La actual crisis sanitaria está cambiando por completo nuestros hábitos de consumo, comportamiento y también nuestra manera de formarnos. Muchas universidades y escuelas de negocio llevan años impulsando una formación online de calidad, con precios razonables y que permita la formación de las personas sin la obligación de acudir para ello a un lugar determinado en un horario estricto.
Pero además todo apunta a que, para el próximo curso, un porcentaje importante de los estudiantes españoles de primaria, secundaria y universitarios, tanto en centros privados como públicos o concertados recibirán formación a distancia. La formación de los educadores también necesita una transformación digital bien pensada, planificada y detallada. Principalmente debe adaptarse a las nuevas necesidades de los alumnos, mejorando su experiencia de usuario y apostando por una tecnología innovadora, pero principalmente segura.
Las universidades y escuelas de negocio online han realizado un esfuerzo por transmitir a los alumnos presenciales la confianza de que la experiencia de aprendizaje virtual es prácticamente igual a la formación presencial. Ahora todos conocemos herramientas como Zoom, Jitsy, Google Duo sistemas que llevan funcionando bastante tiempo.
Ya nadie duda de los beneficios de la formación a distancia. Sin embargo, es importante no olvidar que somos consumidores online y que existen una serie de directivas europeas que protegen nuestros derechos y que se deben mantener.
Universidades, escuelas de negocio, institutos, academias tradicionales y centros educativos van a tener que llevar a cabo una transformación digital que les permita adaptarse a las nuevas necesidades, hábitos de consumo, comportamientos y demandas de los alumnos o estudiantes. Previamente al COVID 19, el Espacio Educativo Europeo había trasladado la necesidad de un mayor control en la autentificación y seguridad de los estudiantes.
¿Quién y cómo verifica que la persona que está haciendo un curso, un examen o una práctica fin de máster es realmente quien dice ser? Hasta ahora resultaba bastante sencillo suplantar la identidad del estudiante y realizar un curso o prueba en nombre de otro, bastaba con cederle el usuario y las contraseñas.
La ausencia de controles afecta, por un lado, a las administraciones públicas que dotan de presupuestos para el fomento de la formación y que realizan auditorías periódicas sobre la calidad de los programas formativos, principalmente en las casuísticas de la formación bonificada. Por otro, afectan a las empresas que contraten a esos trabajadores porque no tendrán ninguna facilidad para contrastar la formación que aparece en su currículo. Por eso se han pedido medidas de control.
El desarrollo de las tecnologías de la información y de los dispositivos móviles con reconocimiento de los datos biométricos de las personas (rostro, huella o iris, personales y casi irrepetibles) ha permitido dar un paso de gigante en esta área. La biometría y los sistemas de autentificación reforzados, que se utilizan ya en los medios de pago internacionales para evitar el blanqueo de capitales, permiten dar solución a este tipo de necesidades formativas.
Las normas técnicas de autentificación que obligan a que los sistemas nos identifiquen con algo que sabemos (por ejemplo, una clave o contraseña), algo que tenemos (nuestro teléfono móvil) y algo que somos (nuestra huella dactilar o nuestro reconocimiento facial) se pueden aplicar también al mundo educativo. Con ello, suplantar la identidad de otro se hace realmente muy difícil, por no decir imposible.
Además de los aspectos de control y fraude, la experiencia de usuario es mucho más rápida y flexible. Por ejemplo, si un alumno quiere contratar un curso, simplemente tiene que seleccionarlo e identificarse con su biometría conectándose automáticamente con varias pasarelas de pago, pagar el curso y empezar a estudiar.
El alumno no necesita usuario ni contraseña, ya que se identifica con su propia biometría. Además, se pueden configurar los cursos para que, por ejemplo, cada vez que vayamos a pasar de módulo o a realizar un examen, se nos pida autentificación.
En mi opinión, una usabilidad muy útil se da cuándo tenemos que realizar un examen y una práctica final o un trabajo en grupo. Para realizar un examen, en muchas ocasiones se puede realizar por videoconferencia. Pero si no es posible o queremos garantizar que la persona que asiste es quien dice ser, la autentificación biométrica única nos permitirá corroborarlo.
La tecnología disponible permite implementar soluciones óptimas en la relación coste/beneficio. Por ejemplo, una empresa con tecnología española, Biocryptology, ya dispone de un software de biometría único a nivel mundial, integrado además con plataformas de medios de pago, que permite evitar estos fraudes de autentificación de forma gratuita. Además, su valor añadido es que nuestros datos biométricos y nuestra información no viaja en ningún momento por internet y, por lo tanto, no se puede hackear.
Su funcionamiento es muy sencillo. Basta con descargarse la App de Biocryptology y validar el dispositivo, en el caso de Apple pedirá un pin por requerimiento de Apple Store. Se asocia con el biométrico del terminal (ya sea facial, iris o huella) y ya está listo. Para acceder al portal de formación, bastará con poner la huella en el teléfono para identificarnos, leer el código QR de la pantalla del ordenador o tablet que usamos para hacer el curso y entrar. Así se evita un fraude que desprestigia tanto a alumnos, como a centros de formación y organismos de control.
Decíamos que la actual crisis sanitaria está provocando un cambio en nuestros hábitos de consumo y de comportamiento. El teletrabajo, la teleformación, los e-commerce y las actividades a distancia están en pleno auge y van a quedarse. Pero deben venir también acompañados por un ecosistema tecnológico que garantice nuestra privacidad y la protección de nuestros datos.
Elaborado por Agustín Ruiz Saiz, Asesor internacional de Transformación Digital e Intraemprendimiento y Presidente de A-IDEO Asesores Internacionales de Educación Online y Javier González, Director de Biocryptology