
Las universidades españolas nos encontramos en un proceso continuo de digitalización, que, por motivo de la pandemia, ha tenido que acelerarse a marchas forzadas. En el comienzo del Estado de Alarma fue cuando nos dimos cuenta en qué momento de este proceso nos encontrábamos y el resultado no fue muy halagüeño. En el mundo digital en el que vivimos, todavía existe demasiada brecha digital entre los diferentes agentes involucrados en las enseñanzas universitarias. Cuando a los profesores nos tocó impartir la docencia desde nuestros hogares, al estudiantado recibirla desde los suyos, y el trabajo de coordinación de los servicios de la Universidad se tuvo que hacer desde la distancia, nos dimos realmente cuenta en qué etapa de digitalización nos encontrábamos. El resultado fue, en muchos casos, demoledor.
Esta falta de digitalización se hizo latente en los hogares del estudiantado, profesorado y personal de administración y servicios. Numerosas familias no disponían de los medios necesarios para poder seguir o emitir las clases docentes de forma telemática, bien porque no disponían del material necesario o bien porque no tenían conexión a internet o esta era deficiente, o por ambas causas a la vez.
La Universidad de La Rioja (UR), como tantas otras, tuvo que habilitar en un tiempo récord el mecanismo necesario para poder dotar a la comunidad universitaria de herramientas que permitiesen continuar con su labor docente-investigadora. Se facilitó el préstamo de ordenadores a las personas del ámbito universitario que lo solicitaron. En las primeras semanas, se ofrecieron cursos de formación para el manejo de herramientas digitales.
Nos encontrábamos con otro problema añadido, los medios audiovisuales eran difíciles de adquirir por la alta demanda que existía, y resultaba misión casi imposible encontrar en el mercado online una cámara o una tableta digitalizadora, o si se encontraba, no iba a llegar en un período razonable. Por este motivo, la mayoría del profesorado se tuvo que reinventar. Sirva como anécdota que algún profesor diseñó un trípode con la impresora 3D, esa que a la vez se usaba para imprimir pantallas protectoras. En la parte superior colocaba el teléfono móvil con la cámara enfocando a un papel, donde se iba escribiendo o subrayando un tema o ejercicio determinado, simulando la pizarra del aula. Puede parecernos una herramienta rudimentaria, pero cumplía con sus objetivos. Este instrumento nos sirve para constatar algo que ya sabemos, que el ser humano es capaz de adaptarse a las situaciones que le sobrevienen con los elementos que tiene a su alcance.
Puedo asegurar que la situación ha cambiado sustancialmente. Hasta el comienzo de la pandemia, la mayoría de las aulas de la universidad estaban dotadas de ordenador y cañón de video para poder proyectar las exposiciones al estudiantado presente en el aula. Al comienzo de este curso, en la UR se diseñó un plan de contingencia para el primer semestre donde los grupos que eran muy numerosos y no cabían en las aulas por motivo de aforo, reducido debido al protocolo Covid, siguieran las clases desde casa y el profesorado las podía impartir desde su casa o despacho. Para el segundo semestre de este curso, se ha intentado conseguir la máxima presencialidad en las aulas, aunque no ha sido posible al 100 %. Para poder llevar a cabo una docencia semipresencial, se ha dotado a las aulas de un sistema de doble cámara enfocando a la pizarra/proyector y a los pupitres. Estos sistemas permiten al profesorado retrasmitir la presentación del tema, compartiendo la pantalla del ordenador o la cámara si quiere que el estudiantado visualice el contenido de la pizarra. También permite trabajar con aulas espejo, en este caso el estudiantado está repartido en diferentes aulas siguiendo la explicación y pudiendo interactuar con el profesor que se encontrará en una de ellas. Todos estos avances en el proceso de digitalización de la educación universitaria presencial nos han permitido adaptarnos a una situación anómala donde se hizo lo que se pudo con los medios que se tenían. A pesar de este progreso y de la mejora en nuestros conocimientos en cuanto a las herramientas digitales se refiere, la mayoría del profesorado y del estudiantado universitario prefieren las clases de forma presencial. Los medios digitales resultan muy útiles en el caso de estudiantes que no puedan desplazarse a la Universidad y reuniones entre personas que se encuentran dispersas en otras partes del mundo. Es evidente que las reuniones telemáticas han llegado a la Universidad para quedarse.
Elaborado por Montserrat Mendoza Villena, Vicerrectora de Coordinación Académica y Calidad de la Universidad de La Rioja