
A pesar de la inestabilidad política, el atractivo de Barcelona como hub tecnológico no deja de crecer. No hace falta escarbar mucho para deducir que este atractivo no es algo improvisado en los últimos meses, sino el resultado de factores cultivados durante años. Sin olvidar que en Catalunya el gen emprendedor sobresale, desde hace generaciones, muy por encima de otras cualidades.
Las noticias acerca de nuevas empresas que invierten en sectores relacionados con la innovación tecnológica aparecen en los medios, a pesar del pesimismo sobre predicciones de una posible mala evolución de la economía catalana por causas por todos conocidas.
Son varias las razones que hacen que Barcelona esté emergiendo de forma decidida como un hub tecnológico de primerísimo orden cuyo límite en su crecimiento está aún por determinar. Tan solo aclarando conceptos se puede deducir la primera de las razones. El joven emprendedor que se lanza a innovar con su proyecto tecnológico no es otro que el empresario que hace años estaba a la cabeza del negocio familiar, fuera textil o farmacéutico por nombrar un par de industrias de fuerte arraigo en Catalunya. Ahora este individuo apenas ha cumplido los 30, su nacionalidad y apellido puede que tengan una pronunciación anglosajona, se desplaza en patinete eléctrico o bicicleta y vive en pisos de alquiler compartidos. Y su familia no tiene por qué estar detrás de su proyecto, también existe un actor ya conocido, el inversor en todas sus variantes. Ahora, hay entrepreneurs y business angels y venture capitalists. Antes, empresarios a secas.
Barcelona tiene y atrae a emprendedores, y estos hacen lo que mejor se les da. Y Barcelona tiene y atrae a los inversores. Y estos hacen también lo que mejor saben, invertir para ganar dinero. Así pues, Barcelona tiene el gen del emprendimiento desarrollado, asentado y con una larga experiencia acumulada.
La larga trayectoria de la ciudad como cuna de emprendedores viene acompañada, en la actualidad, de un apoyo institucional a todos los niveles. En el caso del sector tecnológico, la apuesta por grandes salones -desde el MWC hasta el futuro ISE, pasando por el IOTWC o 4YFN, por nombrar a los más conocidos- genera reconocimiento de la marca Barcelona.
Además, es una oportunidad excepcional para los emprendedores de la ciudad de entrar en contacto con los actores principales a nivel mundial de cada uno de los sectores en auge. Y generar contactos, encontrar partners, cerrar tratos, conseguir inversores e incluso crear negocios. En este aspecto, el MWC ha jugado un papel fundamental. Y sin olvidar que un salón profesional genera toda una serie de impactos paralelos que refuerzan el potencial de la ciudad que los acoge para reforzar su imagen en ese sector. Es más, a este nivel la apuesta se refuerza con la exportación de los modelos de salones hacia otras ciudades. Y con éxito.
Las instituciones han apostado desde hace tiempo por ejercer como locomotoras y promover y ayudar a los emprendedores locales y atraer a los que no lo son. Este apoyo es uno de los que contribuye de forma más clara al efecto imán, que es sin duda un refuerzo imprescindible para convertir a una ciudad en un hub. Esta colaboración con el tejido emprendedor e inversor de la ciudad tiene su referente más claro en Barcelona Tech City. Esta asociación sin ánimo de lucro viene potenciando a Barcelona como núcleo tecnológico desde ya hace un tiempo. Con más de 700 empresas y en colaboración con instituciones, inversores, etc., ha conseguido potenciar de forma definitiva el entorno adecuado para ser un auténtico polo de atracción para cualquier proyecto digital innovador.
Este tipo de iniciativas, privadas, públicas o mixtas han ido promoviendo en Barcelona una serie de lugares físicos, donde se agrupan estos proyectos tecnológicos, junto a inversores, agencias o incubadoras de empresas. Son conocidos el Pier 01, el Parc de Recerca Biomédica, el Media TIC, Nexus o Esade Creàpolis, entre otros. Su networking genera un movimiento que trasciende su localización y se expande.
Tampoco hay que olvidar que solo en Barcelona han aparecido en poco tiempo alrededor de 200 coworkings, espacios de trabajo pero sobre todo de intercambio de ideas, lugares donde pasan cosas. Y si añadimos a lo anterior eventos cada semana sobre tecnología e innovación, tenemos el cóctel ideal.
Esta interacción funciona porque los protagonistas tienen talento. Esta palabra engloba todo lo positivo que tiene un individuo a la hora de desarrollar su potencial, sea como emprendedor, desarrollador o profesional de cualquier ámbito. En los últimos años, Barcelona ha dado un salto innegable en la calidad de la educación.
Varias universidades y escuelas de negocios aparecen en rankings globales y los estudiantes actuales conforman una mezcla de muchas nacionalidades que se ven atraídas por la propia formación, pero también por la calidad de vida que les ofrece el clima y el estilo de vida de la propia ciudad. Y eso sin tener en cuenta que, en general, el nivel de salarios es más bajo si lo comparamos con otros centros europeos de innovación. Así, la presencia de un talento joven, multicultural y multidisciplinar son otra de las principales razones por las que Barcelona se coloca entre el cuarto y tercer lugar como hub tecnológico a nivel europeo.
Y es que si alguien hubiera dicho hace tan solo cinco años que Barcelona solo tendría delante a Londres, París y Berlín como mejores hubs de innovación, le hubieran tachado de futurólogo de canal televisivo de tercera.
Barcelona tiene, sin duda, mucho camino por recorrer. Queda lejos aún de los grandes referentes de Estados Unidos y Asia, pero no hay que olvidar que la Ciudad Condal es relativamente novata y la tarea realizada y los resultados cosechados auguran un futuro brillante, tan brillante que ni tan siquiera aquí nos atrevemos a intuir y mucho menos describir.