
Tras la dura experiencia que hemos sufrido durante el último curso y medio a causa de la pandemia, el principal reto que nos marcamos en este recién inaugurado curso 2021-2022 es recuperar la vida universitaria lo máximo posible, siendo por supuesto respetuosos con los límites que marquen las autoridades sanitarias. No en vano, más allá del proceso de aprendizaje forzoso pero fructífero desarrollado durante el último año y medio de experiencias telemáticas o híbridas, la Universidad de Barcelona es y continuará siendo una universidad eminentemente presencial. En ese sentido, desde el reconocimiento absoluto al personal de administración y servicios, al alumnado y al personal docente e investigador por su enorme y muy valioso esfuerzo para adaptarse a los diversos formatos de docencia en línea aplicados durante este período, todos y todas estábamos esperando que llegara el momento de volver a pisar las aulas, los laboratorios, las cafeterías y demás espacios de vida universitaria.
En el caso de la Universidad de Barcelona, la presencialidad se recupera prácticamente en su totalidad. El objetivo prioritario es que el conjunto del alumnado, especialmente quienes comenzaron el primer curso el año pasado y aún no han podido tener esta vivencia, pueda finalmente experimentar lo que significa la vida universitaria en su máxima expresión y plenitud: la docencia y las actividades prácticas presenciales, los deportes universitarios, el uso de las bibliotecas o los encuentros en los espacios de socialización y asociación tan elementales para la dinamización de la comunidad universitaria.
Asimismo, este proceso de recuperación de la vida universitaria ha de servir para identificar y abordar, de forma compartida, aquellas necesidades que la pandemia ha evidenciado o acelerado: desde el plan de cuidados y conciliación de garantías hasta la ineludible digitalización de nuestra institución, pasando por un modelo docente ajustado a los medios y retos del siglo XXI. La perspectiva adquirida, con todas las dificultades, durante el último año y medio abre un escenario de desarrollo potencial de la institución universitaria que no podemos desaprovechar. Este curso 2021-2022 será el primer paso en ese camino hacia la nueva Universidad. Un camino que no solo pasa por las transformaciones internas de cada institución —en nuestro caso, la Universidad de Barcelona—, sino por las del conjunto del sistema universitario.
Esa transformación del sistema implica, al menos, tres ejes: el cambio estructural, el cuidado de las personas y la cooperación multinivel. En cuanto al primero, las estructuras universitarias deben evolucionar según los principios de confianza, eficacia e innovación que permitan maximizar su talento a nuestra comunidad de brillantes investigadores e investigadoras, docentes y estudiantes. En este cambio, la digitalización de los procesos administrativos será una pieza fundamental. Respecto al segundo eje, será clave disponer de los medios para garantizar no solo unas condiciones laborales adecuadas, sino también el bienestar emocional de toda la comunidad. Se trata, por tanto, de lograr una universidad centrada en las personas. Finalmente, es necesario cambiar las culturas institucionales para hacer compatible a todos los niveles la competencia como motor del avance científico con la imprescindible cooperación en red: entre departamentos, disciplinas y universidades. Fundamentales para ello son las oportunidades que ofrece el espacio europeo y las alianzas que en él se están promoviendo.
En definitiva, la situación vivida el último año y medio ha probado una vez más la enorme capacidad de resiliencia de la Universidad y de sus integrantes, así como su papel fundamental en la superación de riesgos globales como la pandemia. Ahora es el momento de devolver ese esfuerzo a toda la comunidad. El momento de recuperar la vida universitaria.
Elaborado por Joan Guàrdia, Rector de la Universidad de Barcelona