la felicidad de nuestros hijos.

¿En qué medida es importante la educación emocional para el desarrollo de los niños?

La educación emocional es fundamental. No hay lugar para ambigüedades en este sentido. Las competencias emocionales son, por descontado, mucho más importantes que las competencias académicas y serán la clave del "éxito" de nuestros hijos, del auténtico éxito, ya que de nada les valdrán las cosas que consigan si no están más cerca de su último objetivo, que no es otro que ser felices y, en la medida de lo posible, ayudar a ser felices a los demás.

¿Y cuáles son esas competencias y cualidades emocionales? La capacidad de resolver problemas por sí mismos de un modo creativo; la capacidad de trabajar en equipo comunicando con respeto cómo se sienten y entendiendo cómo se sienten los demás, motivando y automotivándose.

¿Cómo influye la tecnología en los niños de las nuevas generaciones?

Los niños de las nuevas generaciones, los nativos digitales, han nacido en un mundo interconectado, donde pueden acceder a información sobre cualquier cosa en cualquier punto del planeta. Y ya no hay vuelta atrás. La tecnología ha cambiado el mundo, para siempre. Los adultos lo hemos visto cambiar; por este motivo sabemos, o tenemos más fácil saber, qué es cierto, qué no lo es y con qué tenemos que tener cuidado. El problema es que, para los más pequeños, el mundo ha sido siempre así. Los niños aprenden, descubren y se relacionan con el mundo a través de la ventana que es la tecnología. Las complicaciones vienen cuando sólo entendemos y nos interesa el mundo que se ve a través de mi ventana.

Y es que incluso Platón, al que antes mencionábamos, ya habló de una caverna habitada por personas que desde que nacían miraban a la pared, entendiendo como realidad la mera sombra de lo que se proyectaba desde fuera. ¿Y qué son las redes sociales sino sombras y representaciones desdibujadas de lo que es auténticamente real?

Los nativos digitales son los niños que han nacido en esa cueva; por tanto, es normal que, para ellos, sea más difícil ser conscientes de los límites en las tecnologías. Por eso necesitan que los adultos se lo expliquemos. La tecnología implica dos elementos importantes a tener en cuenta con los más pequeños. Por un lado, las mencionadas redes sociales, donde lo real se confunde con lo virtual; donde no hay amigos reales, sino amigos virtuales. Donde nuestros actos muchas veces no tienen consecuencias… o donde tienen más consecuencias de las esperables, y deseables. Un mundo, como decíamos, construido por adultos, para adultos, con reglas de adultos y que hemos poblado de niños.

El segundo elemento a tener en cuenta son los videojuegos. Los videojuegos no son algo nuevo. El problema es que, cada vez, más y más chicos pasan

más y más tiempo jugando. Y jugar no es algo malo, para nada. Las complicaciones llegan cuando los chicos conceden más tiempo a vivir en ese mundo de los videojuegos, que al mundo real.

A muchos padres les preocupa el desarrollo de sus hijos en el colegio a la hora de hacer amigos. ¿Influye en esta preocupación que cada vez salgan a la luz más casos de acoso escolar?

Posiblemente el acoso escolar, o bullying, sea el asunto que más preocupa a los padres. El hecho de que cada vez salgan a la luz más casos de acoso escolar no debe suponer una señal de alarma, sino de alivio, ya que por fin se está poniendo el foco en el problema.

Las campañas de concienciación son fundamentales para que los padres, los educadores, e incluso los alumnos (que muchas veces son testigos silenciosos y cómplices), sepan cómo resolver este tipo de situaciones y, lo que es más importante, cómo prevenirlas.

¿Qué podemos decirles a esos padres? Por un lado, que sean conscientes de los modelos de comportamiento y de pensamiento existentes.

Todos hablamos de dejar un mundo mejor para nuestros hijos, pero es más raro oír hablar sobre dejar mejores hijos para el mundo. Seamos nosotros el ejemplo para nuestros hijos y que ellos lideren el cambio social que esperamos.

¿Cuál cree que es el principal problema que tienen los padres para educar a sus hijos?

La sobreprotección es uno de los errores más graves en la educación de los hijos. Muchas personas coinciden en señalar a los padres como principales responsables de "cómo son los niños de ahora" y se refieren, precisamente, a los efectos de esa sobreprotección. Darles todo puede parecer una señal de amor, pero no es así en absoluto, ya que ni es lo que nuestros hijos valoran más de nosotros, ni lo que más les servirá en un futuro. Obtener siempre lo que quieren, sin tener que esforzarse y sin conocer límites no hará sino impedirles explorar y descubrir el mundo por sí mismos, de un modo autónomo y funcional.

Decirles a todo que sí puede parecer una solución para hoy, pero no les ayudará mañana.

¿Cómo habría que educar a los padres para evitar situaciones de sobreprotección?

Se refiere usted a educar a los padres, y es precisamente eso lo que tenemos que hacer. Los niños reciben con más tranquilidad y confianza las instrucciones de unos padres coherentes. La mejor forma de que los niños se sientan segu-ros es, sin duda, transmitir seguridad.

En primer lugar, es interesante recordar que lo contrario de sobreproteger no es exponer; la sobreprotección es exceso, no aporta nada, sino que resta. Su-memos, potenciemos hoy las capacidades que queremos ver en nuestros hijos mañana. A tal fin se pueden proponer pequeños retos a los niños. Así irán desarrollando su inteligencia y su capacidad emocional. Hay que dejarles es-pacios para que piensen, reflexionen… y se equivoquen.

Otro objetivo muy importante que podemos trabajar en esta línea es enseñar a los niños a soportar la frustración. No pueden conseguirlo todo, conseguirlo siempre y conseguirlo a la primera. ¿Y cómo les enseñamos esto? Mantenien-do una actitud positiva y de aliento.

Si elegimos premiar a nuestros hijos por sus esfuerzos se sentirán mejor consigo mismos y aprenderán que, a veces, las cosas tardan en conseguirse.

Para terminar, es fundamental dar importancia a la comunicación; y con comunicar nos referimos no tanto a hablar, sino a escuchar. Si enseñamos a los padres a escuchar, a escuchar de verdad, ellos mismos enseñarán a sus hijos que siempre estarán ahí para lo que necesiten y que con ellos tienen un espacio seguro donde expresar cómo se sienten sin ser juzgados por ello.

La comida puede ser también un problema a la hora de educar a un niño: consentirles, permitirles no comer lo que no les gusta… ¿Habría que cambiar algo en este aspecto?

Como nos dice María Sopeña, psicóloga del Centro de Psicología Álava Reyes, en muchas casas la hora de la comida es una pesadilla y, a veces, esas concesiones aparentemente pequeñas como "no te comas eso si no te gusta" parecen suavizar las cosas y conseguir una convivencia más pacífica.

Pero esto no es una solución. Si cedemos a los caprichos y gustos de nuestros hijos, estamos enseñándoles que pueden tener a uno o dos adultos a su dispo-sición desviviéndose por sus necesidades con sólo enfadarse. Por eso es im-portante actuar cuanto antes. Dejar claras a los niños unas cuantas normas sencillas sobre las comidas y la convivencia en la casa desde que son peque-ños (sobre cómo van a colaborar…) es vital.

Si la prevención no es suficiente, hay que mantenerse firme pero sereno y no ceder a pesar del berrinche. En ese estado no atenderán a razones objetivas, y es fácil que ellos, o nosotros, perdamos el control. Tenemos que recordar que cuando un niño no acepta un NO, intentará conseguir un SÍ de la manera en que lo ha estado haciendo hasta el momento. Es decir, si se ha estado librando de comer lo que no le gusta poniendo caras, o llorando, o gritando, o montando escenas, es natural que la próxima vez que se encuentre ante "esa pescadilla con coliflor" haga alarde del repertorio y el guión que ha aprendido, porque es lo que le funciona. Ante ello es fundamental, como decíamos, tener paciencia y mantenerse firmes y unidos, y recordar que decirles que NO no significa quererlos menos.

Igualmente, y para terminar, es importante no utilizar la comida como premio o como castigo. Si vamos a premiarlos, que sea con palabras de ánimo y cariño, no con chuches.

Muchos padres, por exceso de trabajo o por otras razones no pasan el tiempo suficiente con sus hijos. ¿Qué habría que decirles?

Lo primero que podemos decirles es que no se agobien por la falta de tiempo. Lo importante del tiempo no es la cantidad, sino la calidad. Lo que realmente necesitan los niños son padres felices, y si no llegamos a todo, si estamos pendientes siempre del reloj y agobiados por ello, sufriremos inútilmente y, lo que es peor, pasaremos el poco tiempo que tengamos con nuestros hijos sin-tiéndonos culpables.

Lo importante es que, cuando estemos con nuestros hijos, estemos realmente con ellos. Tendemos a intentar expiar esa culpa que sentimos, y que es sólo nuestra, con regalos y con compensaciones materiales. La atención y el cariño de un padre o de una madre será siempre el mejor regalo para su hijo. Observadlos, preguntadles, escuchadlos, hacedles pensar. No hay nada tan apasionante como llegar a conocer profundamente a nuestros hijos y acompañarlos en su propio proceso de descubrimiento.

¿Qué consecuencias tendrán en el futuro los niños que no están siendo bien educados ahora?

Los niños que no consigan desarrollar su inteligencia emocional se encontrarán en desventaja con respecto a los que sí lo hayan hecho, y ésa es la mayor consecuencia. Personas dependientes, poco tolerantes a la frustración, con poca o ninguna confianza en sí mismas y en su capacidad para resolver los problemas, excesivamente pendientes de la opinión y la evaluación de los demás, con dificultades para tomar decisiones y para hacer valer sus derechos y opiniones, caprichosas, sin respeto por los demás, vulnerables y, en definitiva, infelices… Así serán, desafortunadamente, los niños que no hayan tenido la oportunidad de desarrollar su inteligencia emocional y de aprender a gestionar correctamente sus emociones.

La buena noticia es que nunca es tarde para empezar. Podemos recuperar nuestra vida, hoy, y ayudar a nuestros hijos a ser dueños de su presente y de su futuro.

¿Qué papel desempeñan los centros escolares en esta etapa? ¿Se debería cambiar algo?

Los centros escolares son referentes absolutos en la educación de los niños; sin embargo, el papel del profesor ha ido perdiendo progresivamente peso en la sociedad, llegando a observarse auténticas faltas de respeto por parte de padres y alumnos a su labor, e incluso, a su persona. Igualmente, muchos padres han delegado la educación de sus hijos en la escuela, y eso es un grave error, ya que, de no contar los profesionales con las herramientas fundamentales para subsanar esta falta, la educación en valores de los niños quedará en el aire, sin que nadie llegue a asumir el papel que le corresponde.

Por este motivo, es fundamental que padres y profesores encuentren y fomenten espacios y lugares de encuentro en los que poner en común estrategias, líneas de actuación y modelos sobre los que trabajar y con los que alinearse para que, juntos, trabajen y trabajemos todos en la única dirección que importa: el bienestar y la felicidad de los niños.

¿Cómo puede influir en un niño la separación de sus padres? ¿Qué habría que hacer para evitar que el pequeño sufra?

Hay ciertas pautas que pueden ayudarnos con los niños ante situaciones de crisis en las parejas:

- Cuanto más pequeño sea el niño, mejor podrá afrontar la separación de sus padres. (A los 3 años será mejor que a los 5, y a los 7 mejor que a los 11…).

- Cuanto menos se haya deteriorado la relación entre los padres: ¡mejor para los niños! Así pues, cuanto antes se lleve a efecto la separación, menos opciones habremos dado a que la relación empeore, y menos sufrirán los pequeños.

- Es importante que ambos padres les expliquen, con calma y de forma pausada, sin escenas dramáticas, la nueva situación familiar. Les dejarán claro que los siguen queriendo mucho, y que ellos no tienen culpa de nada, que lo que ocurre es que papá y mamá han decidido vivir separados, pero que el progenitor que no viva con ellos les verá con frecuencia y podrán estar con él la mitad de los fines de semana.

- Es importante que los niños sufran los menores cambios posibles. Siempre que sea factible, conviene que sigan en la misma casa, en el mismo colegio, con sus amigos de siempre, con un ritmo de vida muy parecido, que les permita conservar sus costumbres, y todas aquellas rutinas que les dan seguridad.

- Cuanto antes se produzca la marcha del padre o la madre de la casa, mejor. Esa marcha siempre será un momento difícil para todos, y cuanto antes suceda, menos sufrirán los niños.

- Conviene que los padres lleguen a acuerdos, aunque sean mínimos, sobre las áreas fundamentales de la educación de sus hijos y sobre el mantenimiento de las normas y actividades habituales de los pequeños. Si hay diferencias de criterios entre los miembros de la pareja, debemos evitar la desautorización del otro.

- No hay que sobreproteger al niño. La separación es un hecho a veces doloroso para ellos, pero habitualmente necesario; por el contrario, nin-guna circunstancia legitima las consecuencias tan negativas que produ-ce la sobreprotección.

- No les "compremos" haciendo de padres "buenos", dándoles todo lo que nos piden y poniéndonos siempre de su parte; al final, el padre que interpreta este papel, termina pagando por ello una factura enorme, la de sentirse rechazado por sus hijos.

- Cuidado con la intervención de otros miembros de la familia: abuelos, tíos, primos… A veces sin querer, y otras de forma premeditada, estas intervenciones pueden ocasionar mucha confusión en los niños. Si sospechamos que alguno de ellos está enviando mensajes poco claros, hostiles o culpabilizadores hacia una de las partes, debemos intervenir de forma inmediata para impedirlos.

- Hay que vigilar el comportamiento del niño en el medio escolar para detectar cualquier variación en su conducta o en su rendimiento.

- Si la separación les coge con más edad, no les pidamos que nos apoyen, pidámosles simplemente que respeten nuestra decisión.

¿Cuál es el límite entre el amor y el miedo?

El miedo es una emoción básica que nos ha sido útil a nivel evolutivo. El miedo es la manera en que nuestro cerebro nos avisa de que no sabe cómo actuar o de que no contamos con los recursos necesarios para superar una situación. El miedo, como vemos, nos ayuda, pero también nos limita, y nos limita porque nos paraliza, nos impide, o nos dificulta, al menos, alcanzar e incluso luchar por alcanzar aquello que queremos, o por aquellos a los que amamos.

Muchos padres actúan desde el miedo. Miedo, como decíamos, porque no saben cómo actuar o porque no cuentan con los recursos para solucionar conflictos con sus hijos. Miedo a que se enfaden. Miedo a perderlos. Miedo a que dejen de quererlos. Miedo a fallarles. Miedo a no hacerlo perfecto. Por eso dicen SÍ a demasiadas cosas, si no a todo; por miedo, no por amor.

Porque el amor es pensar en el otro, porque el amor es hacer lo que es mejor para el otro, para nuestros hijos. Y si actuamos desde el miedo estamos actuando en nuestro beneficio, para sentirnos mejor nosotros, para dejar de tener miedo, y eso no ayuda en nada al otro, y no ayuda, en nada, a nuestros hijos.

Eduquemos desde el amor. De esta manera conseguiremos no sólo ser más felices nosotros, sino también hacer más felices, a nuestros hijos.

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