
Esta segunda semana de julio, calurosa y agotadora para quien continúa en su trabajo, ha resultado además inquietante y augura un verano preocupante para la mayoría de catalanes.
Hasta ahora los ciudadanos de Catalunya, tanto los que deseaban iniciarse en el independentismo como los que, en silencio, deseaban que todo siguiera como siempre pero con ciertas mejoras, contemplábamos el caminar del Gobierno de la Generalitat con cierta perplejidad y con curiosidad por conocer el final de esta aventura algo esperpéntica en la que se habían enredado. Ahora, esta mirada curiosa y escéptica, se está convirtiendo en una mirada inquieta y nerviosa al comprobar la peligrosa deriva en la que se está introduciendo y en la que puede peligrar nuestra seguridad.
Puigdemont ha sustituido a los 'consellers' moderados por decididos independentistas y ha provocado la dimisión de altos cargos de los Mossos d'esquadra. Este cuerpo, recordémoslo, es la policía de Catalunya integrada por miles de personas entrenadas y armadas en la lucha contra el terrorismo, la delincuencia y el desorden público. Este cuerpo debe cumplir con la legalidad vigente y en el momento crucial, deberá escoger entre la legalidad vigente en Catalunya, declarada inconstitucional o bien la legalidad de España. Como en todo cuerpo integrado por miles de personas, los sentimientos personales son varios y si se les impele a tomar decisiones en una o en otra dirección, la unidad disciplinaria del cuerpo quedará destruida y se podrían imponer dos bandos encontrados, con consecuencias inciertas, especialmente en un clima político tan complicado como el que vivimos. Sólo recodar que son muchas las veces que, a lo largo de la historia, los ciudadanos se han encontrado inmersos en una revolución sin ni siquiera ser conscientes de ello.
Siempre intento observar el lado positivo de cualquier problema, pero la llegada de los nuevos jefes policiales y el nuevo Conseller de Interior, no auguran nada bueno. A este 'President', designado para el cargo por Artur Mas y que ya nada se juega por haberse excluído de la continuidad política, le pediría, en bien de todos, que para solucionar el problema en el que se ha metido y nos ha arrastrado a todos, convocara elecciones cuanto antes y así hablaría el pueblo de Catalunya y todos sabríamos qué piensa. Esta sería la solución racional, pero hoy no confío en ella porque desaparecería el PDeCAT, el partido que nos ha llevado a esta desagradable tesitura y al que pertenecen muchos políticos cuyo futuro personal les preocupa.