Cataluña

Asombro y perplejidad

Marta Rovira, Oriol Junqueras, Carles Puigdemont i Lluis Corominas en el 'Parlament'. // LUIS MORENO

Actitudes que reflejan los rostros de los españoles ante el acontecer diario de los políticos catalanes. 

Sus idas y venidas, su imaginación política y normativa para generar nuevas instituciones que no dejen morir ni a sus protagonistas ni el proceso hacia la independencia, permanente actualidad de una interinidad política con declaraciones abigarradas de los líderes. Líderes, que cada día que transcurre, se encuentran más perdidos para concretar sus voluntades. Todo ello aireado por los medios de comunicación y las redes sociales que han encontrado un filón inagotable de comentarios y noticias.

Asombro del ciudadano que, después de muchas inquietudes y demostraciones de su parecer, tanto en la calle, como en los medios, percibe, lenta pero sólidamente, que los políticos lo único que pretenden es, unos, mantener el poder y otros conseguirlo.

Perplejidad, porque el ciudadano observa sorprendido que los políticos son conscientes que la independencia de Cataluña, tal como se plantea hoy, es inviable, pero ellos, los líderes, como si oyeran llover. Han frenado la acción porque saben que conduce a la prisión, pero sus palabras siguen siendo las mismas.

Asombro, porque todo el mundo sabe que el expresident Puigdemont, no será nunca el President de la Generalitat, sin que haya cumplido con las obligaciones de cualquier ciudadano en su caso, pasar por los juzgados y estar a lo que decida un juez sobre su persona. A pesar de ello, se elucubra sobre su presidencia virtual y demás inventos que aparecen a diario para marear la perdiz.

Perplejidad, porque después de haber comprobado muestras de energía por parte del Gobierno de Rajoy al decretar el 155 de nuestra Constitución, dicho Gobierno, con su Presidente al frente, han regresado a la placentera languidez a la que nos han acostumbrado y aprovechando esta siesta gubernamental, no se vislumbra el final de esta situación traumática.

Asombro, porque los partidos llamados independentistas, habiendo disminuido sus votos, se irrogan de nuevo la representación de Cataluña, arrinconando a la otra mitad de catalanes que los desea en el exilio.

Perplejidad, porque al final, lo que parece es que el Señor Puigdemont y los suyos solamente desean forzar una jubilación confortable y apurarán todos los plazos para intentar conseguirla.

En definitiva, tenemos actuación política para rato. Al parecer nuestra clase política posee los medios económicos suficientes para resistir y quien consiga llegar hasta el final sin desmoronarse será quien se lleve el gato al agua. Es la actualización de las luchas medievales en las que ganara uno o ganara otro, quien pagaba los platos rotos era el pueblo.

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