
El pasado 9 de marzo, la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso comparecía ante la prensa para anunciar la suspensión de las clases en todos los niveles educativos desde esa semana y "durante 15 días". La duración real de la suspensión la sabemos de sobra todos.
Superado ese "susto" que nos llevamos todos aquel día y más allá de la situación pandémica, el curso 2019/20 ha supuesto una revolución en nuestro país en la forma de dar clases para todos los niveles educativos. La universidad española ya contaba con importantes referentes de educación en línea o a distancia, especialmente la pública UNED, pero también otras privadas como la UOC o UNIR, pero la formación online para primaria, secundaria o bachiller era una importante desconocida en nuestro país.
Así que, de repente, el final del curso pasado fue lo que se llama en el mundo empresarial "una beta" para probar diferentes aplicaciones y escenarios en una situación real. Pero este curso, del que llevamos ya la mitad, la situación es muy diferente. El aprendizaje del final del curso pasado y los esfuerzos durante el verano de profesores, asociaciones de padres y madres de alumnos y equipos directivos han conseguido que este curso discurra con formaciones semipresenciales y prácticamente sin problemas.
Cada colegio ha elegido las herramientas que mejor se adaptan a sus necesidades, como puedan ser las genéricas Google Classroom, Teams o Moodle u otras más específicas como Edmodo, Kahoot, Duolingo o Geogebra para los días en los que no es posible acudir a clase. Esto no solo es útil ahora, también porque ayudan a fomentar vocaciones STEM, sino que en el futuro se podrá utilizar para alumnos que no puedan asistir por estar enfermos o para situaciones en las que sea deseable evitar la movilidad, como en la pasada nevada provocada por la borrasca Filomena que afectó al centro de España.
En cualquier caso, como siempre, la tecnología es un importante habilitador, pero no debemos apostar el 100% en ella. Vivimos en sociedad y una parte fundamental de la educación consiste en la socialización de los niños y adolescentes. En el caso de los más pequeños aunque al principio interactúan bastante y no ponen demasiadas pegas para conectar a las clases, la ilusión del principio se acaba en poco tiempo, ya sea en la propia sesión (pierden el interés muy rápido) o en el más largo plazo, porque no les gusta ver a sus amigos por pantalla. El juego nunca puede ser el mismo sin compartir un mismo espacio físico con compañeros de la misma edad que sitúe al niño en igualdad de condiciones para imitar conductas, compararse con los demás, resolver conflictos… y todo esto no se puede aprender con una pantalla de por medio.
En este sentido, es muy importante, mientras se prefiera la clase virtual, que se investiguen nuevas formas de interacción para que los niños no pierdan el interés ni la atención… y, sobre todo, para que indirectamente no se fomente el abandono escolar. Es decir, aunque la tecnología nos ayude a mejorar la educación, el papel del profesor es y será el fundamental para la formación de los alumnos y para despertar la curiosidad por aprender.
Elaborado por Juan Quintanilla, director general de Syntonize