
La sociedad actual demanda una universidad moderna, accesible y atractiva que impulse el avance y desarrollo de su capital humano. Un cometido que, junto con el nuevo marco de competencia universitaria nacional e internacional y las transformaciones económicas y sociales fruto del cambio tecnológico, le plantea nuevos retos y desafíos para los que se precisan más recursos y de una reforma del marco legal al que está sometida.
Es ahora más que nunca cuando las universidades han de responder a los continuos cambios en los sectores productivos y económicos, y a la necesaria regeneración de la sociedad, dinamizando la transferencia de conocimiento e innovación. Por otro lado, una pieza clave para el futuro de la universidad es la recuperación e incorporación de talento. Pero en este camino tiene en contra el retroceso en la dotación económica de fondos públicos para la ciencia y la creación de conocimiento. Un retroceso que se viene dando progresivamente desde 2012. Frente a esta coyuntura, la universidad se ve obligada a realizar un esfuerzo en captación de recursos que garantice su función como servicio público, acercándose cada vez más a las empresas y organismos.
Sin embargo, hay una línea muy delgada que la universidad corre el riesgo de traspasar con la presencia de los fondos privados, que deben ser moderados, para no generar una 'mercantilización' de ésta. El descenso de la financiación pública es el principal culpable de esta situación. De hecho, España es uno de los países de la Eurozona en los que el sector privado ha aumentado su participación en el ámbito universitario, como señala la OCDE, casi un 50% ha subido la financiación privada en las universidades españolas, habiéndose producido un descenso del 15% de la del sector público.
Paralelamente, hoy día existe una gran incertidumbre sobre las salidas profesionales de los títulos, y la universidad debe ser capaz de preparar a futuros profesionales para enfrentarse a retos aún no perfilados. Para ello, se ha de mejorar la agilidad en la renovación y adaptación de las titulaciones universitarias a las demandas actuales, intensificando los contactos directos con su entorno para recoger las cualificaciones de los egresados que reclama el sector socio-económico, pero se nos debe facilitar y simplificar la gestión sobre revisión e incorporación de nuevos títulos. Es una responsabilidad compartida, tanto de las universidades como de empresas y gobierno mejorar la empleabilidad de los universitarios.
Por último, una universidad que no mira al mundo tiene un horizonte muy limitado. Las universidades son fundamentales para el desarrollo socieconómico de su entorno, pero cada vez más existe competitividad entre regiones y países para atraer talento. En este campo, el posicionamiento que los rankings realizan de la universidad española juega un papel decisivo que debería analizarse teniendo en cuenta el contexto de cada universidad. Mientras tanto, es primordial seguir aumentando las titulaciones de grado y master impartidas en un idioma extranjero; y fomentar la movilidad de estudiantes, indicador en el que por cierto, España tiene muy buen resultado.
Elaborado por Carmelo Rodríguez, Rector de la Universidad de Almería