
Llevamos casi tres meses siendo testigos de la invasión rusa en Ucrania, así como la salida de millones de refugiados de este país. De los más de cinco millones de refugiados, España ha recibido hasta mayo más de 134.000 refugiados, mayoritariamente niños, niñas, jóvenes, madres y mujeres solas.
A lo largo de toda Europa se han dado muestras de solidaridad hacia este colectivo afectado por esta invasión, no solo para darles un nuevo espacio en el que estar, sino favoreciendo su integración desde diferentes ámbitos sociales, siendo la educación uno de los más importantes para su integración.
Tras dos años de pandemia, los centros educativos y sus actores se encuentran ante un nuevo reto, destinado a ofrecerles espacios escolares inclusivos e interculturales. Lo que no es fácil, sobre todo, si tomamos en consideración el dolor y situaciones traumáticas que tuvieron que pasar los estudiantes ucranianos y sus familiares hasta llegar a España.
El arribo e incorporación de estos alumnos al sistema educativo español dota de nuevos retos a centros educativos y profesores que deben tenerse en cuenta para favorecer un espacio apto, desde el punto de vista inclusivo, desde la interculturalidad. Es decir, un espacio educativo capaz de fomentar la inclusión de todos sus alumnos, incluyendo estos nuevos alumnos afectados por la invasión, desde el respeto y la valoración de sus diferencias.
Más allá de la acogida que se ha dado a estos alumnos, los limitados recursos institucionales, los diferentes niveles de sensibilidad existentes (alrededor de sus experiencias de vida), la capacidad de traducir las ganas de ayudarles, así como la capacidad y el conocimiento de los docentes (al momento de llevar a cabo metodologías y estrategias de enseñanza-aprendizaje en contextos socioeducativos diversos), terminan siendo aspectos que resultan claves para su inclusión.
Si antes no era fácil gestionar clases diversas, con alumnos de diferentes regiones de España y de otros países, la llegada de los alumnos/as ucranianos y sus familiares exige una mayor consciencia de la complejidad presente dentro de los contextos educativos asociados a las aulas en España. Una complejidad que no es lo mismo que problema, sino que puede traer mayores oportunidades para avanzar hacia un mejor escenario de convivencia. Al menos, si somos capaces de trascender el voluntarismo y la acción humanitaria hacia estos alumnos, y la búsqueda de mecanismos para que se asimilen al entorno del país receptor (España).
Lo que se vive bajo el drama ucraniano a nivel educativo requiere favorecer una máxima normalización de la vida dentro del aula, asumiendo los aspectos socioemocionales que traen consigo estos alumnos/as, después de haber vivido el drama presentado. Por lo que favorecer escenarios educativos que ayuden las expresiones emocionales de todos sus integrantes es muy importante, pues contribuiría a que todos los alumnos puedan compartir sus experiencias alrededor de lo visto, lo conocido y lo vivido alrededor de la situación que está ocurriendo en Ucrania, pero también desde cualquier otro contexto del que provenga nuestro alumnado, marcado también por el conflicto humanitario.
Para ello, resulta muy importante entre otras cosas impulsar redes de apoyo interna y externa a los centros, que favorezcan el acceso de recursos necesarios para acompañar y comunicarse entre el alumnado y profesores; impulsar la figura del mediador intercultural en los centros educativos, que acompañe el proceso formativo llevado por el docente en el aula; sacar un mayor provecho de las TIC y de buenas prácticas ya generadas por profesores (ej. Aprender en la guerra de Ucrania: los maestros que enseñan a refugiados (hipertextual.com); e impulsar acciones formativas que aprovechen lo sucedido como base de aprendizaje de todos los estudiantes, para que se estos sepan qué pasa en origen, cómo es nuestro país, situaciones similares ocurridas en otros contextos en la historia y qué pueden ofrecer ambas partes.
Lo comentado hasta ahora son algunas medidas que deberían promoverse para poder afrontar el reto de educar, desde la solidaridad y el sobreesfuerzo de los docentes, ante la situación en Ucrania. Un contexto en el que además se requiere mejorar la formación del profesorado que ayude la eficacia de sus labores a cargo en contextos interculturales, como los que existen en nuestros centros educativos, en el que el 62% de nuestro profesorado reconoció falencias, de acuerdo con el informe Talis, publicado por el Ministerio de Educación y Formación del Profesorado en 2018. Algo que el conflicto en Ucrania nos vuelve a mostrar como una necesidad dentro nuestro sistema educativo, caracterizado por su diversidad cultural, y que el Máster en Educación Inclusiva e intercultural de UNIR ha venido impulsando.
Elaborado por Elias Said Hung – Director del Máster Universitario en Educación Inclusiva e Intercultural de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)