Divisas

La gran odisea de cambiar divisa si viaja fuera de la UE

El cambio de euros por cualquier otra moneda se ha convertido en el mayor quebradero de cabeza cada vez que se viaja fuera de la UE. Las opciones son muchas, pero el precio difiere bastante. Lo mejor es pagar con tarjeta o sacar efectivo gracias a los bancos que te dejan hacerlo en el extranjero de forma 'gratuita'.

La planificación de un viaje fuera de la Unión Europea -ya sea de ocio o de trabajo- siempre acarrea dificultades engorrosas que pueden acabar con la paciencia de cualquier persona ajena a la industria del turismo, por lo menos con la mía. Por muy acostumbrado a viajar que esté, un servidor siempre encuentra trabas a la hora de organizarse. Buscar alojamiento en la zona deseada del país al que se va a viajar, encontrar las mejores opciones de transporte allí, las dificultades burocráticas que conlleva sacar el visado o la autorización necesaria, renovar el pasaporte... y, cómo no, la odisea a la hora de cambiar dinero para llevar efectivo en divisa local.

Y es que, a pesar de vivir en un mundo cada vez más global -pese a los esfuerzos de Donald Trump de tirarlo por tierra-, el cambio de euros por cualquier otra moneda se ha convertido en nuestro país en una gran aventura. Cambiar en la oficina de tu banco, sacar dinero en efectivo en el país de destino, pagar con tarjeta, ir a un sitio de cambio de divisa en el aeropuerto... Las opciones son muchas, pero el precio difiere bastante al elegir entre una u otra opción.

Empecemos por el caso más común, viajar a EEUU. Cuatro colegas de trabajo, amén de un par de amigos de la infancia, han viajado al país norteamericano o lo harán a lo largo de los próximos meses. Un ejemplo más de lo común que se ha convertido cruzar el Atlántico entre los ciudadanos españoles.

A este hecho, además, hay que sumar que el euro/dólar es uno de los pares más negociados del mundo. Haciendo uso de la lógica, todo ello debería derivar en una facilidad de cambio que, sin embargo, a día de hoy no se da.

Desde enero, el euro/dólar ha acumulado en el mercado de divisas un alza del 10 por ciento hasta llegar a cambiarse cada euro por 1,15 dólares. Un comportamiento contrario al registrado por el par una vez que se conocieron los resultados de las elecciones en EEUU en noviembre, cuando llegó a depreciarse un 5 por ciento en las primeras seis semanas al calor de la fortaleza que supuestamente iba a dar el nuevo presidente al billete verde con sus medidas.

Sin embargo, pese al positivo comportamiento de la divisa europea para quienes están interesados en viajar desde aquí a EEUU, este beneficio es menor. Al menos si cambia su dinero en cualquier entidad bancaria española -en este caso, en una cuya sede central está en Cataluña- como hizo mi compañero de oficina y la mayoría de mis allegados que viajaron este año allí.

587 euros se quedaron en apenas 645 dólares el pasado 29 de junio cuando, en realidad, a cambio actual, deberían haber sido 671 dólares. Es decir, más de 26 dólares de diferencia (23 euros) entre el cambio de 1,09 dólares por euro que le ofrecía la entidad a mi colega y el cambio real de 1,14 euros que se daba en el mercado en aquel momento, cuando el euro cotizaba en su nivel más alto frente al dólar de los últimos 12 meses.

No obstante, este cambio un 4 por ciento peor que el ofrecido en el mercado de divisas, es preferible al que se da en el aeropuerto. Pocos días después, el pasado sábado 1 de julio, el par seguía cotizando en las inmediaciones de los 1,14 enteros, mientras que en la Terminal 2 del Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid Barajas me ofrecían en una de las muchas tiendas de cambio 1,02 dólares por euro. Es decir, trataban de venderme dólares norteamericanos un 11 por ciento más caro de lo que cotizaban en el mercado en aquel momento.

En este sentido, la mejor opción es pagar con tarjeta. Al menos en mi caso así fue. Alquilar un coche en el país norteamericano o realizar cualquier pago allí con mi tarjeta de débito, de media, me acarreó en junio de 2016 un cambio apenas un 3,2 por ciento más caro que el que se estaba dando en el mercado de divisas en aquel momento. Es decir, en vez de aplicarme un cambio de 1,129 dólares por euro, me aplicaron uno de 1,09 enteros.

Eso sí, lo más rentable es elegir a la hora de realizar el pago con tarjeta la opción de hacerlo en divisa local antes que la moneda de su país de origen -en este caso mejor pagar en dólares que en euros- para que no se aplique el DCC o Dynamic Currency Conversion, sistema que puede hacer que el tipo de cambio que se aplique sea bastante más elevado en base a las comisiones que algunas tarjetas de crédito imponen por pagar en el extranjero.

Saque efectivo en Japón... si entiende sus máquinas

La cosa no fue muy diferente en mi viaje al país del sol naciente hace sólo unos meses. El cambio euro/yen que me dieron en una oficina bancaria de las de toda la vida en Madrid rondaba un sobrecoste del 9 por ciento respecto a la cotización del euro/yen en ese momento. Y eso que hice el pedido de los billetes nipones a través de su aplicación por Internet, como me aconsejaron varios de los trabajadores del banco para que "me saliera más barato" y para que todo el proceso fuera "más ágil y rápido", algo, cuanto menos discutible.

¿Conclusión? Cerca de 40 euros me costó llevarme apenas 400 euros para que mi pareja y yo saliéramos del paso en una de las ciudades más caras del mundo, Tokio, y en la que el pago con tarjeta aún no está todo lo integrado que debería, por muy raro que pueda parecer atendiendo a su avance tecnológico.

En este sentido, teniendo en cuenta el cambio que hacen algunas compañías de pago electrónico como Visa, se hace casi necesario pagar con tarjeta de crédito o débito. ¡Lástima no poder haberle sacado más partido! Las diferencias rondaron el 4,5 por ciento respecto a la cotización del día cuando pagué electrónicamente, por ejemplo, la habitación de mi hotel en Tokio o el JR Pass, el abono de trenes indispensable para moverse de un lado a otro allí.

Igual me ocurrió al sacar dinero en alguno de los cajeros que proliferan por las múltiples tiendas de supermercados en Japón. Retirar efectivo con la tarjeta de uno de esos bancos españoles que te permite hacerlo "de forma gratuita" en el extranjero es otra de las opciones más rentables para el viajero español.

En mi caso, el cambio que me dieron apenas fue un 1,5 por ciento superior al cambio del día la primera vez que logré mi objetivo tras conseguir cambiar el idioma de una de esas indescifrables máquinas. Y la segunda vez que me vi en la obligación de sacar efectivo en uno de los cajeros de allí, el cambio fue muy parecido al que se daba en el mercado ese mismo día, lo que convierte a esta opción en la más rentable a la hora de cambiar yenes por euros, mejor incluso que la ecuación que salía las pocas veces que se podía pagar con tarjeta allí.

Ya en el aeropuerto de Narita, en Tokio, a la espera de un avión de vuelta a Madrid y cuando mi depresión postvacacional empezaba a ser manifiesta, las casas de cambio lograron acrecentarla. Los pocos yenes que me habían sobrado se compraban a un precio de 118 yenes por euro, lo que suponía entregarlos asumiendo una pérdida del 3 por ciento respecto al precio de cotización real en el mercado de divisas.

En Europa ocurre igual

No cambia mucho la situación al viajar a otras zonas de Europa que no utilicen la divisa común. Y para muestra un botón. Hace apenas un mes, me tocó viajar a Suiza por temas laborales y los consiguientes problemas con el cambio de divisa fueron los mismos.

¿La mejor opción? De nuevo, pagar con tarjeta de crédito. Los 3 francos del billete de tren que me llevaron al aeropuerto se convirtieron en apenas 2,87 euros. Un cambio parecido me hicieron el mismo día al pagar las clásicas chocolatinas suizas de recuerdo para la familia e igual ocurrió al pagar la comida a apenas dos metros de mi puerta de embarque.

El cambio euro/franco que se me aplicó cada vez que pagué de manera electrónica rondó, de media, los 0,956 francos por euro, lo que supone un sobrecoste del 4 por ciento respecto a la cotización del par al cierre de ese día que estaba en 0,9172.

A final de año, en Copenhague, la película fue parecida. Otra vez se repetía la misma historia: viaje a una ciudad dentro del Viejo Continente donde no se utiliza la divisa única. El cambio que a mí y a mi familia nos hicieron en noviembre de 2016 cada vez que pagamos con tarjeta en un establecimiento, apenas fue un 3 por ciento superior a la cotización de la divisa.

Ya fuera el pago de la tarjeta de transporte, de la cena en un restaurante o incluso del chocolate caliente para evadirnos del húmedo y frío clima de Dinamarca, las diferencias de cambio nunca llegaron a superar el 3,1 por ciento, haciendo de nuevo de este método el más aceptable si no se tiene una tarjeta que le permita sacar dinero gratis en un país extranjero. De hecho, el cambio apenas se vio alterado durante los cuatro días que pasamos allí, lo que favoreció que las diferencias entre pago y pago fuera escasas cuando pagamos con la tarjeta de débito. Sea como sea, lo que queda claro es que, de nuevo, la opción del pago electrónico sigue siendo una de las más viables y, sobre todo, baratas.

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