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La universidad española: fortaleza y retos pendientes

  • Los jóvenes españoles se han de preparar en nuestras aulas para ser excelentes profesionales
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Una institución con más de ocho siglos de historia puede resistir muchos cambios y adversidades. La capacidad de adaptación, en este caso, se nutre de un equilibrado maridaje entre el pasado y el futuro, entre la tradición y la innovación. Así, la fachada plateresca de Salamanca y nuestro parque científico empresarial expresan la exactitud del lema Decíamos ayer, diremos mañana.

Las rectoras y los rectores tenemos la responsabilidad de lograr resultados, hechos. Nuestro papel no es solo reafirmar que el sistema universitario público español presenta una media de calidad excelente. Los indicadores son positivos, en relación con los recursos invertidos, pero esto no nos exime de perseverar en el servicio a la sociedad.

¿Cómo debemos hacerlo? En primer lugar, formando con altura de miras a las generaciones venideras. Los jóvenes españoles se han de preparar en nuestras aulas para ser excelentes profesionales. En segundo lugar, impulsando la generación de conocimiento. Tenemos capacidad para avanzar en todos los frentes, sobre todo si mejora la financiación. Para lograrlo, nuestra mayor fortaleza son las personas, las plantillas de personal docente e investigador, el personal de administración y servicios y estudiantes en comunidades universitarias vitales y comprometidas.

Entre los retos pendientes, señalaré cuatro: la propia definición de Universidad, la oferta de titulaciones, la transferencia de conocimiento y la mejora de la rendición de cuentas, profesionalizando la gestión. A propósito del cuarto punto, me referiré a los cambios en la gobernanza, uno de los propósitos constantes de las propuestas de reforma de los últimos años, en la línea de los cambios operados en tantos países europeos (Finlandia, Dinamarca, Francia, Austria o, aún más cerca, Portugal).

La proliferación de universidades solo docentes comporta una devaluación institucional. Soy partidario de entender la Universidad como transmisora del conocimiento y creadora de saber. La investigación comporta inversiones y esfuerzos costosos, así que debieran ser reconocidos con un marchamo diferencial respecto de aquellos centros de estudios que solo ofrecen títulos.

"Es imprescindible adaptar la oferta de titulaciones a las verdaderas necesidades de las empresas y de la sociedad"

Esto no quiere decir que considere secundaria la formación. Es imprescindible adaptar la oferta de titulaciones a las verdaderas necesidades de las empresas y de la sociedad, anticipar aquellos perfiles laborales cualificados y situarnos a la altura de las circunstancias evolucionadas del mercado de trabajo. También debemos redoblar esfuerzos en el cultivo de competencias y de habilidades transversales (trabajo en equipo, adaptación al cambio, actitud innovadora, tesón, actitudes positivas ante el error y compromiso).

La transferencia de conocimiento, entendida como colaboración con las empresas y organizaciones sociales, puede y debe ser reforzada. Un país competitivo crea valor cuando aprovecha la confluencia de conocimientos básicos, aplicaciones tecnológicas y de soluciones innovadoras, combinaciones que pueden propiciarse con puentes entre grupos de investigación e iniciativas de emprendimiento.

Un concepto integral de Universidad, con su oferta de titulaciones y labor investigadora orientada, atenta, abierta a la sociedad, requiere asimismo mejor rendición de cuentas. El riesgo de corrupción o de malas prácticas no es mucho menor en las universidades que en otras grandes organizaciones; por lo tanto, debe evitarse la autocomplacencia y tomarse en serio la profesionalización de la gestión.

En nuestras universidades, académicos bienintencionados administran cientos de millones de euros sin suficientes conocimientos técnicos. Las decisiones de personal, de contratación, de gestión de subvenciones o de inversión en infraestructuras pueden verse afectadas por la falta de experiencia. Profesionalizar la gestión no supone limitar la participación democrática, pero sí acrecentar las garantías de experiencia y de control.

Elaborado por Ricardo Rivero Ortega, Rector de la Universidad de Salamanca

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