
Hace poco más de un año, el 3 de diciembre de 2018, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó una resolución para proclamar el 24 de enero como el Día Internacional de la Educación.
Una resolución corta, de poco más de dos folios, en la que, sin embargo, aprovechaba para recordar el papel clave que la educación tiene para avanzar en la consecución de todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible, al ser fundamental para la creación de sociedades sostenibles y resilientes, aumentando la productividad de las personas y el potencial de crecimiento económico.
En ese texto, además, se reconoce la importancia de adoptar medidas para garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad a todos los niveles para que todas las personas puedan participar plenamente de la sociedad.
Ese es el papel principal de la educación: la formación de personas durante todas las etapas de su vida para hacerles partícipes de la sociedad en la que se integran, así como protagonistas de los cambios sociales que se desarrollarán en la misma. En "La rebelión de las masas", Ortega y Gasset ya dejaba patente que el poder de la educación estriba en facilitar la libertad a través de la capacidad de decisión basada en la formación, y en que esa formación sea el factor determinante a la hora de avanzar en la construcción de un proyecto social conjunto.
Y es aquí donde nos estamos jugando buena parte de nuestro futuro. En España, tenemos el nivel de paro juvenil más alto de la Unión Europea y casi dos de cada tres desempleados tienen un claro déficit de formación respecto a lo que demanda la empresa.
Y, si no hacemos nada que lo remedie, será un problema cada vez más serio porque el mercado de trabajo se mantiene en continua evolución por la cada vez mayor digitalización de la sociedad y porque, hoy por hoy, un tercio de las personas con empleo están ocupadas en las profesiones que son más vulnerables a los cambios tecnológicos. De hecho, si atendemos a lo que dicen algunos estudios, en los próximos 20 años, se extinguirán más de 700 profesiones, mientras que se crearán muchas otras que aún desconocemos y se remodelarán otras tantas de un modo que no imaginamos.
El mercado exigirá mantener actualizadas las competencias para responder a los nuevos desafíos y la necesidad de formación se prolongará, por tanto, durante toda la vida laboral, lejos de cuando uno concluía sus estudios al haber cerrado el período educativo. Junto a ello, aparecen nuevas competencias, tan necesarias como las técnicas, para mejorar el modo en que nos relacionamos o la capacidad de dirigir equipos.
Necesitamos un enorme esfuerzo para hacer frente a esos nuevos retos y dotar a todas esas personas de las habilidades necesarias con el fin de que nadie quede excluido de la sociedad. La alternativa no es tolerable ni para la competitividad de nuestra economía ni para la dignidad de las personas en esas condiciones.
Por tanto, reformar para reforzar la educación es el mayor reto que tenemos por delante. Solo así evitaremos que nuestra sociedad se convierta en una sociedad dividida en dos, incapaz de ofrecer esperanza, soluciones, formación y empleo de calidad a una parte de nuestros ciudadanos. Es prioritario definir y consensuar un plan nacional. Un plan con el que nos jugamos nuestro futuro como sociedad y que deben liderar las instituciones públicas, apoyadas por otros estamentos sociales que tienen mucho que decir, como los centros educativos, la empresa, los sindicatos…
Bankia, comprometida con la educación
Ahí es donde en Bankia hemos decidido dar un paso al frente. Hace ya siete años decidimos centrar gran parte de nuestra responsabilidad social en el impulso de la educación con una única consigna: la formación como modo de avanzar hacia una sociedad más cohesionada y reducir las desigualdades. Desde entonces, hemos apoyado proyectos independientes, pero hemos lanzado propios, dos de ellos con nombres propios: Bankademia y Fundación Bankia.
A través de ellos, desde Bankia cumplimos, en la medida de nuestras posibilidades, el propósito de hacer avanzar la formación y extenderla al máximo número de personas posibles, por un lado, cubriendo uno de los grandes déficits educativos de nuestro sistema educativo, la educación financiera, y por otro, afrontando una de las grandes carencias de nuestra sociedad, el prestigio de la Formación Profesional.
Esos son los fines con los que nos hemos comprometido, conscientes de que una gran parte del compromiso que tenemos como banco es la contribución a todos aquellos fines que ayuden a mejorar la sociedad en la que nos desarrollamos. Nuestro compromiso social es un compromiso con la educación, por eso, en el Día Internacional de la Educación, en Bankia estamos de celebración.
Elaborado por José Ignacio Goirigolzarri, presidente de Bankia