Ecoaula

La Educación Superior ha perdido su propósito

  • Cada vez es más común conocer ejemplos de universidades en España que trabajan mano a mano con empresas
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La Universidad como institución carece de todo sentido si no se construye al servicio de sus alumnos, de sus necesidades y de una realidad laboral presente que fluctúa, evoluciona y cambia cada día. Una de cada tres personas que comienza un grado universitario en España no lo finalizará nunca como ya afirmaba a finales de 2019 un estudio de la Fundación BBVA e IVIE. Ya sea por un cambio a otra carrera, por la falta de conexión entre el alumno y el material didáctico, o por una pedagogía poco o nada adaptada a la forma de aprendizaje del siglo XXI, donde conceptos como el diseño de nuevos espacios de aprendizaje, la posibilidad de personalizar el currículo académico en base a intereses compuestos o la flexibilidad a la hora de participar en modelos híbridos educativos casi nunca son una posibilidad palpable.

La educación está perdiendo su propósito. Tomando de referencia el concepto japonés ikigai que significa "la razón de ser", hace tiempo que en las aulas de nuestras universidades a los alumnos no se les guía hacia la búsqueda de aquello que anhelan, que hacen bien y que el mundo necesita de ellos para que, en consecuencia, obtengan un salario por su trabajo. La fórmula está completamente invertida. Por lo tanto no es tan extraño afirmar que la sociedad que estamos diseñando carece, cada vez más, de valores como la pasión, el pensamiento crítico o la resiliencia y premia de forma inequívoca todo lo que tenga que ver con la mediocridad, el conformismo y el zapping de opiniones no contrastadas.

Si algo ha quedado claro durante estos momentos que vivimos protagonizados por una pandemia internacional es que ni la Administración ni, en consecuencia, las diferentes organizaciones educativas están lo suficientemente preparadas para afrontar un reto de esta magnitud, que no solo depende de su capacidad de adaptación a nivel pedagógico (presencial vs online) sino también de la capacidad de sus equipos docentes de reinventarse o de la calidad de sus contenidos frente a la multitud de alternativas educativas que cada mes surgen y que ofrecen un sinfín de posibilidades para cualquier persona que quiera profundizar en un tema u otro. Tal y como indica el Ránking CYD 2020, es cierto que las universidades están haciendo un esfuerzo notable para dar la talla en esta nueva etapa, pero cometerán un nuevo error si no comprenden que su esencia y su principal valor no está en la presencialidad sino en los recursos

fundamentales que poseen como el cuerpo docente, la capacidad de investigación o la experiencia formativa, entre muchos otros.

La sociedad demanda experiencias formativas basadas en la personalización, la flexibilidad y la conexión con el mercado laboral y de oportunidades actuales solo es posible si se invita al buen uso de la tecnología a la fórmula. Es un hecho que la Universidad no podrá escalar ni crecer de forma competitiva si no accede a trabajar en red con otras entidades, cuyo campo de conocimiento sea complementario y que además haya nacido con un componente digital de raíz; normalmente las conocemos como startups y, si hablamos del sector educativo, como empresas edtech.

Afortunadamente, cada vez es más común conocer ejemplos de universidades en España que trabajan mano a mano con empresas de base innovadora para el diseño de iniciativas que fomenten una mayor conexión con la realidad de mercado, que favorezcan el desarrollo de habilidades emprendedoras y que generen los espacios para la creación de nuevas empresas que solucionen problemas actuales y que propongan cambios a retos sistémicos.

En definitiva, aún con mucho camino por recorrer y con un margen de mejora muy amplio, si hay algo en lo que todos estamos de acuerdo actualmente es en la afirmación que sostiene que la Universidad ha dejado de ser líder indiscutible en el proceso educativo y que ahora, tal y como pasó con los medios de comunicación y su consecuente transformación digital a inicios de los 2000, su éxito como organización dependerá de cómo genere nuevos servicios co-creados junto a sus alumnos/as y al resto de organizaciones que forman parte del ecosistema.

Elaborado por Adolfo Berraquero Sepúlveda, Director de Innovación y Emprendimiento en Bridge for Billions

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