Miguel Torres, director general de Bodegas Torres, reconoce abiertamente que el "vino engancha". Y habla con conocimiento de causa.
Su familia lleva cinco generaciones pendiente del devenir de las vides y él descarta que vayan a producirse cambios en este sentido: "La familia siempre va a gestionar el negocio, la posibilidad de cotizar en bolsa no existe", afirma. Torres tiene muy claro el legado que la generación que lidera quiere aportar a la historia de la bodega: consolidarla en el sector premium del vino. Y va por el buen camino, ya que el 1 de junio, el Ministerio de Agricultura le concedió el premio al mejor vino del año.
Ustedes han ido construyendo el negocio poco a poco...
Cada generación ha aportado su propio grano de arena. Mi abuelo fue el primero que comenzó a embotellar vino; mi padre impulsó las técnicas de viticultura y medioambientales y nosotros queremos consolidar a la marca dentro del sector de premium. Un 70 por ciento de los restaurantes con Estrella Michelin españoles ya nos seleccionan para su carta y estamos trabajando en ampliar nuestra presencia en este tipo de restauración.
¿Qué estrategia mantienen?
Estamos elaborando vinos muy singulares, de viñedos propios y pequeñas producciones. Esperamos que dentro de poco vean la luz vinos elaborados con variedades ancestrales catalanas nacidos de uva que estaba descatalogada y que hemos recuperado estudiando su ADN.
¿Cuánto tiempo les ha llevado dar vida a este proyecto?
El proceso comenzó hace más de 30 años, con anuncios para descubrir variedades perdidas. En este periodo nos hemos encontrado con multitud de ellas, pero solo unas pocas tienen gran interés enológico. Espero que salgan pronto al mercado, ya que son muy especiales.
¿Es el vino de calidad y la diferenciación el camino que debe tomar el sector en España?
Sí. España es un país que no solo tiene una larga historia vinícola, sino también una gran riqueza y conocimiento, que debemos aprovechar como sector para posicionar mejor el vino español a nivel mundial. En nuestro caso, estamos comprando viñedos viejos en diferentes regiones y apostando por la innovación y la tecnología para continuar mejorando nuestros vinos. Cada año destinamos entre uno y dos millones de euros a I+D+i, un área que lidera mi hermana Mireia, y también invertimos fuertemente en sostenibilidad para luchar contra el cambio climático.
La internacionalización es una realidad para ustedes. ¿Qué parte de sus ventas proceden del exterior?
El año pasado menos de un tercio de nuestra facturación se cerró a nivel nacional. Reino Unido y Alemania fueron nuestros principales mercados por volumen de venta de vino, pero incluyendo el brandy, nuestro primer país es México. Además, contamos con bodegas propias en Chile y en Estados Unidos.
¿Está relacionada su apuesta internacional con que no se 'casen' con ninguna denominación de origen?
Nuestro corazón siempre está en el Penedès, ya que allí ya éramos viticultores en el siglo XVII. Pero hay otras zonas que nos gustan, por ello tenemos viña y elaboramos vinos amparados bajo distintas denominaciones de origen, como son Priorat, Conca de Barberà, Rueda, Ribera, Rías Baixas, Rioja. También contamos con un espumoso catalán que lanzamos en 2016 sin DO, Vardon Kennett.
¿Cómo ven el mercado del 'brandy'?
Estamos viendo que los cócteles de brandy se hacen un hueco en Europa. En Barcelona ya se han puesto de moda y es una tendencia que se traslada a Reino Unido.
¿Qué esperan de 2017?
Prevemos aumentar nuestros ingresos un 2 por ciento.
