Distribución

Los españoles reclaman alimentos cultivados de manera sostenible

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En el ámbito occidental, desde la segunda mitad del siglo XX, la alimentación ha sido un reto controlado, pero más recientemente las crisis de las vacas locas, los informes sobre los efectos de los productos fitosanitarios en la salud, el cambio climático o incluso el rápido aumento de la obesidad y las enfermedades crónicas han socavado la confianza en un sistema alimentario globalizado, uniformizado e hiperindustrializado. Más noticias en la revista gratuita elEconomista Alimentación

Llevada por una creciente demanda ciudadana de una alimentación equilibrada y sostenible, la sociedad civil está reaccionando. Nuestro país conoce una verdadera proliferación de iniciativas. Los principios de la agroecología de sostenibilidad y multidisciplinariedad están en pleno auge. La demanda de alimentos con criterios ambientales y saludables empieza a desarrollarse fuera de los ámbitos más específicos en los que se ha fraguado, desarrollado y consolidado como opción real y posible para construir un sistema alimentario sostenible. Esta práctica resiste a las crisis y se difunde. Los circuitos cortos, las iniciativas en torno al consumo y la restauración colectiva ecológica, como los comedores escolares, se multiplican en los territorios acercando agricultores y consumidores y profesionalizando la distribución. Su articulación permite consolidar la oferta y España se está cubriendo de una malla cada vez más densa de políticas alimentarias locales dirigidas por municipios.

A pesar de los avances conseguidos, la transición hacia sistemas alimentarios sostenibles y accesibles requiere de esfuerzos por parte de muchos agentes, desde la empresa y la ciudadanía hasta las instituciones. La fundación Carasso, convencida de que la integración de perspectivas y áreas de trabajo diferentes en actividades conjuntas, es fuente de riqueza y de innovación, promueve el encuentro entre actores del sistema alimentario. Creando estos espacios de encuentro entre profesionales de la salud, la educación y la producción y/o distribución, con gestores públicos, investigadores y consumidores, entre otros, facilita la emergencia de propuestas innovadoras que den una respuesta conjunta a las demandas hasta ahora enfrentadas de los distintos actores.

Esfuerzo en mucho ámbitos

Por otra parte, para hacer efectiva esta transición, también se requiere un esfuerzo en muchos ámbitos, ya que la alimentación es una cuestión transversal que aglutina la agronomía, la economía o las ciencias ambientales -como disciplinas más comúnmente asociadas a la producción de alimentos-, pero que incorpora la sociología, el urbanismo, la ecología, la sociología, la nutrición, la medicina, la toxicología, entre otras. En definitiva, es cada vez más una realidad comúnmente aceptada, que para abordar la complejidad de los sistemas, en este caso alimentarios, es necesario contar con un enfoque multidisciplinar que permita afrontar el reto de la sostenibilidad bajo sus cinco dimensiones: social, ambiental, económica, cultural y política. Es importante resaltar que las empresas -y el emprendimiento- son agentes clave en la transición y para la consolidación de esta propuesta de diseño y organización del sistema alimentario. De su implicación activa depende la generalización de un modelo que demuestra dar respuesta a los grandes retos de la alimentación.

La fundación Carasso se enmarca en esta perspectiva integral e integradora que marca la hoja de ruta para alcanzar los objetivos intrínsecos al concepto de alimentación sostenible: alimentar a las personas -en cantidad y calidad nutricional-; apoyar el desarrollo económico; proteger la biodiversidad y los recursos naturales; permitir que los territorios se adapten a los cambios climáticos; conservar y valorar las culturas locales; y crear un vínculo social y oportunidades de inserción socioeconómicas para todas las personas. Para la fundación Carasso la alimentación sostenible es ya hoy un inicio de realidad que cada vez cuenta con más apoyos en el ámbito institucional y en el civil. Y esto a escala local, pero también global. La FAO ha impulsado el pacto de Milán como reconocimiento al rol determinante que las ciudades van a jugar en la evolución del sistema alimentario a corto plazo. Suscrito por más de 113 grandes ciudades de todo el mundo, entre las que se encuentran Madrid, Barcelona, Zaragoza, Córdoba, Granada, Bilbao, Pamplona o Valencia, este pacto pretende impulsar la definición de políticas alimentarias locales como herramientas prácticas para afrontar el reto de alimentar a la sociedad dando respuesta a sus demandas de alimentos de calidad nutricional, que cumplan criterios sociales y ambientales, y a precios asequibles.

Y por ello, su labor, en España y en Francia, se centra en identificar a las entidades públicas y privadas -incluidas las empresas- que trabajan por avanzar hacia una organización más sostenible del sistema alimentario. Mediante la colaboración con éstas y favoreciendo las interacciones y un trabajo conjunto entre los distintos sectores y territorios y desde todos los ámbitos en los que se inserta la alimentación, pretende incentivar la definición y construcción de propuestas innovadoras y viables para generalizar los sistemas alimentarios sostenibles y llevar sus beneficios a toda la población.

El apoyo otorgado al Ayuntamiento de Valencia -capital mundial de la alimentación durante este año 2017- se enmarca en esta estrategia de la fundación. Ésta apoya a esta entidad, junto con organizaciones de la sociedad civil local, en la elaboración del plan estratégico para el desarrollo del sistema alimentario local y la creación de consejos alimentarios para la definición participativa de políticas alimentarias públicas.

Además de Valencia y del apoyo a la definición de políticas públicas alimentarias locales, la fundación Carasso apoya otras iniciativas relacionadas con otros retos actuales del sistema alimentario.

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