Construcción Inmobiliario

Los Sanahuja pasarán la Navidad lejos de las Seychelles

Barcelona, 28 jun (EFE).- Tras el concurso de acreedores presentado hoy por Sacresa, la primera conclusión que puede sacarse es que los Sanahuja pasarán la próxima Navidad lejos de las Seychelles, ya que no está muy bien visto pasar lujosas vacaciones cuando estás pidiendo a tus bancos acreedores quitas del 50%.

Navidad de 2007. La guerra entre Román Sanahuja y su clan, por un lado, y el presidente de Metrovacesa, Joaquín del Rivero, por otro, ha pasado ya su punto álgido y está claro que la familia catalana será la ganadora. En el aeropuerto de la isla Mahé, en las exclusivas islas Seychelles, uno de los lugares más paradisíacos del océano Índico, aterrizan dos aviones Falcon con la bandera española y en vuelo privado. Dentro no viajan banqueros de negocios de la City londinense o un grupo de jeques árabes. Son los Sanahuja, que han decidido pasar las navidades en familia, como corresponde a fechas tan señaladas.

El camino que llevó a sus vástagos a codearse con los grandes de la banca de todo el mundo -Metrovacesa, inmobiliaria que controlaron, llegó a construir bajo su mandato, la sede del HSBC en Londres, el edificio corporativo del banco más grandes del mundo- hubiera sorprendido a su padre, Román Sanahuja Bosch, un constructor de casas baratas en la Barcelona del desarrollismo y un promotor de proyectos problemáticos.

De hecho la marca Sacresa nace en un intento de que se deje de hablar de los Sanahuja, vinculados para siempre en Barcelona a la promoción de 3.760 viviendas del Turó de la Peira, que resultaron afectadas por "aluminosis", un problema de edificación provocado por el uso de un cemento defectuoso y, evidentemente, más barato.

Con los beneficios de su actividad promotora, Román Sanahuja Bosch, optó por invertir en conflictos: solares o terrenos sujetos a pleitos diversos y que sólo se convertían en grandes inversiones muy a largo plazo.

Así, por ejemplo, los Sanahuja compraron a finales de los años 70 los terrenos en los que hoy se edifica La Illa Diagonal, en Barcelona, considerado el centro comercial más rentable de Europa y un complejo de oficinas siempre ocupado por encima del 90%. En la actualidad, la mitad de La Illa todavía es suya y será uno de los pocos activos que podrán preservar del proceso concursal que se ha iniciado al estar compartida su propiedad con otras ramas de la familia.

En Metrovacesa, Ramón Sanahuja Pons, el hijo del constructor de casas baratas, aplicó la dinámica del padre. Si su progenitor había invertido en proyectos problemáticos de Barcelona, como los terrenos de Finestrelles o la plaza de Toros las Arenas -la primera comprometida en el concurso, la segunda ha pasado a manos de Metrovacesa- él iba a hacerlo en Metrovacesa.

Habían llegado a la primera inmobiliaria española en 2003 de la mano de Joaquín del Rivero, pero cansados de apuntalarlo decidieron que podían desplazarlo de la presidencia tres años después y hacerse con el control de la compañía. Donde el padre ponía paciencia y tiempo para que maceraran los conflictos, el hijo puso deuda en un momento de tipos bajos y en los que los bancos le ofrecían todo el crédito del mundo.

Román Sanahuja y sus hijos ganaron, consiguieron la presidencia de Metrovacesa y echaron a Rivero. Pero su victoria fue pírrica. Metrovacesa estaba tan endeudada que en diciembre de 2008, un año después de las navidades en las Seychelles, los mismos bancos que antes le halagaron ahora le daban puerta y se hacían con el control de una Metrovacesa que en bolsa apenas era la sombra de lo que fue, con deudas de más de 4.000 millones de euros.

Desde entonces, los Sanahuja han ido renegociando para, al menos, salvar el grupo de promotoras de Sacresa. Pero lo descompensado de la refinanciación, con una deuda de 1.800 millones sólo apoyada por suelo sin urbanizar en su mayoría; la avanzada edad de Román Sanahuja Pons y la desconfianza de la banca en sus tres hijos ha sentenciado el grupo, que según fuentes financieras, podría ir a medio plazo hacia una liquidación ordenada.

En algún hangar del aeropuerto de El Prat todavía descansa uno de los jets privado de la familia Saahuja. Hace tiempo que no vuela, porque tampoco quedaba dinero para el combustible.

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