
El día que se conocía la victoria de Pedro Sanchez como líder del PSOE, un diario nacional importante daba a conocer un documento secreto elaborado por sesudos políticos y juristas, en el que se detallaba cómo se llevaría a cabo la independencia de Catalunya en el caso de que no pudiera celebrarse el solicitado referéndum. En política, no existe la casualidad, pero las razones de ambas noticias ellos las conocerán.
Habitamos una sociedad avanzada y culta cuyas personas somos capaces de pensar por nosotros mismos y no necesitamos políticos que nos conduzcan sin consultarnos hacia cualquier destino, solamente para salvar su cabeza o creerse dioses conductores de hombres hacia un olimpo no deseado.
En España y en Europa, las sociedades se hallan encauzadas por el derecho, integrado por normas que las sociedades nos hemos impuesto y si no las aceptamos y deseamos modificarlas, debemos intentar cambiarlas y adaptarlas a las nuevas circunstancias. Todo ello mediante el juego de mayorías y minorías en parlamentos integrados por diputados elegidos por los ciudadanos.
Las personas o grupos que deseen modificar estas normas y no consiguen convencer a los suficientes diputados, deben aceptarlas e intentar, mediante métodos diversos, pero todos ellos pacíficos, que la sociedad y los suficientes diputados, apoyen los cambios. Si, a pesar de todos los esfuerzos realizados, no consiguen convencer a unas mayorías suficientes, deben asumir su fracaso y aceptar los criterios de las mayorías.
Este es el juego democrático al que estamos acostumbrados y por el que nos regimos en un mundo civilizado, y el que incumple la norma es juzgado y condenado.
Cuando una sociedad se halla regulada por normas que considera injustas y desea liberarse de ellas, también posee otra opción y es la revolución, la lucha física, la muerte, como tantas veces hemos contemplado a lo largo de la historia. Pero no existen términos medios. O se modifican las leyes en los respectivos parlamentos o se genera la revolución con todo lo que ello significa de tragedia y horror.
Rajoy por fin ha salido de su inmovilismo cómplice y ha solicitado a Puigdemont que defienda su proyecto en el congreso, a lo que éste se niega por considerar que su derrota está cantada. Al día siguiente a esta invitación, aparece un documento secreto en el que se planifica la independencia de Catalunya, cuando se sabe que todas las encuestas le dicen que la mayoría de los catalanes están en contra de ella. Esta actitud suicida de los políticos catalanes solamente tiene dos salidas, el procesamiento con su correspondiente medida cautelar de cese en el cargo o bien la revolución. Malos tiempos para los ciudadanos pacíficos, que son la inmensa mayoría.
*Juan Carlos Giménez-Salinas es abogado